Sin embargo, y en honor a la verdad, la evolución del conocimiento ha llevado a que en nuestros días “el asiento de las emociones” le sea atribuido al cerebro en su totalidad (cortical y subcortical) y no específicamente al mesencéfalo.
Un párrafo aparte merece el hipotálamo, región del encéfalo situada en la base cerebral (antiguo segmento del cerebro anterior) unida por un tallo nervioso a la hipófisis, en la que residen centros importantes de la vida vegetativa. Éste influye directa o indirectamente en todas las funciones del organismo y del sistema límbico. Mc Lean lo denominó como “cerebro visceral” por su clara influencia en las vísceras controladas por el sistema nervioso autónomo.
El superior, neocortex o corteza, es el cerebro propiamente dicho. Está compuesto por dos hemisferios (en realidad “cuartos” de esfera), el izquierdo y el derecho que, de acuerdo con los estudios científicos de las dos últimas décadas, funcionan como dos cerebros separados: “es la unidad que programa, regula y verifica el comportamiento” . Sin él, por ejemplo, no tendríamos la capacidad de pensar por anticipado. A grandes rasgos, el hemisferio izquierdo es el racional, analítico, lógico, verbal, numérico, razonador, realista. Por su parte el derecho es el intuitivo, sintético, difuso, imaginativo, holístico.
De la integración armoniosa de estos “dos cerebros” (los dos hemisferios cerebrales) nos habla el comportamiento de cada ser humano.
Según Mc Lean “el hombre se forja hombre, luchando contra el animal que es”, y esto se explica por cuanto “los comportamientos inferiores y arcaicos – sexual, gregario, agresivo, predominantes de los cerebros inferiores – están en lucha frente al cerebro nuevo que intenta darles un sentido superior y su correcta canalización”.
Los tres cerebros, según la teoría de McLean(Fuente:
“Energía Radiante”, Padre Ricardo Gerula)
Cuándo a un niño de 2, 3 o 4 años, día tras día sus padres una y otra vez le gritan: “¡Sos un tonto!”, “¡Sos un estúpido!”, “¡Nunca vas a servir para nada!”, “¡Nunca vas a llegar a nada!”, él siente amenazada su seguridad tanto física como mental. Se le dispara el cerebro medio, desconecta el superior, y termina comportándose como un tonto o estúpido. Pasan los años, llega a la adolescencia o adultez y si por ejemplo, ante un examen en la secundaria o la universidad, el docente a cargo del mismo logra alterar por algún medio su seguridad disminuyendo su autoestima, automáticamente caerá bajo el influjo del cerebro medio y volverá comportarse como un tonto o un estúpido. Y ya sabemos cómo le irá en su examen ¡aunque tenga 180 de cociente intelectual o su equivalente emocional!
En forma análoga acontecerá lo propio con su salud.
De ahí la capital importancia de mantener una integración armoniosa entre los tres cerebros, para que su finalidad ya citada: establecer un puente entre el medio interno y el externo del ser humano, se dé acabadamente.
Por el ejemplo apuntado, queda en claro cuanta responsabilidad tenemos en ello los padres, especialmente en la relación con nuestros hijos en sus primeros años de vida.
Me encontraba realizando la revisión final de este tema, cuando un querido amigo, Víctor Peluffo, publicó el siguiente texto en Facebook, accediendo a que lo incluyera aquí. Dice así:
“Al nacer nuestro cerebro REPTILIANO viene marcado con una impronta ancestral, difícil de modificar. Estará presente en momentos extremos o de resolución de nuestra vida, y al instante de reconocer el sello primitivo, yo lo llamo “hacerse cargo de quiénes somos”.
Al momento de interactuar con el medio, nuestro cerebro LÍMBICO se va impregnando de información proveniente de las emociones. Desde la vida intrauterina y por el resto de ella, siempre va mutando. Algunos aseguran que luego de cierta edad, el cerebro no aprende y esto no es cierto. Millones de células nerviosas se activan y crean nuevas conexiones gracias a nuevas experiencias y nuevas emociones. Claro está que ello es posible en virtud de las emociones a las que nos permitamos exponernos a lo largo de nuestra vida. Quienes nos atrevemos a vivir la magia de la vida, generamos una bioquímica especial y nuestro cerebro permanece joven por mas cantidad de años. Asumiendo riesgos y exponiéndonos a la incertidumbre del “voy a intentarlo” sin importar el resultado aceptando que la magia de la vida se encuentra en el viaje y no en el destino final.
Los que comprendemos la magia de la vida, tenemos hábitos de comportamientos y desarrollamos una especial conducta de quitarnos permanentemente de la zona de confort. Así transformamos nuestro paso por la tierra en una aventura exquisita que vale la pena saborear en todas sus formas.
En edad escolar comenzamos a entrenar nuestro cerebro CORTICAL. Para mi gusto el más ingrato de los tres. Es capaz de hacernos comprender que dos más dos es cuatro, y también es quien nos deja trampas a cada paso. Es el que nos hace permanecer más tiempo del saludable anclado en el “no puedo” dentro de nuestra limitada y temerosa zona de confort.
Los que vivimos la magia de la vida, comprendimos en forma temprana, que no hay mayor pérdida que la de no haberlo intentado.
Los que vivimos la magia de la vida, a los “no se puede” les respondemos siempre con un taxativo “y que”.
Los que vivimos la magia de la vida pateamos el tablero e iniciamos un nuevo ciclo inmediatamente después del ciclo que acaba de finalizar. Que si es fácil, no, quien dijo que lo es. La incertidumbre suele quemar, pero una vez iniciado el camino con fe, se retrae y solo nos focalizamos en el poder de la intensión.
Los que vivimos la magia de la vida no nos lamentamos de lo que no se logró, solo agradecemos la experiencia y con mayores armas emprendemos otro proyecto, o el mismo, pero más enriquecidos. A las trampas impuestas por nuestro cerebro cortical, le jugamos una pulseada con nuestro cerebro límbico y reptiliano. Solemos ganarle la pulseada al muy ingrato, pues arremetemos con el fuego de la semilla Y el poder de las emociones.
Los que vivimos la magia de la vida podemos identificar las trampas del cerebro comprendiendo que sólo los que actuamos con gratitud y apasionadamente estamos condenados a la obtención de nuestros sueños.”
Analizar las funciones de cada uno de nuestros tres cerebros servirá para discernir mejor el comportamiento humano y su relación con los estados de salud/enfermedad.
Por su parte el Sistema Nervioso Periféricose divide en dos: el sistema nervioso de la vida de relación y el sistema nervioso autónomo.
El sistema nervioso periféricoestá constituido por nervios y ganglios. Los nervios se agrupan en:
• Craneales
• Raquídeos
Los nervios craneales son 12 pares: unos son sensitivos, otros son motores y otros son mixtos.
Por su parte los raquídeos constituyen 31 pares que se dividen, como las vértebras, en: cervicales, dorsales, lumbares, sacros y coccígeos.
Este sistema nervioso básicamente conecta los órganos receptivos (ojos, oídos, piel) con los órganos efectores (músculos, glándulas). (Carpenter, M.B. (1994).
El sistema nervioso autónomo– un sistema efector – tiene una acción periférica que cumple mediante dos tipos de fibras: preganglionares y posganglionares. Las primeras son mielínicas y realizan sinapsis con las células de los ganglios, mientras que las segundas son amielínicas, o escasamente mielinizadas, haciendo sinapsis con el órgano efector. (Houssay B. y colaboradores, 1976).
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