CAPÍTULO 3
La primera lección
3.1 El amor es. Enseña por el mero hecho de ser lo que es. No hace nada. No se esfuerza. No triunfa ni fracasa. No está vivo ni muerto, por lo que siempre ha sido y siempre será. No es algo específico del ser humano. Es en relación con todo. Todo con todo.
3.2 De la misma manera que el verdadero conocimiento no se puede aprender, el amor no se puede aprender, ni tú tampoco puedes ser aprendido. Todo lo que deseas y no puedes aprender ya está consumado. Está consumado en ti. Es lo que eres. Imagina el océano o el guepardo, el sol o la luna, o incluso el mismo Dios intentando aprender lo que son. Son lo mismo que tú. Todos existen dentro de ti. Tú eres el mismo universo.
3.3 Es un universo compartido, sin divisiones. No hay secciones, ni partes; no hay dentro ni fuera; no hay sueños ni ilusiones que puedan escapar o esconderse, desaparecer o dejar de ser. No hay ninguna condición humana que no exista en todos los seres humanos. Es completamente imposible que uno tenga lo que otro no tiene. Todo es compartido. Esto siempre ha sido verdad, y siempre lo será. La verdad es la verdad. No hay grados de verdad.
3.4 Tú no eres forma, ni tampoco lo es tu mundo real. Buscas el rostro de Dios en la forma, así como buscas el amor en la forma. Tanto el amor como Dios se encuentran ahí, pero no son la forma que ven los ojos de tu cuerpo. Del mismo modo que las palabras que ves en esta página son sólo símbolos de un significado que trasciende en mucho lo que los símbolos pueden sugerir, así también es todo aquello y son todos aquellos que hay a tu alrededor, tanto aquellos que ves como aquellos que tan sólo puedes imaginar. Buscar el “rostro” de Dios, incluso en la forma de Cristo, es buscar lo que por siempre es sin forma. Alcanzar la verdadera visión es empezar a ver lo que no tiene forma. Empezar a ver lo que no tiene forma es empezar a comprender lo que eres.
3.5 Todo lo que ahora ves son sólo símbolos de lo que en realidad tienes ante ti, en una gloria que trasciende tus imaginaciones más profundas. Sin embargo, persistes en desear únicamente lo que tus ojos pueden ver y tus manos pueden sostener. Llamas a estas cosas “reales”; y a todo lo demás, “irreal”. Puedes cerrar los ojos y creer que estás en la oscuridad, pero no creerás que ya no eres real. Cierra los ojos a todo lo que te has acostumbrado a ver. Y verás la luz.
3.6 En la luz que llega únicamente a los ojos que ya no ven, encontrarás al Cristo que reside en ti. En Jesucristo, el Hijo de Dios se convirtió en el hijo del hombre. Él caminó por el mundo con un rostro muy parecido al tuyo, con un cuerpo con dos piernas y dos brazos, diez dedos en las manos y diez en los pies. Y sin embargo, sabes que ése no era Jesús, ni tampoco es ésa una imagen de Cristo. Jesús puso un rostro al amor, así como lo haces tú aquí. Pero el amor no se adhirió a la forma diciendo: “Esto es lo que soy”. ¿Cómo puede algo tener una forma, excepto en símbolos? Un escudo familiar, una sortija materna, una alianza matrimonial, son lo mismo: la representación de lo que simbolizan en la forma.
