El factor determinante para este cronista cuando juzga a los reyes de dicha época es la relación con el Islam. Los reyes «agresivos» en este sentido son elogiados también por otros aspectos, no sólo por su arrojo en el campo de batalla. Por otra parte, los reyes conciliadores son objeto de un reproche evidente; sobre el rey Froila, por ejemplo, el cronista dice con desprecio: «no venció ni una sola vez a las fuerzas del enemigo y el equitativo Juicio Divino lo apartó rápidamente del gobierno». Ramiro III, que suscribió un acuerdo con los musulmanes, es acusado de vanidoso (elatus) y fraudulento (falsilocuus); a criterio del cronista, estos atributos justificaron su destitución.
De la biografía de Sampiro se entiende por qué concebía la guerra contra el Islam más con conceptos del campo religioso, como la lucha por la fe cristiana, y menos con imágenes en pro de una unidad nacional. Esta concepción le es atribuida al héroe de la Crónica de Alfonso III, en su arenga ante el Concilio de la Iglesia. Alfonso define a los musulmanes como «enemigos de la Santa Fe» y a la Iglesia como «refugio de los creyentes». De modo singular el cronista describe la venganza que Dios toma de los musulmanes: se debe a que éstos hirieron al «pueblo cristiano»[43]. Los elementos de conciencia y tradición hispánica —que es encuentran en las crónicas de los tiempos de Alfonso III, por ejemplo el sentido de la continuidad de la tradición visigoda, la caracterización de los musulmanes como conquistadores y opresores de la patria y otras expresiones de este tipo— casi no se encuentran en la Crónica de Sampiro.
La conciencia hispánica, en cambio, se destaca ya en el capítulo inicial de la Crónica Pseudo-Isidórica. El cronista describe en éste la estructura de la Península Ibérica y transmite la versión de Isidoro en lo que atañe al origen de los nombres de España, agregando por su cuenta la versión de que los primeros que se asentaron en ella fueron los griegos (ex Iavan Greci...), los más sabios y prudentes de los hombres. En este párrafo es evidente el esfuerzo del autor por elevar el prestigio de España, atribuyéndole un abolengo noble.
9. Los «pérfidos»
El interés de Sampiro por el enemigo se circunscribe sólo al suministro de datos sobre una ofensiva musulmana o una acción cristiana. Como consecuencia, los conocimientos que aporta sobre el mundo musulmán son escasos y superficiales. Podría suponerse que un cronista que vive en una región fronteriza, que es objeto de incursiones musulmanas todos los veranos, debía conocer el término a-Ṣā’ifa, pero no se destaca por la exactitud en la explicación y define la «incursión estival» como «un ejército» (exercitus)[44]. Al describir uno de los acontecimientos más tempestuosos de su época —la invasión de al-Manṣūr al norte de España y la toma de Compostela con su iglesia de Santiago—, Sampiro llama al caudillo musulmán de origen bereber norteafricano Alcorrexi, como si perteneciera a la tribu de Kurayš de la península Arábiga. En sus imágenes Sampiro casi no menciona a los musulmanes sin ningún calificativo. Regularmente los incluye en la categoría de enemigos; hostes Toletae, hostes ismailicia. La cualidad sobresaliente de los musulmanes, tal como se deduce de las descripciones de Sampiro, es la traición, con la que ya hemos tropezado como uno de los principales componentes de la imagen musulmana. Prefiere el término perfidii, que significa «infieles», en vez de los términos en boga: infidelis y sarraceni, pues ese vocablo incluye tanto al infiel como al traidor.
