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1Instituto de Investigaciones Filosóficas, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
2Entre otras, la filosofía, las neurociencias, la sociología, la antropología, la psicología y las llamadas “ciencias cognitivas”.
3Se llaman actitudes proposicionales porque tienen la forma X verbo psicológico (cree, supone, desea, teme que…) seguidos de una oración o proposición que nos proporciona el contenido de lo que el individuo X cree, supone, desea, etc.
4Las clasificaciones dependen muchas veces de las disciplinas o teorías específicas por lo que aquí sólo daré unos ejemplos: de sensaciones: dolor, picazón, ardor; de estados de ánimo: deprimido, ansioso, eufórico; de disposiciones afectivas: siempre que la ve, se enoja, le gusta jugar tenis; de temperamentos: es una persona alegre, irritable, rasgos de la personalidad que son en parte afectivos: gentil, honesto, cruel.
5Cuando me refiero a estados mentales es una manera de clasificarlos, lo cual no quiere decir que no sean también cerebrales.
6Véase por ejemplo, Lyons (1980), Solomon (1988), Nussbaum (1994) y Neu (2000).
7Para mayor detalle véase Hansberg (2008 y en prensa). Me limitaré sólo a estos dos grupos de teorías porque de ellas parte la discusión actual. Por supuesto que siempre surgen nuevas críticas y teorías novedosas que proponen formas distintas de considerar a las emociones. Véase, por ejemplo, Deonna y Teroni (2012 y 2015) quienes tienen una teoría de las emociones como un tipo de actitudes.
8Hablar de episodios emocionales es una forma común de hablar de las emociones, pero también nos referimos a atribuciones de emociones que no son episodios pasajeros, sino que se atribuyen para explicar las acciones de una persona durante periodos largos o porque forman parte de rasgos de la personalidad o rasgos de carácter. Ejemplos son: “desde que ella lo dejó, resiente a las mujeres y trata de evitarlas”. “Estuvo enojado con su padre durante 20 años”. “Es una persona colérica y por eso siempre se pelea con su familia” “Es difícil vivir con una persona celosa”, “María es una persona generosa.” Véase Hansberg (1996: 16-18; 99-103).
9Aquí solo me ocuparé de los rasgos generales de ese grupo de teorías. Pero véanse los autores mencionados en la nota tres.
10Un objeto en sentido amplio que incluye personas, objetos, situaciones, actividades, etc. El de la intencionalidad es uno de los problemas más discutidos en filosofía. Véase Crane (1998). Uno de los rasgos es la direccionalidad, esto es el estar dirigido a un objeto y otro es el aspecto perspectival.
11Véanse las críticas de Deigh (1994), Hansberg (1996: 99-103), Goldie (2000: 16-24), Prinz (2004a: 23-33).
12No me ocuparé aquí del tema de las emociones y la moralidad porque es un tema muy discutido actualmente que me llevaría por otro camino. Pero véase Carla Bagnoli (ed.), 2011.
13Recordemos que James pensaba que las emociones son sensaciones del cuerpo que se prepara para la acción. Así, cuando percibimos que estamos en peligro, por ejemplo, el cuerpo responde y la consciencia de esos cambios fisiológicos constituye el miedo. El miedo que sentimos no causa la acción, sino que el cuerpo se prepara para actuar, digamos para correr, y la percepción de esos cambios corporales es el miedo. Las emociones no son causas y menos aún razones de acciones, sino sensaciones acompañantes que no tienen fuerza motivacional.
14Influido por James (1884, 1890), Lazarus (1991), Dretske (1988). Véase Prinz (2004a, 2004b, 2007).
15Las referencias son a las páginas 24 y 26 de la edición en español.
16La representación en estos casos sería no conceptual. Para esta discusión véanse Crane (1992), Peacocke (1998).
17Paul Eckman (1972, 1994), Eckman y Friesen (1975), Levenson (1992). Véase también Griffiths (2003), entre otros.
18Suponemos que en las sociedades existen programas de aprendizaje que nos indican cómo llenar estos archivos, por ejemplo, los niños observan la reacción de sus cuidadores frente a señales del medio ambiente, digamos una señal de peligro. La imitación, el contagio emocional, la experiencia de situaciones que se interpretan de cierta manera. El lenguaje y la cultura influyen claramente en la construcción de estos escenarios
19Sin embargo, aún en el caso de los animales no humanos, la conducta no es tan simple, por ejemplo, en el caso del miedo, como nos muestra Ch. Trappolet (2010: 332-333) los comportamientos de los animales son más flexibles de lo que se supondría a primera vista. Incluyen: huida, ataque, parálisis tónica, esconderse, producir sonidos y olores, etc. Existen otros factores como el género, el estado interno, la conducta precedente al episodio de miedo, la información que llega del entorno (distancia y naturaleza del estímulo), etc. Esto supone un problema para la tesis de modularidad motivacional también en el caso de muchos animales. Hay por supuesto salidas a estas objeciones, Prinz (2004b) discute este problema del que no me ocuparé aquí.
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