3.7 No existe ninguna forma que no sea así. Una forma es tan sólo una representación. Ves un millar de formas cada día con nombres distintos y funciones diferentes, y no piensas que son todas lo mismo. Atribuyes un valor a cada una a partir de su utilidad o su aspecto agradable, su popularidad o su reputación. Sitúas a cada una en relación contigo, por lo que ni siquiera ves la forma como es, sino sólo en función de lo que hará por ti. Encierras la forma en el significado que le das, y aun así, el significado que le das es más cierto que su forma. El significado de todo es el que tú le das, y de esta manera pueblas tu mundo con ángeles y demonios, cuya condición se establece en función de los que quieren ayudarte y los que quieren ponerte trabas. Así determinas quiénes son tus amigos y quiénes tus enemigos, y tienes amigos que se convierten en enemigos y enemigos que se convierten en amigos. Mientras que un lápiz puede en esencia seguir siendo un lápiz a tu juicio, por lo menos en tanto conserve todas las cualidades que has decidido que un lápiz debe tener, pocas personas son capaces de exhibir las cualidades que has establecido de antemano que deben poseer en todo momento y lugar. Y así, una te defrauda y otra te cautiva, una defiende tu causa y otra te desacredita. En todos los escenarios, sigues siendo el artífice de tu mundo, al atribuirle sus causas y sus efectos. Si esto es posible, ¿cómo no va a ser simbólico el mundo, y cómo no va a ser el significado de cada símbolo, elegido por y para ti? Nada es lo que es, sino sólo lo que es para ti.
3.8 Ante esta gran confusión se presenta una sencilla aseveración: “El amor es”. Inalterable, un símbolo únicamente de sí mismo, ¿cómo puede dejar de ser todo, o de contener todo significado? No hay forma que pueda englobarlo, porque el amor engloba toda forma. El amor es la luz en la que la forma desaparece y todo lo que es, se ve como es.
3.9 Tú, que buscas ayuda, te preguntas ahora cómo te va ayudar esto. ¿Qué más queda por decir que no se haya dicho? ¿Qué son estas palabras sino símbolos, según yo mismo he reconocido? La ayuda llega a través de lo que las palabras simbolizan. No necesitas creer en las palabras ni en el poder de los ejercicios para cambiar tu vida, porque estas palabras se adentran en ti como lo que son, y no como los símbolos que representan. Una idea de amor se planta ahora, en un jardín rico en aquello que lo hará crecer.
3.10 Todo nace de una idea, de un pensamiento, de una concepción. Todo lo que se ha materializado en vuestro mundo se concibió primero en la mente. Aunque sabes que esto es cierto, sigues creyendo que tú eres el efecto, y no la causa. Esto se debe en parte a tu concepto de la mente. Tal como la concibes, así será para ti. Aunque muchas enseñanzas han intentado desalojar este concepto al que tienes tanto apego, al utilizar la mente para moverte entre conceptos, has sido incapaz de permitir que tenga su efecto. Esto se debe a que crees que tu mente controla lo que piensa. Crees en un proceso de entrada y salida de información; todo completamente humano y científicamente demostrable. El nacimiento de una idea es, entonces, el resultado de la idea que la ha precedido, de ver algo antiguo como nuevo, de mejorar una idea anterior, de tomar información diversa y recopilarla en una nueva configuración.
3.11 ¿Qué ha significado esto para el aprendizaje que no es de este mundo? Significa que lo filtras a través de la misma lente. Lo concibes de la misma manera. Pretendes agregarlo, de modo que sirva para mejorar lo anterior. Buscas pruebas que demuestren que, si te comportas de determinada manera, ocurrirán ciertas cosas en consecuencia. Como un niño que aprende a no tocar la estufa cuando está caliente para no quemarse, o que aprende que una manta cálida lo reconforta, lo sometes a mil pruebas que dependen de tus sentidos y de tu juicio. Al creer que sabes lo que te hará daño y lo que te reconfortará, sometes lo que no se puede comparar a lo comparable.
3.12 No pienses que tu mente, tal como la concibes, aprende sin comparar. Todo es verdadero o falso, correcto o incorrecto, negro o blanco, caliente o frío, exclusivamente en función del contraste. Una sustancia química reacciona de una manera, otra reacciona de distinta forma, y crees que el aprendizaje solamente tiene lugar si estudias las dos.
3.13 No has abandonado la idea de que tú eres quien controla lo que aprendes, ni tampoco has aceptado que puedes aprender de una manera distinta de como has aprendido hasta ahora. Por lo tanto, nos desplazamos de la cabeza al corazón para aprovechar los conceptos que sostienes sobre el corazón, que son mucho más acordes con el aprendizaje que no es de este mundo.
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