1 ...7 8 9 11 12 13 ...21 Volvió a su libro.
«Cada vez que se acercaba al cadáver, las formas se tornaban más familiares. Aquellas formas que había memorizado noche tras noche en la intimidad de la luz de la vela».
Una risa a su lado interrumpió la creciente angustia que surgió en su pecho al leer esas líneas. Le dio una ojeada; él miraba hacia la ventana y lucía como si estuviera intentando suprimir la risa. Ya se había bajado la capota, tenía el cabello negro peinado hacia atrás y a un lado, pero un mechón rebelde caía sobre su frente; el cabello en la base de la nuca era bastante corto. Tenía los indicios de una barba, como si no se hubiera afeitado en tres días.
«Las extremidades del cuerpo estaban dispuestas en ángulos absurdos haciendo más grotesca la escena».
Otra risa. Ella suspiró.
—¿Crees en el destino? —dijo el hombre.
Frunció el ceño.
—¿Qué?
—Que si crees que somos las piezas en algún juego de mesa universal, que todo ocurre por una razón.
Ella se quedó mirándolo perpleja unos segundos. Un rayo de luz atravesó las gafas del joven; sus ojos eran de color avellana. Amaba ese color de ojos y le gustaba cómo combinaban con esa piel canela.
—No lo sé, ¿a qué viene esa pregunta?
—A que el destino me ha traído a ti. Estás leyendo un libro que yo... leí, y te daré un consejo que me agradecerás. Léelo hasta la página 254, ese es el verdadero final. Si lees después de eso, te arrepentirás. El sentido real de toda la historia se perderá.
Revisó el número de la página.
—¿Cómo puede una historia quedar concluida diez páginas antes del final? ¿No quedaría faltando algo?
Él se lamió los labios resecos.
—No, tal vez él hizo el perfecto final de la historia, pero la editorial quería algo más comercial, y aun así no removieron el final original para generar tensión. Una pena.
—Ella.
—¿Qué?
—Lo escribió una mujer. —Le mostró la cubierta del libro—. Nina Lemonov.
Él cerró los ojos, arrugando su larga nariz; sacudió la cabeza.
—Sí, es verdad, ella. Ella es la autora, claro.
Él tamborileó los dedos sobre las rodillas. Eran delgados, tenía un callo en el dedo corazón de la mano derecha.
Arqueó una ceja.
—Entonces, según tú, ¿ella no quería ese final?
—No, claro que no. Ella tenía que haber defendido su idea, pero tenía miedo de no ser publicada.
—Lo dices como si hubieras estado allí.
Él se rio de buena gana, un par de líneas se dibujaron a lado y lado de su boca.
—Es como si hubiera estado, sí, convenciéndola de que no se cuestionara el final, de que la obra ya estaba concluida —dijo, lleno de convicción.
—En serio detestas ese final, ¿no?, para venir aquí a hablarle a una extraña solo para decirle eso.
—Como no te imaginas, es una de las pocas desventajas de mi trabajo.
Quiso preguntarle a qué se refería, cómo se llamaba, de donde sacaba tantas teorías, pero había llegado a su parada.
—Tendré en cuenta tu consejo, adiós.
Se bajó del bus.
Tres días después, cuando llegó a la página 254, cerró el libro.
Dos días después lo abrió y leyó lo demás.
Un día después se arrepintió.
1Tipo de jamón hecho de lomo de cerdo sin hueso magro enrollado en harina de maíz.
Ella recuperó a su padre.
Él perdió dos
Ella
(Dos años y cuatro meses antes)
Alguien estaba batiendo huevos en su cabeza. Abrió los ojos haciendo un esfuerzo monumental, la luz que entraba por la ventana la hirió enseguida. Apenas si podía mover el cuerpo, las náuseas le subían por el esófago y su garganta estaba seca. Tenía resaca, pero no por beber demasiado; era una resaca por haber terminado de leer un libro que le había roto el corazón.
