—Eso suena estupendo, te ayudaremos a que todo quede asombroso en tu pastelería. Volviendo al tema, en ese caso,
retomemos el ejemplo del helado. El tiempo de duración de un helado no es el suficiente para tomar la foto que queremos lograr. Así que ¿qué hacemos? Para que tus clientes vean ese helado cremoso, ese chocolate derretido que se desliza por tu boca y ¡mmm! —Cerró los ojos y se saboreó los labios; después de unos segundos los volvió a abrir—. Lo siento. Para que se vea ese helado así debemos recurrir a lo que podamos. Grasa vegetal, sirope de maíz e incluso crema de afeitar.
—¿Pero no le estaríamos vendiendo una fantasía?
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Yo me encargo de crear la fantasía; tú, de hacerla realidad.
Él
(Un año antes)
—Yo sabía que había personas que hacían esto, ¿sabe? Pero no sabía que podía ponerme en contacto con una. Cuando lo encontré, tuve un debate interno antes de llamarlo.
Apoyó los codos sobre la mesa, entrelazó sus manos y recostó el mentón en ellas.
—Y dígame, Jenny, ¿puedo llamarla Jenny? ¿A qué se debió su debate?
Ella lo meditó unos instantes.
—No me siento bien robando el crédito de una obra.
—Créame, no es la primera clienta que tiene dudas al respecto, ni será la última. Pero déjeme tranquilizarla. Llevo años haciendo esto, no es el crédito lo que me alimenta, es el éxtasis que me produce escribir. Así que no me está robando ningún crédito. Está pagando por él, de hecho. Se sorprendería de la cantidad de escritores que usted ha leído que contrataron los servicios de un escritor fantasma. Se dice que las obras de Shakespeare las escribió Christopher Marlowe. También dicen que Alejandro Dumas, para escribir Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, contrató un escritor fantasma. Hay una anécdota que cuenta que Dumas le preguntó un día a su hijo: «¿Ya leíste mi nueva novela?», y él le contesta: «No, ¿y tú?».
Ella se removió en su asiento, se recostó hacia atrás.
—¿Ha escrito muchos libros de esta forma?
—Nueve en total.
Eso era inflar un poco la cifra, pero ella no tenía forma de averiguarlo.
—¿Ha escrito algún libro que yo conozca?
La miró fijamente a los ojos y una sonrisa se fue desplegando lentamente en su boca. Ella le sostuvo la mirada unos instantes, pero se rio nerviosa y desvió la vista. Un pequeño sonrojo le cubrió la cara.
—Por supuesto, no puede decirme.
—Mi trabajo requiere absoluta confidencialidad.
—¿Nadie sabe para quién escribe usted? ¿Ni su familia?
—Ellos piensan que me gano la vida como traductor. Lo cual no es mentira, también me dedico a traducir novelas del húngaro, francés y español al inglés.
Ella asintió, un silencio se instaló entre ambos. El mesero llegó con su orden.
—No tiene nada que temer, Jenny. Hay una historia dentro de su cabeza pidiendo ser escrita y usted sabe que es hora de hacerlo. Ya tomó esa decisión. ¿Por qué otra razón estaría aquí conmigo?
Ella bebió un sorbo de su café y acomodó sus lentes.
—Mi hermana mayor está preparando todo para inaugurar su pastelería. Ha sido su sueño de toda la vida, pero hasta ahora tuvo el valor de hacerlo realidad. El mío siempre ha sido escribir una novela. Trabajo en la Biblioteca Pública de Vancouver, ¿sabe? Vivo rodeada de libros y he leído cientos de historias, pero nunca he podido crear la mía. Verla tan feliz me inspiró para decidirme a cumplir mi sueño también.
—Eso haremos, confíe en mí. Ahora, dígame, ¿qué libro quiere escribir?
Dejó la taza sobre la mesa y tomó un trozo del croissant.
—¿Está usted enamorado, Sr. Hawkins?
