Porras, José Libardo, 1959-
Cuentos: José Libardo Porras / José Libardo Porras. -- Medellín: Editorial
EAFIT, 2019
164 p.; 21 cm. -- (Debajo de las estrellas)
ISBN 978-958-720-589-3
1. Cuento colombiano. I. Tít. II. Serie
C863 cd 23 ed.
P838
Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas
José Libardo Porras
Cuentos
Colección Debajo de las estrellas
a cargo de Juan Diego Mejía
Primera edición: agosto de 2019
© José Libardo Porras
© Editorial EAFIT
Carrera 49 No.7 Sur-50
Tel. 261 95 23, Medellín
http://www.eafit.edu.co/fondoeditorial
Correo electrónico: fonedit@eafit.edu.co
ISBN: 978-958-720-589-3
Dirección editorial: Claudia Ivonne Giraldo G.
Edición: Marcel René Gutiérrez
Diseño y diagramación: Alina Giraldo Yepes
Imagen de carátula: Yamile con medias moradas , 1991. Flor María Bouhot (Bello, Antioquia, 1949)
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial
Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158 emitida el 13 de febrero de 2018
Editado en Medellín, Colombia
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
José Libardo Porras, un narrador total JOSÉ LIBARDO PORRAS, UN NARRADOR TOTAL En los años ochenta, el maestro Manuel Mejía Vallejo identificó entre los asistentes a su taller de escritores en la Biblioteca Pública Piloto a José Libardo Porras, que entonces era un muchacho alto y callado que escribía cuentos, poemas y decía tener ánimos para meterse a hacer una novela. Mejía Vallejo tenía muy buen ojo. El muchacho empezó a destacarse entre los talleristas y en los concursos de cuentos que se hacían en Colombia en los años ochenta y noventa. En 1996 ganó el Premio Nacional de Cuento de Colcultura con un conjunto de historias sobre la vida de los presos en la cárcel de Bellavista. En esos momentos José Libardo ya tenía un nombre en la narrativa colombiana. Había publicado Es tarde en San Bernardo (1984), un libro de cuentos cuyas historias transcurren en un vecindario de obreros y artesanos en el que todavía existían los guapos que desafiaban la noche, y donde se podía sentir el valor de las vidas sencillas, el olor de los graneros, los sonidos de la cotidianidad de la clase media. También había ganado otros concursos y publicado más libros. O sea que el reconocimiento nacional que le daba el premio de Colcultura no lo sorprendió con las manos vacías. José Libardo también cumplió la promesa de escribir novelas. Hijos de la nieve (2000) mostró un estilo de narración interior que más tarde iba a desarrollar en Happy birthday, Capo (2008), una novela que narra el último día de la vida del narcotraficante Pablo Escobar. Otras novelas suyas son el testimonio de la búsqueda de una voz capaz de narrar historias de mujeres sin los sesgos que suelen delatar a los escritores hombres cuando escriben acerca del corazón femenino. Fuego de amor encendido (2003) y Fugitiva (2009) encarnan esta concepción de la literatura. Treinta y cinco años después de la aparición de su primer libro de cuentos, José Libardo Porras ha llegado a un punto alto en su obra. Novelas como Adentro, una hiena (2015) y Lucky (2019) exploran el rostro secreto de la muerte. Ahora José Libardo es un autor total que no ha esquivado ningún tema y no ha dejado de experimentar con la palabra. En este conjunto de narraciones y poemas, escritos a través de más de tres décadas de trabajo paciente y constante, hemos escogido una selección de sus cuentos que merecen estar a la altura de los mejores de nuestro tiempo. Es un honor para la colección Debajo de las estrellas presentar esta antología de cuentos de José Libardo Porras. Juan Diego Mejía
Juan Diego Mejía
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Margarita MARGARITA —Margarita, ¿por qué no has lavado la ropa? Margarita, como si nada, sigue organizando los muebles, los cuales han aprendido a reconocer sus sitios: ella los toca y de inmediato se deslizan por la superficie de baldosa hasta donde les corresponde. —Margarita, ¡quedó mal barrido! Margarita persiste en lo suyo. Las palabras de doña Tulia se pierden en el aire. ¡Sí, señora!, ¡No, señora!, es todo cuanto dice Margarita mientras va de un lado a otro con un trapo polvicida. —¡Margarita! ¡Una crema de coco! –gritamos desde el exterior de la reja de hierro. Al momento vemos a Margarita emerger en lo profundo de la vivienda y acercarse con un platillo y en él la crema que le hemos pedido, y que recibiremos a cambio de una moneda de diez centavos. Margarita no sale de casa sino para ir a la tienda de don Pablo a comprar lo del diario y para acompañar a la señora a la iglesia o a visitar un vecino enfermo. —¡Qué hay, Margarita! –la saludamos. —¡Qué hay, muchachos! –responde. Nos gusta su voz como de cristal que se rompe. Pero ella disfruta más quedándose en casa para atender a los compradores de helados, escuchar el capítulo de Aquí resolvemos su caso o leer vidas de santos en los libros que dejó el difunto. Al comienzo de su viudez, doña Tulia disponía de medios y podía darse vida de reina: tenía criada y convidaba a reuniones para tomar el algo, consistente en tazas de chocolate espumoso con buñuelos, empanadas de carne o parva recién horneada. Las invitadas admiraban lo eficiente y querida que era Margarita, lo rico que cocinaba Margarita, lo linda que Margarita mantenía la casa. Pero la herencia se agotó y ya no habría más tazas de chocolate con buñuelos, entonces todas las comensales pusieron pies en polvorosa. Margarita, por el contrario, se ofreció a quedarse sin cobrar salario y, aprovechando que estaba en una de las pocas casas donde había nevera, por propia iniciativa empezó a hacer helados para vender y ayudar en los gastos. Ahora son almas gemelas: una vive sintiéndose patrona, ama y señora; la otra, criada. Y la casa continúa linda y en ella se come rico aunque ya no vayan visitantes encopetadas que se sorprendan de esa nobleza de Margarita, que no requiere ni luces ni estruendos para manifestarse. De Es tarde en San Bernardo (1984)
Ismael
La antena de televisión
El teléfono
El perdón
Bicicleta-dos
Cruce fatal
Un amigo de papá
Acto de amor
El “pero”
La cita
Lavatorio
En la taberna
Elena
Niña mía
El abuelo
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