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Edición: Diciembre 2020
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Azur Grupo Editorial.
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Colección: Narrativa
© Paula R. Serrano
Edición: Azur Grupo Editorial
Corrección: Carlos C&M
Maquetación: Silvia Martínez Gil
Diseño de portada: Valero Pix
ISBN: 978-84-18479-33-5
DEPÓSITO LEGAL: AL 2830-2020
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IMPRESO EN ESPAÑA - UNIÓN EUROPEA
Nunca pensé que me sentaría delante de un ordenador para escribir sobre mí. Son cosas que siempre dices en plan coña como cuando le comentas a alguien… me han pasado tantas cosas en la vida que podría escribir un libro, pues es exactamente lo que voy a hacer: contar al mundo entero mi experiencia en esta vida y cómo aprendí de ella.
No es una historia de amor, no creo que haya mucho romanticismo en la obra, pero lo que puedo asegurar es que hay dolor, sufrimiento, odio y, en ocasiones, cosas buenas.
Todos los niños cuando son pequeños se encuentran felices en su ignorancia, no tienen preocupaciones de ningún tipo, solo el pensar a qué jugarán al día siguiente o con qué juguete lo harán, bien, pues yo no iba a ser menos que los demás.
Tengo muy buenos recuerdos, la gran mayoría de ellos en casa de mi abuelita; ella, para mí, era mi mundo, mi felicidad, ella se desvivía por verme sonreír cada día.
Yo no fui un bebé deseado, de hecho, fui un penalti por toda la escuadra. Por aquel entonces, mi madre era una cría, tan solo tenía diecinueve años y con esa edad no sabes ni lo que vas hacer con tu vida.
Mi padre es una persona para darle de comer aparte, él tenía veinticuatro años y era más bien la pieza de un puzzle que no sabía dónde encajaba.
En el momento que se enteró que le había hecho una barriga a mi madre, él decidió que no era su momento, que no estaba preparado para ser padre, cogió carretera y manta y dejó tirada a mi madre con todo su marrón.
Ella no entendía por qué le estaba sucediendo eso, ¿por qué el que tanto le decía que la quería, no le costó nada dejarla de esa guisa?
Mi madre tuvo que contar en casa lo ocurrido y la cosa no sentó muy bien. Ella procedía de una familia bien y le habían inculcado unos valores, pero, aun así, asumieron todo y decidieron tirar hacia adelante.
La barriga empezó a crecer y con ella los días se iban convirtiendo en infierno e incertidumbre; empezaron a aparecer sentimientos contradictorios, me odiaba a mí, se pasaba el día dándose puñetazos en la barriga, pero sobre todo se odiaba a ella misma por seguir locamente enamorada de él.
Ella se llevó varios golpes duros porque siempre se rumoreaba que él andaba con unas y con otras, sin respeto alguno por lo que estaba pasando, pero el palo más duro fue cuando le llegaron a los oídos de mi madre que él estaba liado con una amiga suya; una putada, vamos.
****
Los días fueron pasando y llegó el día en el que yo iba a nacer. Mi madre, una niña, y yo sin padre, así que decidieron inscribirme con los apellidos de mi abuelita. Sí, señores, ella cogió el rol de madre y el hermano mayor de mi madre, mi tío Fran, se inscribió como tutor legal mío, así tendría una figura paterna.
Así que, de esa forma, mi abuelita desde ese momento, fue mi madre «adoptiva» y mi madre se convirtió en mi «hermana mayor».
Quisiera matizar que mi madre es la que me dio la vida, pero sé que ella jamás se molestará porque yo hable así de mi abuelita. Ella sabía del vínculo tan fuerte entre nosotras.
Por fin había nacido y todo parecía que se había estabilizado, ya se hicieron a la idea de que yo estaba ahí y tenían que poner entre todos un poco de su parte.
Al decir todos, me vengo a referir a mi abuelita, mi abuelito, mi tío Fran, hermano mayor de mi madre y mi tío Jordi, el hermano mediano.
A los pocos días de llegar a casa, mi madre enfermó. Le dio una pancreatitis y la tuvieron que apartar de mí. Estuvo ingresada un tiempo y tuvo que dejar de darme el pecho; de repente, fue otro pequeño golpe para ella, lo pasó realmente mal.
Al poco tiempo, mi madre se recuperó, por fin estaba bien, y ya en casa empezamos la convivencia en armonía. Se notaba la ilusión, las caras de la familia ya no estaban tan tensas, era la alegría de la casa.
Todos los días a mi madre le gustaba dar un paseo conmigo con el carrito, pero lo que no sabía nadie es que algo inesperado estaba a punto de ocurrir.
Cuando yo cumplí los tres meses, a mi madre ya no se le veía tan amargada; no parecía la muchacha triste a la que habían abandonado, y ¿sabéis por qué?, porque la muy inconsciente se estaba viendo a escondidas con el prenda de mi padre, se ve que después de picar todas las flores que se le antojaron, le entró el remordimiento de conciencia y quiso conocerme, y a través de amistades en común hicieron posible el encuentro, parece ser que le entró la vena paternal de golpe y enseguida quiso hacerse cargo de mí.
Lo que todavía no entiendo es cómo después de todo lo que le hizo sufrir a mi madre, cómo pudo ella ceder a todo, el amor no hay quien lo entienda.
Un día de esos «paseos» de mi madre, ella se encontró en un parque con mi padre. Quedaron porque él quería llevarnos a ambas a su casa con sus padres para presentarme. Ellos no tenían ni idea de mi existencia y él, con su cara más dura, tiró hacia el pueblo.
Mis abuelos, por parte de mi padre, tenían un negocio familiar justo debajo de su casa y ahí mismo se encontraba en ese momento mi abuelo, el padre de mi progenitor. Entró mi padre conmigo en brazos y le dijo:
—Papá, ella es Serena, mi hija; y ella Paloma, su madre y mi novia.
Mi abuelo se quedó planchado, puesto que no se esperaba para nada que algún día se llegara a encontrar en esa tesitura, ya que siempre le dijo a mi padre: «Jamás vayas a aparecer por casa con una prostituta, una mujer de mala vida con vicios o con una mujer embarazada».
Así que, embarazada no fue, sino con la sorpresa ya del huevo en brazos.
Mi abuelo, como buen hombre, lo asumió todo con mucha cordura y me cogió a mí, que ya me habían dejado en el cuco y subió para casa, que estaba toda la familia reunida de comida familiar; puso el cuco en el centro de la mesa como si fuera el pavo de navidad:
—Os presento a mi nieta y a su madre.
La verdad es que, sorprendentemente, todos acogieron la noticia muy bien y me recibieron con los brazos abiertos, fue como si llegara la felicidad de golpe a casa.
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Los días pasaban y mi madre me llevaba con frecuencia a ver a la familia paterna, y todo esto a escondidas de mis abuelitos. Entonces, llegó el día en que ella se hizo fuerte y valiente y soltó la bomba en su casa de que me había presentado a la familia de mi padre.
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