Por lo tanto, en el enfrentamiento con el terrorismo las fuerzas de los países que lo combaten, se ven mermadas precisamente frente a un adversario que exige el máximo despliegue, donde los terroristas a su vez combate en condiciones muy superiores en el terreno de los medios de comunicación precisamente en el seno de una sociedad, como la occidental, cada vez más mediatizada. Mientras que en las zonas controladas por Al Qaeda o grupos similares resulta imposible por definición contrastar las opiniones emitidas por los órganos de propaganda con la realidad, en Occidente los gobiernos no sólo están fiscalizados por los órganos legales competentes sino también por la opinión pública formada e influida por los medios.
Por lo tanto, la labor de los medios, es un gran punto a favor de los terroristas, siendo retratados como luchadores por la libertad, patriotas u oprimidos a la vez que representan a los gobiernos propios, al de Estados Unidos o al de Israel como imperialistas sin escrúpulos.
De acuerdo a lo señalado, Occidente, en especial, Estados Unidos aparece como: “(…) el culpable principal e incluso único de los males que aquejan al Mundo” 28 . El hambre, los golpes de Estado, la inestabilidad política, las revoluciones tercermundistas nunca son achacados a la pésima gestión de sus gobernantes, a su filtro marxista–leninista (que, por ejemplo, ha aniquilado la economías del Tercer Mundo), a las acciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) (que está en la raíz de la deuda externa del Tercer Mundo) o a la influencia de religiones como el islam.
Por el contrario, se considera que cualquier grupo armado anti–occidental por ese simple hecho se halla cargado de razón mientras que cualquier respuesta de Occidente para defenderse es ilegítima, inmoral e incluso, como se ha repetido mucho en los últimos tiempos, ilegal.
Así, se señala que:
(…) esa perversión de raíces ideológicas explica que periodistas, creadores de opinión y políticos puedan afirmar sin sonrojo que Bush es un personaje mucho más peligroso que Saddam Hussein o Ben Laden, de la misma manera –no lo olvidemos– que en 1940, siguiendo los dictados de la Komintern de Stalin, los partidos comunistas sostenían que Churchill y Roosevelt eran mucho más peligrosos que Hitler, el dictador germánico con el que la URSS había suscrito un pacto en agosto de 1939. Que el “telón de acero” haya caído en el interin no es, por supuesto, óbice para que estas instancias mediáticas legitimen las acciones de los terroristas en Irak o, en casos como el del degollamiento de rehenes, se las minimice comparándolas, no precisamente de manera desfavorable, con la acción de las fuerzas aliadas 29 .
De esta manera, los medios de comunicación, se han revelado especialmente poderosos con ocasión de la segunda guerra contra el Irak de Saddam Hussein y explica, la estrategia tan diferente seguida por el dictador en su enfrentamiento con Occidente. Mientras que en la primera, Saddam Hussein siguió las reglas de una guerra convencional, la cual perdió, en la segunda, se esforzó por adaptarse a las de un conflicto de cuarta generación. Su esperanza de ganar la guerra no estaba en el resultado de las acciones militares propiamente dichas sino en el impacto que una determinada visión del conflicto ocasionara en los aliados de Estados Unidos y en la opinión pública.
Frente a ello, y a los innumerables ataques terroristas, las medidas para abordar esa situación impone la necesidad de una política de defensa –que combine una modernización de las fuerzas armadas de cara a la amenaza islamista con una política exterior que fortalezca, de manera preferencial, la alianza con Estados Unidos, siendo indispensable a la vez, una labor educativa que incluya una revalorización social de las Fuerzas Armadas, en las consideradas guerras de cuarta generación, donde la información resulta primordial.
Es así, que como todos los conflictos armados a lo largo de la Historia, las guerras de cuarta generación requieren de una adaptación de los gobiernos, los Ejércitos y las poblaciones a la nueva situación.