Algo de la imagen de los musulmanes en la Crónica Pseudo-Isidoriana puede captarse de sus versiones sobre la conquista musulmana de España, valiéndose tanto de las fuentes cristianas como de las musulmanas. Cuando describe la violación de la hija de Julián, el cronista hace referencia al escrito del musulmán Isḥāq ben Ḥusayn. Transcribe inclusive el error que se desliza en el nombre del rey violador: de Vitiza a Geticus. De acuerdo con la versión de esta crónica, Julián no es considerado como un traidor a la patria, sino que se comprenden sus móviles, los de una persona que ha sido traicionada por su rey: éste lo hizo beber hasta embriagarse, luego invitó con engaños a su esposa e hija al palacio real y allí violó a su hija. Julián, ofendido, le propuso a Ṭāriq que invadiera España, prometiéndole las «llaves del mar y de la tierra». Ṭāriq vaciló al escuchar esa seductora proposición y preguntó: «¿Qué confianza puedo teneros, si sois cristiano y yo moro?» Como señal Julián dejó en manos del musulmán a su mujer y a su hija. La diferencia de fe, por tanto, no constituyó un factor obstaculizador en la conducta de Julián. El cronista tampoco se basa en la antinomia religiosa para la construcción de las imágenes musulmanas negativas. Llega aún más lejos y deja de lado esa dificultad: en su versión sobre el acuerdo entre Teodomiro y Ṭāriq, el primero engaña al segundo y aposta mujeres vestidas con ropas de soldados sobre las murallas de su ciudad, Murcia; de ese modo obtiene un acuerdo de ṣulḥ. Ṭāriq se mantuvo fiel a su promesa aun después de que la estratagema fue descubierta. El cronista explica esa rectitud, atribuyéndola a su noble alcurnia: «... pues entre reyes y nobles la verdad siempre es tenerla resolutamente»[45]. En otras palabras, el cronista mozárabe, hombre de Toledo, prefiere la relación social en vez del conflicto religioso. Las concepciones de esta crónica dejan muy en claro el hecho de que la conciencia hispánica no estaba forzosamente acompañada por una conciencia reconquistadora que destacara forzosamente la antítesis religiosa como parte de la lucha total.
La línea más notable de la crónica de Sampiro es el encierro y la unilateralidad de las imágenes musulmanas que contiene. La crónica no trae ninguna descripción que se salga de la concepción generalizada de los musulmanes —que son «enemigos», «infieles» y «fraudulentos»—, sin molestarse en presentar evidencias ni referencias de ningún tipo que corroboren esta imagen. La autoimagen cristiana, que surge de la crónica, completa la imagen del enemigo musulmán y se adapta a los principios que la determinan. Lo que prevalece es un silogismo: el rey que lucha contra el Islam y glorifica la Iglesia es un rey cristiano digno de elogio; el rey que se abstiene de hacerlo es un rey despreciable.
Pero es difícil llegar a la conclusión categórica de que la crónica expresa una conciencia y una ideología de reconquista. Es cierto, los elementos componentes importantes en la imagen positiva de Alfonso III son la Reconquista y la repoblación; pero las palabras han sido para valorar algún hecho del rey y no desde un ángulo pan-hispánico ni como un plan de largo alcance. De la crónica no se desprende ninguna sensación de continuismo del «legítimo» reino godo. Este punto puede ser explicado aún mejor si se le compara con la concepción de Sampiro en lo que concierne a las invasiones normandas. A pesar de que se trata de dos fenómenos fundamentales y sustancialmente distintos, el autor se refiere a ambos con los mismos conceptos y con el mismo conjunto de imágenes. La única base distinta en su actitud hacia los normandos es la lucha que se libra en nombre de Santiago. Este hecho demuestra que la figura del santo ya ocupaba un lugar en la conciencia de la lucha hispánica. Pero en esta etapa aún no tenía relación con la lucha contra los musulmanes; tampoco cuando describe la conquista de Compostela por al-Manṣūr y su precipitada huida de ese lugar.
En la Crónica Pseudo-Isidórica, en cambio, relata claramente la influencia de las imágenes patrióticas que tienen origen en la obra de Isidoro de Sevilla, reforzadas por nuevas concepciones. Pero esas imágenes nacionales no están acompañadas, por lo menos en los fragmentos que llegaron hasta nosotros, por imágenes «cerradas» y negativas de los musulmanes.
Читать дальше