La masividad se expresa en problemas concretos, como la falta de espacio físico real, dado que las aulas contienen cada vez un mayor número de alumnos, exponiendo una dificultad real para el dictado de las clases. De esta forma, se deterioran las condiciones de aprendizaje y se incrementa el número de alumnos por docente. Aun si los profesores mantienen su forma histórica de enseñanza, la clásica clase magistral está dirigida a un número mayor de alumnos. Si bien las metodologías de enseñanza se aggiornan, lo hacen en condiciones muy diferentes. Se produce el anonimato académico (Marrero, 1999): el profesor desconoce a sus alumnos; en el anonimato, los estudiantes pierden algunas de sus características propias e individuales, para desdibujarse en el grupo caracterizado por la cantidad de estudiantes que pertenecen a él. El docente realiza sus explicaciones dirigiéndose al grupo de estudiantes, pero difícilmente logra conocerlos y saber de sus progresos y sus dificultades. Los procesos de enseñanza y de aprendizaje se tornan más difíciles de llevar adelante, se manifiesta un incremento de la productividad del docente, y los rendimientos de los estudiantes son significativamente menores. Los aplazos, la repitencia, las ausencias y el abandono de las asignaturas dejan expuesta una situación que cada vez se vuelve más insostenible. El darwinismo académico se manifiesta como su corolario.
En América Latina, el rezago escolar, el fracaso, la deserción y la repitencia son problemas de elevada envergadura, que necesitan de estudios y medidas urgentes; a la vez, se deben revisar tanto los mecanismos de selección como los grados de dificultad de las carreras, y se deben medir los tiempos reales de egreso de los estudiantes (Rama, 2006).
Los países latinoamericanos realizaron importantes esfuerzos a fin de reducir la condición de exclusión de la que participaba una gran parte de su población. En virtud de estos cambios, aumentó el número de estudiantes, creció la matrícula y, a su vez, se produjo un incremento de la tasa de cobertura bruta para la población joven. El informe para la Educación Superior de IESALC (2006) señala que la tasa de cobertura para los quintiles de mayores ingresos en Latinoamérica resulta similar a las de los países desarrollados, pero los valores difieren según el quintil de ingreso per cápita. Es notable el incremento de la población estudiantil que pertenece a los quintiles de menores ingresos, lo que muestra el crecimiento del acceso de estos sectores a la educación superior; pero es de estos sectores de quienes se esperan el mayor desgranamiento y la mayor repitencia para los años siguientes.
La masividad es la consecuencia de la apertura del acceso a la educación superior, no sólo de la matrícula femenina, sino también de estudiantes pertenecientes a los quintiles de ingreso más desfavorecidos. Es así como las aulas universitarias comienzan a poblarse de un número cada vez mayor de alumnos, que ingresan en búsqueda de una formación universitaria que les permita acceder a mejores puestos laborales y ascender en la escala social.
Las tendencias a la democratización del acceso, que fueron iniciándose de desigual forma en todos los países en la época posterior a la posguerra, favorecieron el ingreso a la educación superior de un elevado número de estudiantes. No obstante, las instituciones no se encontraban preparadas para estos cambios; estaban dispuestas a brindar educación superior a un sistema de elite y, en cambio, se vieron forzadas a recibir un importante número de estudiantes que desbordaron sus posibilidades estructurales, edilicias, y su capacidad en plazas y recursos profesionales. De esta forma, la universidad, en el transcurso de algunas décadas, se enfrentó a la necesidad de adecuar sus recursos a las nuevas demandas de educación superior.
El incremento masivo de los estudiantes en las aulas produjo que, en numerosos casos, se llegara a colmar su capacidad, o incluso a superarla, como ocurre en Argentina, donde el ingreso es directo de la escuela media. De esta forma, las universidades adaptaron sus estructuras y sus recursos a la nueva necesidad social que se plasma en el ingreso de un elevado número de estudiantes a las aulas. Los profesores comenzaron a dictar clases cada vez con un número mayor de alumnos, y el indicador dado por la relación número de alumnos por profesor se incrementó notablemente, y más aun en el primer año y en las carreras con mayor demanda. Entre las consecuencias de ello, se consideran el deterioro en la calidad de las clases y las dificultades concretas que aparecen en los procesos de enseñanza y de aprendizaje, con inconvenientes tanto para los profesores como para los alumnos; enseñar, dictar clases y evaluar se convierten en tareas cada vez más arduas y dificultosas para los docentes, pero también para los estudiantes, que encuentran mayor dificultad en acceder a los profesores, en hacerles consultas y en mantener con ellos un trato personal e individual, dado que los profesores se dirigen al grupo en su conjunto, a la masa de alumnos. Entre las dificultades y los problemas que aparecieron con la masividad se destaca el incremento en la brecha entre el número de ingresantes y los graduados, los cambios en la composición de la matrícula en relación con las edades de los estudiantes y los cambios y la variación en la elección de las carreras y en los ritmos de realización de las mismas (Boado, 2006).
En resumen, los cambios socioeconómicos y culturales de las últimas décadas modifican la llegada de los estudiantes a las instituciones de educación superior que, de ser universidades de elite, pasan a un modelo de acceso a las masas (Ezcurra, 2012). Este incremento del acceso de la población con menor capital cultural y económico produce cambios en la conformación del estudiantado en el aula universitaria, en número y en composición; pero además se modifica el perfil del estudiante que va a clases. Los estándares de calidad disminuyen, y el rendimiento de los estudiantes ha desmejorado notablemente como consecuencia de estos cambios.
2. Aspectos de la masificación
La expansión desmedida de los sistemas de educación superior en la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial introduce cambios profundos y estructurales que modifican la educación superior desde sus bases hacia sus estructuras, funciones y concepciones intrínsecas. El incremento de la matrícula a nivel global exige la adaptación de las instituciones de educación superior a la nueva demanda, provoca el crecimiento de las instituciones existentes, el surgimiento de nuevas instituciones y la aparición de instituciones de educación superior privadas; y estos cambios afectan el modo de impartir la enseñanza, los mecanismos de selección, y hasta la forma de gobierno institucional. Esta expansión ha sido impulsada por las profundas modificaciones que se operaron en las economías postindustriales, el aumento del sector servicios y el incremento de la economía del conocimiento (Altbach, Reisberg y Rumbley, 2009).
Según la información suministrada por la Unesco (2009), el incremento del número global de estudiantes en el nivel de educación superior es significativo, a tal punto que, según cifras publicadas para el período 1970-2007, se incrementó 4,6% anual a nivel global, lo que corresponde, en valores absolutos, a pasar de 28,6 millones de estudiantes en ese nivel educativo a 152,5 millones. El mismo informe destaca que la aceleración del crecimiento se produjo particularmente desde 2000, ya que el incremento en la porción de este último decenio corresponde al 50% de la cifra, creciendo desde 100,8 millones.
En América Latina, el crecimiento en el número de estudiantes en el mismo período alcanza los 17,8 millones, multiplicándose por 10 la cifra inicial; mientras que el crecimiento promedio anual es de 6,8% (Unesco, 2009). Por otra parte, la participación en la matrícula global de América Latina, correspondiente al 6% en 1970, se elevó a 12% en 2007. Puede observarse, también, que la participación en la educación superior, en ese mismo período, de los países con ingresos medios bajos, se duplica, pasando de 22% a 42%; si bien estos países sufren un ritmo de expansión más lento que la media.
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