Si desconoces la magia espiritual, si jamás has entrado en ti o sostienes por ignorancia una falsa devoción, no debes atemorizarte, ni ser duro contigo. No descubrir los talentos que proporciona tu ser es igual a estar muerto, aunque no hayas vivido no significa que nunca lo hagas, que estés destinado a un sepulcro espiritual. Quizá solo vivas en la mente y en el cuerpo, en lo que aporta placer, un disfrute efímero y un falso sufrimiento. Es hora de transitar senderos diferentes, llenarte de nuevas experiencias, de vitalidad y sobre todo: de amar sin límites. En cuanto más amemos, más nos estaremos acercando a aquello para lo cual fuimos creados, porque cada uno de nosotros no está aquí más que para aprender del amor; de las miradas, las palabras, los gestos, que nos dan la posibilidad de enmendar cualquier error del pasado. El amor eleva y redime.
El camino estrecho es el más difícil y el liviano es el que impone el mundo. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de esto, que todo lo forzado siempre está en nosotros porque nos acostumbramos a seguir, a conformarnos con los que nos dijeron nuestros padres y abuelos, los que nos trasmitieron los maestros. De manera que pocos quieren más (o mejor, quieren), pero no se animan a trabajar por ello.
El mundo te dará estás consignas: “ ¡Corre! ”, “ ¡Desoriéntate! ”, “ ¡Resígnate! ”.
Mucha gente vive hiperactiva, se levantan temprano, trabajan, van al gimnasio y ocupan todo su tiempo convirtiéndose en rehenes del reloj. Tampoco logran la paz y la armonía deseadas, es precisamente porque van afuera y no adentro, en su interior, luego de esto surge la desazón, la desesperanza, el fastidio y por último la resignación. Se pierde la fe y el vivir de forma nociva y enfermiza se naturaliza.
Todas estas conductas nos conducen lejos de nuestra realidad. Si olvidamos lo natural de la vida: reír, intimar, crear, perdonar y amar, no daremos en el blanco. Si no estamos dispuestos a orar, a cultivar nuestra vida espiritual, estaremos ineludiblemente destinados al fracaso. Es la razón por la que el amor solo aparece en las telenovelas, pero es un amor ficticio; el amor verdadero incomoda, incomoda porque es genuino, limpio, sano y construye puentes donde todos ven grietas y abismos.
Está en cada uno la decisión de ser personas de bien o no, está en nosotros disfrutar y agradecer lo que la vida nos pone en el camino y sortear cada obstáculo, o solo renegar, retroalimentar el dolor, el rencor y el odio. Si te alejas de tu misión personal, si renuncias a tus dones, el universo no pondrá obstáculos en tu camino, no tendrás menos valía por ello, pero estarás limitando tus sentidos espirituales. La sed y el hambre te acompañarán a lo que traducirás como frustración, y solo será la desconexión contigo.
Verterte al exterior por vanos placeres es un camino dulce al comienzo, pero lleno de tristezas, nada en efecto suple el regocijo de fluir. Si te impones ante tu ego, lo miras de frente y entiendes cuán innecesario es, le quitas el poder, lo desinflas.
El ego es una coraza, una máscara. Todos en algún instante de la vida, consciente o inconscientemente, usamos máscaras, aparentando lo que no somos. El problema reside en que no podemos pasar la vida entera fingiendo, procurando ser lo que no somos.
Algunos van a las iglesias, oran largas horas y cuando llegan a sus hogares, o en sus trabajos son personas totalmente diferentes, renegadas y sin esperanza; eso es hipocresía (una máscara).
¿Por qué muchos van a las iglesias y solo piden? Bendición, sanación, prosperidad económica, de manera que lo supremo es solo un medio para su conveniencia. Dios se convierte en un aliado que solo debe asentir a los reclamos y quejas. Sé agradecido, siéntete contento con lo que te “tocó”, porque estés donde estés, nada ni nadie te puede impedir de llegar adonde quieres, a tus metas más profundas, tu eres el mentor, o el suicida de tus sueños.
