Carmen González Táboas - El amor, Aún. Una lectura del Seminario 20 de Lacan y sus fuentes antiguas

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El lector atento irá muy bien acompañado por Carmen en este entender sin comprender demasiado rápido que Lacan ponía como condición de la formación del psicoanalista.Y así encontrará en estas páginas una sabia lectura -una lectura persistente, insistente, consistente, paso a paso- de un Seminario de Lacan al que conviene acercarse, aun si es la primera vez, sabiendo que no se entiende cómo entiende, y sin querer comprender demasiado rápido aquello que, sin embargo, ya entiende.Y Carmen -lo sabíamos por otros de sus libros, pero también por el estilo de transmisión de sus charlas- sabe deletrear el texto de Lacan de un modo en el que nos reconocemos de inmediato en una verdadera comunidad de transferencia de trabajo. Lo que no es decir poco.Saludemos entonces este libro, inagotable en efecto, al que Carmen nos invita.Miquel Bassols

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“A Dios se lo hace existir amándolo”, dice Lacan, que se vuelve hacia la mística cristiana porque necesita una lógica que exponga los efectos de afecto del significante en el cuerpo viviente. En la experiencia mística, inaprehensible para la lógica del Uno y el Todo, el alma se dirige hacia ese partenaire inhumano que viene en lo inefable de una presencia diseñada por las Escrituras reveladas, sentida, estremecida, gozada, padecida. Santa Teresa dice que se sufre con un dolor no del cuerpo sino del espíritu, y agrega: “aunque no deja de participar el cuerpo y aún mucho”. Y las palabras con las que al místico se le pide escribir sobre la experiencia no le dicen en realidad nada, no retienen nada de todo eso, o apenas unos jirones en los bordes de la obra poética.

COMPLEMENTO SOBRE LA NECEDAD

El “Complemento sobre la necedad”, es la palabra de Lacan presentando (12/12/72) la intervención de François Recanati que veremos enseguida. Se había propalado la noticia: ¡Lacan ha hablado de amor! A lo que Lacan dice que Parlez-moi d’amour no es más que una canción, que también hay la carta, la declaración, la palabra de amor (son todas diferentes)… pero que él habló “de la necedad” (la bêtise) en la que estamos inmersos por gozar de hablar… también de amor. ¿La necedad “condiciona” ese Encore este año anunciado? (20). ¿Qué quiere decir Encore? Es un adverbio de intensificación, una aspiración, una jaculación (¡no más, vamos, otra vez!), que no se comprende si no se trata de un gozar. Lacan habla del peso de su propia presencia en el Seminario; “ustedes gozan de ella”, como él mismo goza pues vuelve cada vez. “Mi presencia es mi necedad”; podría estar haciendo otra cosa, y ellos también. “No puedo situarme sino en el campo de ese aún”, el campo del goce del hablanteser, el que encore (aún otra vez cada vez) goza en corps. Eso no cesa. Aunque no lo sepa.

Hablo, participo de la necedad; hablo, no hay relación sexual. Y hay el discurso analítico, en el cual, debajo de la a (lugar del semblante) se escribe el S 2(en el lugar de la verdad) (26) para producir ¿qué?... necedad. ¿Cómo salir de la necedad? ¿Acaso el discurso analítico no se sustenta de la dimensión de la necedad? Lacan ofrece la clave del asunto: no fue el discurso analítico el que descubrió que no hay relación sexual. Lo sabía el judío fariseo San Pablo: las mujeres por un lado, los hombres por otro. Pero sucede que se goza. Se imagina. Se sueña. Se ama. La necedad nos engloba. ¿Cómo salir de la necedad sin pasar por ella? En los otros discursos se huye de la necedad; en el discurso analítico la necedad es una dit-mansion, la mansión del dicho.

La intervención de François Recanati no se registra en el Seminario 20. Tampoco se transcribió su intervención del año anterior en … ou pire (30), donde había hablado sobre la construcción del concepto de “campo potencial”, del que daré una idea antes de retomar la palabra sobre la Lógica de Port Royal. No es casualidad que Lacan haya invitado a Recanati. Lacan es psicoanalista. Hace tiempo que frecuenta a Frege, el matemático, y a Peirce, el lógico, que de algún modo se articulan. Se puede flotar toda una vida en el lenguaje, como los ángeles, sin cuerpo; sin que nada de lo que se diga tenga la menor consecuencia para ese uno que habla; no sabe que es hablado.

