El examen de las crónicas cristianas escritas entre mediados del siglo VIII y el primer cuarto del siglo XI permite observar, por una parte, el desarrollo de las imágenes musulmanas y de la hostilidad al Islam, en tanto que, por la otra, cómo se fue construyendo la imagen cristiano-hispánica.
La autoimagen cristiana y las imágenes musulmanas en la crónica bizantino-árabe son neutrales y carentes de hostilidad; paralelamente, no se nota una conciencia hispánica ni un desarrollo de concepciones reconquistadoras. El cambio dramático puede ser distinguido en la crónica mozárabe del año 754, donde existe una clara correlación entre la imagen musulmana negativa y la fuerte conciencia hispánica, que se expresa sobre todo en las lamentaciones por la suerte de España como resultado de la conquista musulmana. Sin embargo, las imágenes de los musulmanes no son «cerradas» ni «rígidas»; y la crónica no menciona la contraofensiva cristiano-hispánica: ni como visión para los días postreros ni como una descripción de la realidad de ese entonces. Es decir, resulta difícil hallar algún indicio de conciencia o ideología de Reconquista en las crónicas de mediados del siglo VIII. En cuanto a la veracidad de los hechos concretos (por ejemplo, la rebelión de Pelayo), depende del grado de confianza que se tenga en el relato de las crónicas del siglo IX. Un análisis del problema de las concepciones e imágenes que permita verificar la existencia de una ideología o conciencia de Reconquista se encuentra en las tres crónicas importantes de los tiempos de Alfonso III. La raíz del problema está en saber si esas crónicas constituyen un testimonio de la consolidación de una plataforma ideológica común a los cristianos de España cuyo principio es la mancomunión del destino hispano-cristiano y la indispensabilidad de expulsar al invasor foráneo, musulmán. Plataforma que debe guiar las operaciones militares y políticas en el conjunto de relaciones con al-Andalus.
Las tres crónicas del siglo IX expresan claramente en sus imágenes una mentalidad de hostilidad intransigente, un espíritu combativo inspirado en una imagen musulmana totalmente negativa y, frente a ésta, la autoimagen de heroicidad cristiano-hispánica. Hay en ellas una autoconciencia que procura legitimar las ambiciones políticas, basándose en la continuidad de la tradición del reino godo. En ellas se pone de manifiesto la certeza de que indefectiblemente habrá de sobrevenir el final del dominio musulmán en todo el suelo de España, sea en los mismos días de Alfonso III o en el futuro lejano. Parecía que en la España cristiana existiera una clara y concreta conciencia reconquistadora, a pesar de que no se había hecho ningún uso claro de dicha terminología. Pero cabe preguntarse si existe una continuidad en las imágenes y el conocimiento que se halla en las crónicas de la época de Alfonso III, hasta qué punto éstas sirvieron de fuerzas de conexión en el seno de los cristianos de España para su actividad en contra de los musulmanes. La crónica de Sampiro, aunque preserva una imagen negativa «cerrada» y «rígida», se centra en el contexto religioso. Las imágenes no reflejan la existencia de una conciencia hispánica ni contribuyen a afianzarla. La Reconquista de España en su totalidad no es mencionada, ni siquiera como un sueño para el fin de los tiempos.
La crónica Pseudo-Isidórica, que pone término a esa época, expresa una aminoración de la tensión. Aunque contiene algunas expresiones de conciencia hispánica, sus imágenes del Islam son moderadas, «abiertas» y carentes de tonos de hostilidad rígidos. En otras palabras, casi no se hallan signos de continuidad en el período formativo para las imágenes y concepciones que habrán de caracterizar las crónicas de la época de Alfonso III. Estas últimas no consideran que la controversia intercristiana es un factor que retarda la lucha contra el Islam, es decir, no implican el concepto de que es necesaria la unificación de toda España para vencer al Islam.
La realidad histórica era aún más grave. A partir de la muerte de Alfonso III se multiplicaron los reinos y ducados cristianos independientes, ahondándose la división y hostilidad en el campo cristiano. En las crónicas del siglo IX se pueden descubrir algunos elementos que constituyen algún preanuncio y vaticinio de la idea de la Reconquista, que sólo a fines del siglo IX asumirá la forma de un pensamiento unificador que promoverá la acción, poseedor de continuidad y estabilidad (aunque también se producirían muchas desviaciones y casos de colaboracionismo entre algún reino cristiano con fuerzas musulmanas, en contra de otro pueblo cristiano). La idea que se expresa en esas crónicas es una especie de historia previa (Vorgeschichte), fenómeno prematuro en su época que habrá de ejercer su influencia en el futuro cuando se hayan de crear las condiciones propicias. No es por casualidad que tras un prolongado período de silencio en la cronografía cristiana de España surgiera una producción tan abundante en los tiempos de Alfonso III. El fenómeno se relaciona con todo este reinado, como el movimiento de los mártires de Córdoba, alejado de él tanto en la geografía como en el tiempo.
El reinado de Alfonso III (866-911) es un hito importante en el desarrollo de los reinos del norte de España. Alfonso III expandió los límites del reino de Asturias hasta Galicia, la parte septentrional de Portugal (Oporto y Coimbra), Álava y Castilla. El rey participó activamente en las revueltas musulmanas, en especial la de los muladíes contra el gobierno central de Córdoba, y llegó aún más lejos: hasta Toledo. Este hecho, posiblemente, hizo que el autor de la Crónica Profética vaticinara: In omni Spania regnaturus.
La literatura cronista de los tiempos de Alfonso III refleja la recuperación cultural del norte cristiano. El rey, por su parte, estimuló esa actividad deseoso de dar expresión a la legitimidad del reino asturiano, como continuador del reino visigodo. Dicha tendencia confluyó con la poderosa impresión que causaron los sucesos de Córdoba en la década del 50 del siglo IX: el martirologio voluntario de un grupo de mozárabes en medio de choques con el gobernante musulmán[46]. Alfonso III llegó al trono sólo pocos años después del aplastamiento final del «Movimiento de Mártires» (861) y no cabe duda que la impresión dejada por aquél había sido grande en el reino de Asturias, así como entre los otros cristianos de España. Con el número de acontecimientos que provocara y con los escritos de sus líderes Eulogio y Álvaro, ese movimiento supuso una importante contribución al espíritu militante antimusulmán, al ser esto puesto al descubierto por las mencionadas crónicas. Tres elementos contenidos en los escritos de los líderes del «Movimiento de Mártires» influyeron en las crónicas de los tiempos de Alfonso III: el primero, la exacta descripción de las crueles persecusiones que sufrieron las comunidades cristianas bajo el dominio musulmán[47]; la presentación del «Movimiento de Mártires», hecha por sus ideólogos, en el marco general de la lucha de Cristo contra el anti-Cristo, es decir, como parte de un desarrollo apocalíptico; y tercero, la concepción dominante en los escritos ideológicos, según la cual la conquista de España por los musulmanes forma parte de un plan divino que opera conforme al modelo expuesto por los profetas de Israel[48].
Estos tres elementos fueron llevados al norte cristiano por los refugiados mozárabes, entre los que probablemente se contaba el autor de la Crónica Profética. Los escritos mozárabes vinculados con el «Movimiento de Mártires» constituye el eslabón de enlace entre la crónica mozárabe del año 754, por un lado —la que fija los primeros moldes de la imagen musulmana negativa y la personificación de España como una realidad sufriente—, y las crónicas de los días de Alfonso III, por el otro, que profetizan el fin del dominio musulmán en España, sea como vaticinio de una liberación del país o como parte de un plan apocalíptico del Señor.
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