—¿Qué hace fuera del aula? –preguntó la Directora.
—Me mandó la Fo… la señorita Elvira a buscar un mapa a la biblioteca, pero no lo encontré.
—Bueno, pero no se quede paseando por los pasillos –le dijo la Directora.
—Sí, señora –contestó Miriam respirando aliviada y caminando hacia el aula.
Al pasar por la puerta del sótano la vio entreabierta. ¿Estaría Ramón abajo o la habrían abierto los fantasmas? Se rió de su propia broma. Caminó tres pasos más y se detuvo helada. Llave… puerta… puerta abierta… ¡Sótano! Era fácil, más que fácil. Era una pavada descubrirlos. Y para colmo, los muy tontos, habían dejado la puerta abierta.
Miriam retrocedió hasta el sótano. Después de fijarse que estaba sola, empujó la puerta con la mano. La puerta crujió, Miriam volvió a mirar al pasillo. Nadie. Empujó un poco más y asomó la cabeza. El sótano estaba muy oscuro. ¿Qué necesidad tenía de entrar? Con ir y contarle a la Foca que los chicos estaban ahí era suficiente. Volvió a cerrar la puerta y se fue al grado.
Cuando entró, todos seguían copiando. Los cuatro bancos estaban vacíos. Se sintió muy importante: solo ella sabía dónde estaban los que faltaban. El resto de sus compañeros ya se había dado cuenta de la ausencia porque no hacían más que hablar entre ellos pero, por lo visto, nadie le había dicho nada a la maestra. Solo cuchicheaban.
—Yo sé dónde están –le dijo a Martín.
—¿Dónde? –le preguntó Martín mientras Juani, que había escuchado, se daba vuelta.
—¡Ah...! Ni pienso decírtelo.
Se dio cuenta de que mantener el secreto la hacía mucho más importante… casi parte del plan. Le gustó esto de tener a todo el grado pendiente de ella. Casi era mejor no decir nada. Podía cambiar información por algo interesante. Incluso, después, podría chantajear a los cuatro. Mejor quedarse callada.
El revuelo en la clase era total. La única que dibujaba mapas era la Foca. De pronto, un alarido:
—¡Alumnos! ¿Se puede saber qué les pasa hoy? ¡Con esta indisciplina no se puede trabajar! Si no se callan se van a quedar sin recreo.
Los chicos ahogaron la risa. ¿Qué recreo? ¡Si era la última hora y se iban a almorzar! Por las dudas volvieron a sus mapas.
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