La pregunta lo sorprendió. ¿Por qué quería saber eso? Quizá quería escribir un crimen pasional, debía ser eso. ¿Por qué otra razón la haría? Fabrizio nunca le hubiera asignado a un cliente que quisiera escribir un romance, ¿o sí? Él no tenía ninguna experiencia escribiendo romance. La pregunta, debía contestar la pregunta.
—Sí, lo estoy. —Ella lo miró expectante, como si esperara más detalles—. Llevamos saliendo unos meses, su nombre es Maggie —añadió.
—Qué bueno, así no tendrá problemas para inspirarse. Quiero escribir una historia de amor. Tengo la trama, los personajes, los eventos principales, todo. La he estado pensando por años, pero no he podido escribirla. No logro que las palabras expresen lo que quiero. No sé cómo organizar mis ideas. No tengo buena redacción. Escribo una cosa y la borro mil veces. ¿Me entiende? ¿Ha escrito historias de amor, señor Hawkins?
—Nunca. Pero no se preocupe, eso no supondrá un problema, los escritores fantasmas somos como camaleones. Usted crea una fantasía, yo la hago realidad.
Ella tenía los ojos chocolate.
Él tenía la piel canela 
Ella
(Dos años y cuatro meses antes)
—No te pareces nada a como te imaginé.
Layla lo miró con detenimiento.
—¿A qué se refiere?
¿Había dicho eso en voz alta? Qué buena forma de empezar una reunión.
—Yo... Me refiero a que no te pareces a tu padre.
Eso no sonó mejor.
Ella levantó su mano derecha y con el dedo índice y pulgar de la izquierda pellizcó el dedo corazón y retiró el guante azul petróleo que la cubría. Era el mismo azul de sus mocasines y de las rayas de su blusa.
—Soy adoptada.
Se removió incómodo en su asiento. Había intentado arreglar un comentario maleducado con otro peor y había pagado las consecuencias.
—Lo siento, no sabía...
Una sonrisa se desplegó lentamente en sus labios rosados. Había una ligera separación entre sus dos dientes superiores frontales.
—Solo bromeaba. La próxima vez que vea a mi padre, Sr. Hardy, fíjese en su nariz y verá que la tenemos igual de delgada.
—Llámame Dawson, por favor.
Sonrió. No se lo había tomado a mal, era un alivio. Ella abrió su maletín rojo —que parecía más una maleta de viaje— para buscar algo en su interior. Estaba lleno de utensilios de estilismo. Sacó una libreta y un bolígrafo. Lo observó expectante; sus ojos enmarcados por delineador azul, ojeras y unas cejas delgadas del color del chocolate caliente que se servía en invierno.
Debía concentrarse.
—Pensaba que tu hermano nos acompañaría —dijo, para entrar en calor.
—No pudo venir, tenía una sesión de fotos importante a la que no podía faltar. Puede contarme todos los detalles de su proyecto y yo lo pondré al día.
Asintió.
—Está bien. Dime qué sabes acerca de la revista Flavours.
—Bueno, soy suscriptora hace cinco años. Es una de las mejores revistas de comida del país.
—Sí, de hecho, tenemos el segundo lugar. Después de Food & Wine de Toronto. ¿La lees?
—Sí, también.
—Este mes hemos decidido invertir en impresiones en gran formato para hacer publicidad masiva. Aún no te puedo dar los detalles, pero la idea es hacer algo grande para aumentar las ventas.
—Suena excelente.
—Ahora, cuando hablamos de Flavours no hablamos solo de comida, estamos hablando de experiencias, de cultura. Los mejores recuerdos se hacen alrededor de una mesa, ¿verdad? Tenemos columnistas en las mayores capitales culinarias del mundo. En Tokio, Singapur, New Orleans, Lima, Budapest, San Sebastián, Lyon, Sao Paulo... Como nuestro lema dice: «Del mundo a su mesa». Nos interesa saber qué están comiendo, cómo y dónde. Hablamos de festivales de comida, tendencias, novedades, todo lo que está pasando en el mundo culinario.
Читать дальше