DEL LAMENTO A LA REVELACIÓN
Un mensaje para la iglesia en tiempos de crisis
John Harold Caicedo
Del lamento a la revelación: Un mensaje para la iglesia en tiempos de crisis
© 2021, John Harold Caicedo
©Primera edición 2021 Portable Publishing Group LLC, 30 N Gould St, Ste R, Sheridan, WY 82801, Estados Unidos de América.
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ISBN: 978-1-953540-39-3
Impreso en México – Printed in Mexico
DEL LAMENTO A LA REVELACIÓN Un mensaje para la iglesia en tiempos de crisis DEL LAMENTO A LA REVELACIÓN Un mensaje para la iglesia en tiempos de crisis John Harold Caicedo
CONTENIDO
Introducción
No puedo respirar (I can’t breath)
Capítulo 1. Escogiendo el papel de víctima.
Capítulo 2. ¿Ansiando volver a la normalidad?
Capítulo 3. No dejes que tu corazón se turbe
Capítulo 4. Una respuesta para tiempos de crisis
Capítulo 5. ¿Preparados para grandes batallas?
Capítulo 6. El lado bueno de las pruebas
Capítulo 7. ¿Aún no entiendes?
Capítulo 8. Tus bendiciones no están en cuarentena
Capítulo 9. Regocijándonos en tiempos difíciles
Capítulo 10: Un mundo hambriento de esperanza.
Capítulo 11. Aunque la higuera no florezca.
Capítulo 12. Perdiéndonos el tiempo de la visitación divina.
Capítulo 13. Llamados para tiempos como estos.
Capítulo 14. Poder, ¿para qué?
Capítulo 15. Mi redentor vive
Capítulo 16. ¿Dónde están esas maravillas que tú hiciste?
Capítulo 17. El poder de la impartición
Capítulo 18. Levántate y resplandece
Capítulo 19. Al único y sabio Dios
Bibliografía
Hace algunos años atrás en la ciudad de Chicago una delegación de la policía local se acercó para hablar con un pastor y decirle lo siguiente: “estamos ante una verdadera epidemia de prostitución y tráfico sexual. Por todas partes estamos experimentando esta terrible dificultad, la verdad ya no sabemos qué hacer” y entonces le plantearon el siguiente interrogante: ¿hay algo que la iglesia pueda hacer ante este problema?
¿Hay algo que la iglesia pueda hacer para dar respuesta a este gran desafío?
Las preguntas podrían ampliarse casi de manera indefinida en relación al papel de la iglesia.
¿Hay alguna respuesta de parte de la iglesia para solucionar las cosas terribles que están pasando en este mundo?
¿Hay algo que la iglesia pueda hacer en tiempos como los que estamos viviendo, en medio de una pandemia que ha puesto el mundo de cabeza, en medio de una crisis de fe, de sentido de pertenencia, de desorientación y de angustia?
Estas son preguntas demasiado desafiantes.
Ante la decadencia del mundo, ante las situaciones de sufrimiento y tristeza, ante el dolor de los seres humanos, ante la pérdida de nuestra juventud e incluso ante la situación de los niños abusados y de madres abandonadas y de personas maltratadas, ¿hay algo que la iglesia pueda hacer?
El mundo anda hoy en día a la deriva más que nunca y necesita respuestas reales.
No solamente que se le predique una palabra, sino que se le muestre que todo eso que decimos desde los púlpitos y fuera de ellos es real.
Nuestros tiempos son realmente retadores. Necesitan de cierto tipo de hombres y mujeres que puedan entender el papel que la iglesia tiene que desempeñar, que puedan interpretar estos desafíos, pero a la luz de las palabras de Jesucristo y de su propósito con su iglesia.
En Mateo 16, cuando Jesús está hablando con sus discípulos y preguntándoles “qué dice la gente que soy yo”, al final de esa conversación Él asegura algo fundamental: Yo edificaré Mi iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán sobre ella. (Mateo 16: 18)
Si tenemos una iglesia que Cristo mismo está edificando con Él como fundamento, destinada a vencer las potestades enemigas, entonces tenemos que preguntarnos: ¿habrá algo que una iglesia así, con fundamento sólido en Jesús, con promesa venida directamente de Él, con unción y respaldo del Espíritu Santo, con hombres y mujeres comprometidos, habrá algo que una iglesia así pueda hacer en medio de este mundo caído y desafiante?
Si la iglesia no está impactando al mundo, no es porque Jesús no la respalde o porque El Espíritu Santo no la unja. El problema puede ser que aun los creyentes no hayamos entendido nuestro papel en todo esto.
Nuestros tiempos no están para oraciones superficiales, enseñanzas distorsionadas o lamentos interminables de parte del liderazgo de la Iglesia. Nuestros tiempos exigen más que eso. Exige de hombres y mujeres que aprendan a pararse en la brecha con valentía, que se enfrenten a los retos con sabiduría celestial y con la determinación que caracterizó a aquellos que formaron la iglesia antigua y que dieron testimonio a través de su fe.
Exige de hombres y mujeres que tengan una mentalidad diferente. Que sepan confiar en El Señor y conozcan que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios (2 Corintios 10:4) y esas armas destruyen fortalezas del enemigo.
También exige de hombres y mujeres que puedan entender el propósito del dolor y el sufrimiento y lo que puede ocasionar finalmente en quienes lo padecen. “Hay muchos ejemplos de resiliencia y fortaleza ante el sufrimiento que terminan forjando caracteres de gran calidad.”
A la iglesia de Jesucristo, el Rey de reyes, no le sienta bien el papel quejumbroso que imagina enemigos por todas partes y se siente siempre perseguida. Si de verdad entendemos que la Iglesia ha recibido el encargo de transformar el mundo, eso implica necesariamente que debe tener un liderazgo que comprende su papel y se levanta por encima de las circunstancias para proclamar la grandeza del Señor que la respalda.
Hoy más que nunca anhelamos que Dios responda a la oración de Pablo en el libro de Efesios: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él.” (Efesios 1:17)
La iglesia tiene que poner límites a las tinieblas y dar testimonio de vidas transformadas, entregadas, consagradas completamente, en genuina búsqueda del Señor, en un genuino discernimiento de su voluntad.
Pero esto exige un discernimiento adecuado de lo que Dios está haciendo en cada momento de la historia y una respuesta acorde con Su voluntad soberana.
Ni siquiera los discípulos pudieron entender cabalmente el propósito de Jesús en su venida a la tierra.
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