Levantó la cobija para salir de la cama, algo cayó al suelo. Se estiró para ver qué había sido. Se trataba del culpable de todo: Elixir. Recogió el libro y lo puso encima de la mesa de noche. Se había dormido con él sobre su pecho. Frotó sus sienes y miró la hora: 6:40 a. m.
¡Ya era hora!
Salió de su cuarto en un santiamén. Elijah estaba desayunando en la cocina.
—Pensaba que ya te habías id... —Se interrumpió—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
¿Así de mal se veía? Se sirvió un vaso de agua y lo bebió en unos cuantos tragos. Fue hasta el fregadero, abrió la llave y se echó agua en la cara.
—Sé que no lo parece, pero estoy de maravilla, nunca había estado mejor. —Tomó una manzana de la mesa y la cortó hábilmente en trozos con un cuchillo encima de un plato—.
Ahora, necesito que le digas a Susan que tengo diarrea y no iré a trabajar hoy.
—Tener diarrea no es lo que llamaría estar de maravilla.
—No tengo diarrea —aclaró. Cortó un banano y los trozos cayeron sobre el plato—, es lo que le diré cuando la llame, tú solo debes respaldarme.
—¿Por qué? —Puso su mano sobre mi hombro—. ¿No tienes ánimos de ir hoy?
Lucía preocupado.
—No es eso. Anoche terminé de leer el libro y tuve una revelación. —Le quitó las hojas a unas cuantas fresas y las cortó por la mitad—. Hoy iré a buscar a papá.
Lo miró para ver su reacción. Él se quedó pasmado unos instantes, luego, una sonrisa de ilusión le cubrió la cara.
—¿Es en serio?
Ella sonrió y las lágrimas se anegaron en sus ojos.
—Sí.
La estrujó entre sus brazos musculosos. Después acunó su rostro entre sus manos.
—Eso me hace sentir tan feliz. Espera que le cuente a mamá.
—¡No le cuentes! —Ella se dirigió hacia la nevera y sacó la crema de leche—. Podría contarle a papá y quiero atraparlo de sorpresa para que no escape.
Él rodó los ojos y se recostó en el fregadero.
—No va a escapar, lleva un año esperando que le vuelvas a hablar.
—Por eso mismo. —Cubrió la fruta picada con la crema de leche—. No sé cómo reaccionará al verme. ¿Qué tal si dice que ya es muy tarde? ¿Qué tal si no puede perdonarme?
Se miró las manos temblorosas. Limpió el cuchillo y lo guardó.
—Todo va a salir bien —dijo su hermano—, no tienes nada que temer. Es lo mejor que podría pasarle.
—¿Mejor que reseñar para The Guardian?
Tomó sus hombros con sus manos firmes para tranquilizarla.
—Incluso mejor que eso. Eso sí, tienes que comer y bañarte primero, luces como si vinieras de un funeral. A él le preocuparía verte así.
Se sentó en un banco a desayunar.
—Creo que fue así. —Alcanzó un tenedor de un recipiente—. Estuve llorando toda la noche después de leer el final de la novela. Te juro que hace mucho no sufría tanto por un libro.
Él se calzó las botas.
—¿Y por qué?
—No puedo decirte, te arruinaría la historia.
—¿El libro tiene dibujitos?
Ella frunció el ceño. Comió unos cuantos trozos antes de contestar.
—No.
—Entonces no voy a leerlo, adelante, arruínalo.
Ella rio.
—La historia trata sobre un papá y el hijo. En momentos de la lectura me detenía y sonreía pensando: «vaya, esto me recuerda a mí y a papá». No es que los personajes se parezcan a nosotros, pero me sentí identificada con la complicidad que ellos compartían, ¿sabes? Son un par de hombres increíbles, tan… tan reales, con sus virtudes y defectos, y me encariñé con ellos, especialmente con el protagonista, creo que estoy un poco enamorada de él. Es una lástima que los hombres así solo existen en la ficción.
Siguió comiendo.
—Ahora tendré que aguantarte hablando del fulano, ¿no?
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