Cuando hablamos de lo supremo, de los credos, muchas personas se mantienen en una infancia espiritual alarmante. No estamos en la vida para debatir, discutir sin sentido. No estamos para juzgar ni criticar a los demás, aquel que despotrique una doctrina tiene miedo, lo desconocido da miedo y habla a las claras de la propia inseguridad. Podremos parlotear todo el día, pero si juzgamos al prójimo, si nos carcome un celo inmaduro, esa comunión universal habrá sido solo una ilusión.
Más que con palabras oramos con las obras, con todo lo que nos demande la vida en ese instante, sin alardes y con simpleza. Los primeros eremitas, conocidos como “padres del desierto”, batallaron grandes combates sobrenaturales, muchos de ellos solo meditaban en el nombre del Señor: “Jesús, ten piedad de nosotros”. Alcanza la intención profunda para entrar en la vida contemplativa, es transformarse internamente, el nombre de Jesús tiene un gran poder.
Es el motivo por el que no te prometa el éxito, las riquezas de este mundo, mi único propósito es el que despiertes, no tengo otro, más que sacarte de tu zona de confort. Quiero que luches por encontrar la vida de espíritu, tu vida es mucho más sagrada de lo que crees, mucho más radiante, recuérdalo. No podemos medir la grandeza en cuanto a títulos, a los talentos que desarrollamos en la cotidianidad, no puede estar la vara elevada solo en el dinero, ya que hay gente adinerada y honores con mucha frustración. Por otro lado, personas gentiles y llenas de pasión, que no tienen puesta sus metas en otra cosa más que en trascender mediante pequeños gestos, como el cariño, la entrega diaria.
Hay un desafío que debe afrontar cada alma, no importa el tiempo que transcurra, lo deberá enfrentar y decidir; esto es, vivir dentro de uno y dominar su mundo interior, o ser arrastrado viviendo fuera. Afuera es divertido porque vamos al cine, porque nos relacionamos con las personas que queremos, pero después de esto hay que volver a la casa, descansar y cargar fuerzas. Lo mismo ocurre en la vida interna, salimos por un rato, pero debemos regresar, cerrar los ojos y nutrirnos en la oración, reflexionar y expandir esa fortaleza.
El alma que entre en sí, se relacione poco a poco con la vida interior, no medirá como antiguamente lo hacía, recogerá aguas frescas que le darán una lucidez radiante. No será indiferente en su entorno, obrará justicia y piedad, será religiosa, contemplativa, reverenciará la creación. Reverenciar la creación amando a cada ser con sus tintes e improntas, la luz mella el corazón endurecido y viejo, le otorga la mirada fresca y perdida.
Todas las personas tienen objetivos trazados, sueños por cumplir, algunos medios dormidos y otros a flor de piel. Los sueños son elementales para no bajar los brazos, está genial presionarse, pero es bueno tomarse un tiempo, como cuando hemos amasado y damos espacio a que leve la levadura. Este descanso no debe ser ordinario, no es como el del sujeto que se apresura a llegar a su casa para reclinarse en el sofá y mirar la televisión, no te automatices, estás llamado a sorprenderte a cada instante, a saborear la cotidianidad, la experiencia sencilla del amor.
El don más grande del universo es el amor, nadie lo acepta tal cual es, ya que el amor verdadero trae lágrimas y alegrías. Es como una rosa: tiene su fragancia, sus suaves pétalos y sus espinas; el apasionado de las rosas las valora tal cual son, las quiere tal cual son... Si se pusiera a quitarle la espina a una de ellas ya no sería la misma, su magia se perdería. Cuando amas a alguien sucede algo similar, lo aceptas con sus virtudes y defectos, con sus luchas y sosiegos; si intentas cambiar su personalidad drásticamente solo herirás sus sentimientos y al igual que la rosa con el tallo dañado, se marchitará.
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