Asimismo, se busca plantear otra causalidad para el régimen dictatorial, que no lo explica como “respuesta al desafío insurgente”. Siguiendo las intuiciones certeras de Rodolfo Walsh, sostiene: “La dictadura se propuso imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas, que la resistencia social impedía fueran conculcadas”.19
Si el discurso del primer prólogo planteaba una sociedad ajena al conflicto social y agredida por dos violencias simétricas, el segundo prólogo centra su análisis en el accionar estatal y ubica a la sociedad como su víctima, eludiendo cualquier posicionamiento sobre las características de la lucha insurgente.
Tal como ocurriera con el prólogo de Sabato en relación con el sentido común reinante en 1984, el prólogo de Duhalde y Mattarollo condensa el estado de ánimo predominante en 2006, veintidós años después. En 1984, la generación que había vivido el conflicto social y la represión en los años 60 y 70 elegía ponerse por fuera de todo ello, como espectadores y víctimas de una confrontación que no asumían como propia. La “gente común” había sido agredida por “la violencia”. Más de veinte años después, la segunda generación encontraba en los organismos de derechos humanos (y en los propios Duhalde y Mattarollo) una versión que se articulaba mucho mejor con sus propios deseos, intereses y necesidades: los militares eran los responsables de desmembrar una lucha legítima que se parecía mucho más a la propia (la de los años 90) que a la que efectivamente se había librado y que por lo tanto debía eludir un solo tema: el de la lucha armada y su proyecto revolucionario.
Pero es en el espacio que deja este silencio elusivo donde comenzarán a anidar las nuevas disputas por el sentido. Alrededor de este silencio se nuclearán las fracciones más inteligentes de los perpetradores del genocidio y sus cómplices para resistir los avances logrados en los procesos de memoria colectiva. No les llevaría mucho tiempo comenzar a permear el sentido común, tanto en la primera generación (aún procesada por las funcionalidades de la teoría de los dos demonios) como, cada vez más, en la segunda y particularmente la tercera generación (ya no hijos, sino nietos de quienes vivieron los hechos y, por tanto, más posiblemente reactivos y críticos a los sentidos construidos por sus padres, aquellos que libraron las luchas de los 80 y primeros 90).
Los dos demonios (recargados)
Uno de los primeros en observar este desafío a los sentidos predominantes en el primer kirchnerismo fue el periodista Germán Ferrari en Símbolos y fantasmas, un libro publicado en 2009.20 Ferrari identificó muy tempranamente estas iniciativas, que constituían un giro fundamental del discurso de los cómplices y beneficiarios del genocidio. Ya no se trata de una defensa cerrada de las acciones represivas que busca la impunidad. Hay ahora un “reaggiornamiento”21 de la teoría de los dos demonios que operará mediante un rodeo. La construcción e igualación de dos demonios ya no es enunciativa; no alcanza con afirmar que la Argentina fue convulsionada por dos terrores. Esa equiparación será el resultado, el corolario de una operación previa: la igualación de las víctimas. Si el asesinado o desaparecido por el Estado está tan muerto como Rucci o Villar, un militar es tan asesino como un guerrillero, y si se juzga a uno, debe juzgarse al otro. La potencia de esta nueva versión radica en lo difícil que es desnudar la operación que anida en esa premisa inicial, aparentemente inapelable por evidente: ambos son asesinados.
El trabajo de Ferrari analiza cuatro casos de “víctimas” de la guerrilla (Aramburu, Larrabure, Genta y Rucci) y su utilización como estrategia de visibilización, precisamente, de lo que había sido eludido en la nueva construcción de memoria colectiva: la lucha armada. Con ello, este discurso “reaggiornado” busca una nueva equiparación en clave de “dos demonios”, pero ahora centrada en la condena de su faz “negada”: la violencia guerrillera (a la que erróneamente, pero sin ingenuidad, estas teorías califican como “terrorista”). Con consignas como “memoria completa”, buscan deslegitimar las conquistas en el sentido común producidas desde la reconfiguración de los años 90, trayendo a la discusión aquello que había sido eludido.
El primer paso lógico de esta operación, la igualación de las “víctimas”, va a copiar el mecanismo utilizado por la teoría de los dos demonios original: la despolitización y angelización como modo de construcción de empatía. Para ello, existen figuras más propicias que otras. Por eso, con el correr del tiempo, los nuevos discursos fueron dejando de lado a las figuras que tenían mayor condena pública, como los casos de Pedro Eugenio Aramburu (responsable del golpe de 1955, de los fusilamientos de 1956, figura emblemática de la represión para el pueblo peronista)22 o de Jordán Bruno Genta (intelectual señero del nacionalismo antisemita, antidemocrático y fascista).
Mucho más efectivos para la operatoria de construcción de empatía resultaban, por el contrario, personajes como Argentino del Valle Larrabure (subdirector de una fábrica militar, no vinculado explícitamente a tareas represivas) o José Ignacio Rucci (secretario general de la cgt en el momento de su asesinato). Estas figuras fueron rodeadas por otras claramente “angelizables” como María Cristina Viola (hija de tres años del capitán Humberto Viola, asesinada en la acción del erp [Ejército Revolucionario del Pueblo] contra su padre en diciembre de 1974), la de niños o mujeres que murieron en tiroteos en intentos de tomas de bancos u otros operativos insurgentes, la de conscriptos que cayeron en la defensa de cuarteles, entre otros casos de muertes sin vinculación directa con el aparato represivo.
Esa estrategia de equiparación incluyó la creación de organizaciones para nuclear a familiares de “víctimas del terrorismo”, asistidos ahora por profesionales jurídicos. Quizás la más emblemática resultará poco a poco el celtyv (Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas, cuyas siglas de algún modo emulan a las del cels, Centro de Estudios Legales y Sociales, uno de los organismos más profesionalizados de defensa de los derechos humanos, surgido durante la propia dictadura y uno de los más emblemáticos en esta visión “aséptica” de la defensa de los derechos humanos). El celtyv, con la conducción profesional de su presidente, Victoria Villarruel, comenzó a contar con mucha mayor visibilidad a partir de 2015, en particular en el prime time de la mayoría de los medios televisivos y radiales.
En el próximo capítulo, se analizará en detalle cómo esta versión recargada de la teoría de los dos demonios utiliza los argumentos principales de la versión original en un contexto nuevo y con objetivos e intencionalidades muy diferentes, así como se señalará el conjunto de diferencias entre ambas visiones y la complejidad y peligrosidad mucho mayor de esta versión recargada.
La llegada de Cambiemos y la disputa por las memorias colectivas
Esa disputa por los sentidos que se había iniciado alrededor de 2007 o 2008, una década después de la rebelión generacional de los años 90, necesitaría otra década más para salir de la relativa marginalidad en la que libraba la batalla hacia la conquista del sentido común. No será menor la influencia de la reversión de las lógicas continentales para posibilitar estas transformaciones, con los golpes institucionales (como en los casos de Paraguay, Honduras o Brasil), derrotas electorales (Argentina y Chile) o crisis políticas (Venezuela y Ecuador). La asunción del gobierno de Mauricio Macri (y, en especial, la derrota del kirchnerismo como representación del sentido común dominante en la primera década del siglo xxi) constituirá el punto de quiebre que posibilitará la emergencia masiva de muchos de los planteos que se habían ido incubando y haciéndose más elaborados y sutiles a lo largo de toda una década.
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