EL CAMPO DE POTENCIAL DE PEIRCE

A menos que el sujeto crea en el síntoma y tome la vía de la transferencia analítica. El campo del lenguaje, dice Peirce, es potencial: hay posibilidades no inscritas. Hay lo que aún no vino al lenguaje. Y una inscripción de lo aún no inscrito puede darse o no darse, según los sujetos estén en posición de aceptación o de rechazo de eso nuevo que puede venir al campo del lenguaje. Peirce admite la idea de Frege, de que el cero permite pensar el origen del número. Un día se inventó el 0, y Frege vio que en la inscripción del 0 ya se cuenta 1. Pero Peirce dio un paso más al diferenciar dos ceros (31). Uno es el cero relativo: hay imposibilidades no inscritas que pueden pasar a la inscripción; ¿y el otro cero? Es el cero absoluto; la absoluta imposibilidad de lo inescribible. Lacan ha reconocido su deuda con Peirce (32). Hay lo que no cesa de no escribirse, y no cesará. Ya estamos en el psicoanálisis; en su dispositivo algún pedacito de real puede pasar a la escritura, algo puede cesar de no escribirse de lo que no cesará de no escribirse.

El discurso analítico hace surgir, por el desplazamiento de la negación (33), el campo de potencial. El descifrado sería infinito si no encontrara su límite en lo escrito. La lógica modal marca la condición de esta escritura: la función espacio implica el modo tiempo; para que algo cese de no escribirse (para que la contingencia acontezca en el espacio del goce) se necesita el acto del analista, “los instantes de tirón” (34). La semiótica de Peirce permite ubicarlo. Hay fuga del sentido (35); un imposible de decir relativo puede pasar por la equivocidad de lalengua, mientras el sentido sexual será siempre imposible de decir. Algo puede pasar al decir en una estela fugitiva y equívoca u homofónica. Si se la atrapa, se escribe. Contamos con eso. Sobre lo cual tratarán los capítulos 3 y 4.

RECANATI (36) Y LA LÓGICA DE PORT ROYAL (37)

Port Royal es un reducto jansenista (38) y cartesiano del siglo XVII que concurre al debate lingüístico y filosófico de la época con sus términos: el signo, la predicación, la sustancia y el ser. Si se trata del Otro (goce), dice Lacan, sería presuntuoso ignorar lo que en el curso de los siglos se ha elaborado sobre el amor, incluido muy precisamente el amor divino, si como sabemos, el amor de transferencia es el pivote y el resorte de lo que se moverá en un análisis para salir de la necedad.

Se habla. Se parlotea. Si digo: “El hombre es…”, puedo poner ahí cualquier cosa, pues ya he cortado por el medio el ser/sexuado. Se trata de que, gracias a la sección del predicado, el universal esté disponible: el hombre es… Bastará para multiplicar los predicados en el campo del Otro de la palabra. Tratado, sermón, alegoría, proverbio. Siempre que se diga que algo es hay posibilidades infinitas de la predicación. Por ejemplo, si digo: a es a, o bien: a es igual a a, ya no es una simple igualdad. En el terreno de la lógica es una repetición, es una predicación, porque entre las dos está el verbo ser, y del verbo ser depende todo. Si digo a es a, el verbo saca a la primera a de su “vacuidad potencial”, de esa pura potencialidad que era antes de que viniera el verbo ser a convertirla en soporte de la que se repite. Pero así la primera a queda atrás, olvidada; dicho por Lacan: “que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye” (39). Lo trae a la clase II de Aún, “A Jakobson”: lo que queda olvidado viene al decir que se desprende de los dichos. Alusión a lo que de un análisis pueda obtenerse según lo permitan la posición del analista y la del analizante.

Recanati citaba los Prolegómenos de Kant: “el pensamiento piensa discursivamente, es decir, por conceptos, es decir por predicados, de los cuales faltará siempre el sujeto absoluto”, ¡el que escribimos con la primera a en su vacuidad potencial!, ¡el sujeto que irrumpe en la cadena significante! De esa vacuidad primera la a no iba a salir nunca si se quedaba sola, si el verbo ser no la hubiese enganchado a la otra. Pero en esta fórmula todavía no situamos al sujeto, ni separamos el significante del significado, ni hablamos de la repetición gracias a la cual el psicoanálisis localiza a su sujeto. El discurso científico permitió la operación lingüística de Saussure: separar el significante del significado con una barra. “Son dos cosas muy diferentes”, dijo Lacan e intervino para modificar la fórmula saussuriana (40). Sobre la barra, el significante que es necio corre, indetenible. ¿Y el significado? Es lo pesado, el elemento inercial debajo de la barra; no corre, no vuela, retrasa, insiste, vuelve, se repite, sin saberlo está “sujetado a una serie”, la que conduce la repetición.

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