En ejercicio de la soberanía, durante la modernidad se llegó hasta el control por parte de los Estados capitalistas nacionales de un sistema económico altamente productivo, la defensa de la promesa republicana de la inclusión igualitaria de todos los ciudadanos y la creación de la idea de que los destinatarios de las leyes son sus autores. Sin embargo, al comenzar a enfrentarse a la ruptura de las fronteras de la economía, de la sociedad y de la cultura que habían sido construidas sobre las bases territoriales que se remontan al siglo XVII, el Estado nacional parece haber llegado al límite de su eficacia. 14
2.2. La crisis del Estado nación
Kalulambi afirma que el Estado nación, en cuanto construcción política, nunca ha sido estable, viéndose minado permanentemente por contradicciones internas y externas 15sin que el fin de la bipolaridad hubiera atenuado estas contradicciones, pues la mayoría de tales conflictos tienen una causa económica común arraigada tanto en la crisis del modelo capitalista liberal, incapaz de ofrecer bienestar a todos, como en la del modelo comunista.
Frente a esa visión está la de quienes sostienen que luego de haberse consolidado como la forma de organización política de la modernidad, funcional al capitalismo, el Estado nación entra en crisis justamente porque el fin de la bipolaridad permitió la expansión de un único modo de producción a escala planetaria, sustentado en el poder de la técnica, 16cuyo carácter incondicionado e irrestricto ha favorecido la formación de superpotencias que amenazan la existencia de los Estados nacionales, poniendo en jaque su soberanía. 17
En efecto, la globalización neoliberal 18ha afectado en gran medida la concepción misma de los Estados, ya que mientras ellos se desenvuelven basados en referentes tradicionales en los cuales el tiempo y el territorio son partes fundamentales en la forma en que se organizan y desarrollan, los tiempos cortos que demanda la globalización y la falta de territorialidad están más cercanos al mercado, escenario en el cual el poder económico de las grandes empresas transnacionales las sustrae del control estatal. 19
Los Estados nacionales han quedado como meros espectadores que poco pueden hacer ante la integración progresiva de la economía mundial a partir de la producción internacional y aunque en el ámbito interno siguen participando en la economía de mercado, lo hacen introduciendo modificaciones a sus marcos normativos a favor de las empresas, en lugar de definir, como antes lo hacían, el campo de operación de las economías nacionales, evidenciando el declive de su autoridad, perdiendo cada vez más el control y sin poder fijar límites al mercado. 20
La consecuencia de la expansión de la ideología neoliberal, que está en la génesis de la globalización, dio lugar a que la apertura comercial y la desregulación de los mercados provocara inicialmente en los países periféricos consecuencias desastrosas para el empleo, la pequeña empresa o el nivel de vida de los trabajadores y la gran masa de la población, y a más largo plazo afectara gravemente a los propios países desarrollados, y a Estados Unidos en particular, dando lugar al desarrollo de un nuevo sistema financiero de carácter esencialmente especulativo en detrimento de la producción y el empleo. 21
Lo que resulta paradójico es que, como anota González, si bien es cierto que el Estado ha sido un promotor de parte importante de las crisis, también lo es que le ha correspondido realizar los rescates financieros producidos por ellas, evidenciando que aún le queda buen potencial para hacer frente a otras crisis políticas y económicas, y por ende sigue teniendo un importante papel que desempeñar para enfrentar los riesgos que la pretendida supremacía de la gobernanza financiera internacional supone para sus nacionales. 22
Ante los embates de la globalización, un primer grupo de Estados, del cual forman parte aquellos que tienen una muy mermada capacidad en términos comparativos frente al poder político, económico y en ocasiones hasta bélico, de los actores no estatales, simplemente han sido arrastrados por la corriente y su inacción o sumisión los ha puesto en una situación de asimetría brutal, sin redistribución de la riqueza y de sectorialización toyotista, que ha polarizado internamente a sus sociedades. 23
Un segundo grupo de Estados se ha refugiado en la nostalgia nacionalista, induciéndolos hacia una conducta regresiva, que en el medio internacional promueve la primacía del interés nacional y la razón de Estado maquiavélica, como lo evidencian las posiciones de los gobiernos de países como Estados Unidos, Rusia, Hungría, Polonia y Turquía, cada uno desde lo que conciben como la defensa de sus intereses nacionales. 24
Por último, hay un tercer grupo de Estados que ha asumido una perspectiva cosmopolita, a partir del reconocimiento de que el Estado actúa en un complejo conglomerado de relaciones políticas en el que interactúan viejos y nuevos actores que, gracias al desarrollo tecnológico, ha posibilitado la maximización de flujos de bienes, capitales e información, por lo cual ven en la globalización una oportunidad para fomentar un orden cosmopolita que beneficie la totalidad del sistema ante la premisa de que todos, en mayor o menor medida, están expuestos a crisis comunes, como lo evidenció la crisis financiera de 2007. 25
Ahora bien, frente a la atribución de la crisis del Estado nación a la globalización, hay otros que señalan que si bien este fenómeno ha contribuido decisivamente a su agudización, de tiempo atrás ya se venían presentando fisuras y debilidades de esa forma de organización política de las sociedades, que cuestionaban si la soberanía territorial y la afiliación lingüística o cultural con una identidad nacional son las mejores proveedoras del bienestar social y económico y de la representación política.
En ese sentido, no sería solo la globalización la que habría causado el debilitamiento del Estado nación, sino también, y especialmente, sus propias contradicciones, caracterizadas como crisis y dilución de la matriz de la nacionalidad, que propiciaron la emergencia de actores locales que, dentro de los propios Estados, se han ido formando paralelamente a la globalización, sea como un movimiento complementario, sea como un movimiento de resistencia, que han puesto en tela de juicio la superioridad estatal. 26
En esa medida, también hay una fuerza desarticuladora del Estado nación en los cambios en los niveles regional y local, expresados en la fragmentación de antiguos Estados nacionales, los movimientos separatistas, el avance de los procesos de descentralización política a escala prácticamente mundial y el surgimiento de nuevas formas de gobierno y organización institucional ancladas en lo local. 27
En la práctica, los actores y los gobiernos locales, apuntalados precisamente en los retos que la globalización plantea a los Estados nacionales, han venido adquiriendo cada vez más influencia en el conjunto del sistema, dada su mejor capacidad de respuesta, por la flexibilidad y adaptabilidad que les confiere su mayor proximidad con respecto a la población y el hecho de operar en una escala más reducida. 28
En ese contexto, las ciudades 29han emergido como verdaderos poderes locales con los cuales los Estados nacionales deben compartir sus decisiones, de manera que ya no son solo las grandes empresas trasnacionales, sino también los poderes locales los que están poniendo en tela de juicio la capacidad centralizadora del Estado nación, de tal modo que la acción conjunta de estas tendencias estaría determinando su vaciamiento.
En el caso particular de América Latina, los Estados nacionales han padecido una crisis estructural, calificativo que puede resultar antinómico porque, en su sentido lexicológico, una crisis es una situación súbita e inesperada, y los problemas comunes del subcontinente están lejos de haber aparecido de repente; por el contrario, han sido recurrentes y hasta previsibles, ya que todos tienen la misma base: el nivel de inequidad entre clases, que ha impedido incorporar a sus diversas poblaciones en una genuina ciudadanía nacional.
Читать дальше