I.4. Terrorismo ideológico: La Radicalización. El reclutamiento
Con relación al aspecto ideológico, ha habido un cambio de modelo o paradigma. Tal cual lo describe el Psicólogo Español David Garriga Guitart, en su libro “Yihad, ¿Qué es?”30, los métodos de reclutamiento han ido evolucionando. Por ejemplo, diferencia el método de radicalización empleado por Al Qaida, donde menciona que el proceso llevaba entre unos 4 a 5 años, en el cual el “candidato” alcanzaba un alto grado de compromiso con la red, lo que lo llevaba a “postularse” para una misión suicida, con un convencimiento tal que no lo hacía dudar de su cometido. Y esto se realizaba a través de sheijs en mezquitas31, mussala s32 y madrazas33, es decir, a través de hombres y de una manera directa, o a través de páginas. En cambio, el método empleado por I.S.I.S., ha registrado una evolución marcada, donde ya el proceso de radicalización dura entre 8 meses y un año y medio, y esto obedece a la necesidad de mayores caudales de combatientes, tanto en el campo de batalla, como así también en células de atacantes en Europa. Se hace de forma directa, empleando una política de seducción, en la cual no solo intervienen hombres, sino que es habitual el reclutamiento a través de mujeres.
Por su parte en el libro “Radicalización islamista y terrorismo: claves psicosociales”, de Manuel Moyano y Humberto Trujillo34, refiere a los modelos de radicalización, dando como ejemplo el “modelo de pirámide”, donde el individuo va subiendo de escalón, hasta completar su proceso de radicalización que lo lleva a la cúspide del método. Comienza en la base de la pirámide en el escalón de “simpatizante”, luego pasa a “seguidor”, más adelante se transforma en “activista”, para llegar a “radicalizado” que lo llevará al último paso, al que ya denominan “terrorista”. El otro sistema, que funciona de una manera parecida, lo denominan “la metáfora de la cinta transportadora”, donde el sujeto va avanzando en sus etapas de radicalización, hasta llevarlo al final del camino que es el terrorista propiamente dicho. Toma como referencia gráfica, el ejemplo de una cinta transportadora de un aeropuerto.
Finalmente, y como evolución o cambio de modelo en lo que respecta a las ejecuciones, por parte de terroristas, citaremos la obra de Garriga Guitart, “Humillación y agonía: análisis conductual de las decapitaciones del Estado Islámico”35. Cuando observamos los videos, de muy mala calidad, de las primeras decapitaciones llevadas a cabo por el antecesor del ISIS, donde el prisionero era sometido a una fuerza brutal extrema para ser decapitado y donde el mensaje era expresado en idioma árabe por parte del verdugo. En los últimos años, la producción de estos videos ha cambiado, no solo en lo que respecta a una excelente calidad de imagen, sino en el método de ejecución propiamente dicho. Todo es parte de una ceremonia “macabra”, que llevan delante de una manera minuciosa. El ejecutor se encuentra vestido prolijamente con una ropa negra, con su rostro cubierto por una especie de capucha también de color negra. Utiliza un cuchillo de grandes dimensiones y muy bien afilado. Muy seguro en sus palabras y en su accionar, y sin ejercer una imagen de brutalidad extrema, pese al acto salvaje que va a cometer. Por su parte el prisionero viste ropas tipo overall de color naranja, que representa el mismo tipo de uniforme que utilizan los detenidos en Guantánamo36, apoyándose en la ley del Talión, “ojo por ojo”. Esta vestimenta, en muchas de las ejecuciones, se puede observar manchada, generalmente en la zona de abdomen y pecho, que vendrían a intentar representar el “sufrimiento” del prisionero. Este pronuncia de una manera muy calma el discurso que le es impuesto por sus captores. No solo se utiliza el árabe, por parte del captor. Muchas veces se habla en inglés y otros idiomas. Incluso se utilizan, en los últimos tiempos, el portugués y hasta el español. El prisionero habla en el idioma de su país y con ello intenta llegar no solo a las autoridades de su Estado, sino al pueblo de su origen. El mensaje hace referencia a las acciones su país con relación a los habitantes del Estado Islámico. Finalmente se destaca la imagen serena del prisionero, que difiere mucho de las ejecuciones de los principios de la invasión. Esto se debe a que los ejecutores realizan “simulacros” frecuentes de ejecución, donde llega un momento que el prisionero cree que es una simulación más, cuando llega su momento de ser ejecutado. En estos renglones podemos llegar a la conclusión que el modelo o paradigma, en relación a estos hechos, ha cambiado, con lo cual lo podemos sumar a la lista de cambios o rupturas de los modelos en la práctica terrorista.
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