1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 Cuando el analista nota que las asociaciones del paciente deben tener que ver con el inicio del análisis, pareciera que un análisis se trata de buscar respuestas definidas , que es lo que los pacientes hacen para interrumpir el pensamiento creativo; esta búsqueda a menudo detiene el pensamiento por completo. Creo que deseamos transmitir que el psicoanálisis se trata de interrogarse, reflexionar, y no de producir respuestas.
B. Atención a las superficies (una metáfora del conocimiento preconsciente)
El concepto de las tres superficies desarrollado por Paniagua (1991) plasma un modo psicoanalítico de trabajo que se centra en el uso preconsciente que el paciente hace del proceso. Paniagua acentúa que en todo momento operan tres superficies en la instancia clínica. Primero está el paciente y lo que cree estar diciendo, luego el analista y lo que piensa acerca del material que trae el paciente y, por último, la superficie trabajable; ese espacio entre los pensamientos del paciente y los del analista que puede llevar a una intervención significativa que, en palabras de Fenichel (1941), “no sea demasiado superficial ni demasiado profunda”. Dicho de otro modo, tratamos de decir algo significativo que favorezca el proceso analítico sin despertar mucha ansiedad.
Al trabajar de este modo introducimos una sinergia entre los pensamientos y sentimientos internos del paciente y las intervenciones del analista. Nuevamente hacemos énfasis en la importancia de que el analista escuche las asociaciones preconscientes del paciente. En lugar de transmitir el mensaje de que el insight se basa en la habilidad mágica del analista para deducir significados profundos, transmitimos que éste proviene de considerar lo que hay en la mente del analizando y que emerge como proceso mental, metabolizado, traducido y registrado por un oyente empático. El analista que es brillante leyendo el inconsciente puede encontrarse en desventaja respecto de esta técnica, puesto que puede no resultarle tan fácil traducir sus insights a lo que puede ser sintetizado por el preconsciente del paciente.
La esencia de la complejidad que presenta encontrar la superficie trabajable se ve en lo siguiente: inmediatamente antes de unas largas vacaciones que implicarán una pausa en el tratamiento, un paciente dice que un amigo lo ha abandonado emocionalmente. La superficie del paciente es que se siente molesto por el abandono. El analista puede pensar que se debe a la proximidad de las vacaciones, que implicará la interrupción del análisis. Esa es la superficie del analista. La superficie trabajable se encuentra en cualquier lugar en que las dos superficies en interacción sean de utilidad para el paciente. Lo que lleva a emitir un juicio respecto de la superficie trabajable es la integración de un conjunto complejo de variables. En el ejemplo citado podría incluir las siguientes consideraciones: 1) la vulnerabilidad narcisista del paciente, y entonces se trata de una ofensa más dentro de una serie ya expresada en el análisis; 2) se trata de una incursión en los sentimientos inusual en este paciente; 3) habla en tono aburrido, distante o con odio glacial; 4) mientras el paciente habla, el analista puede sentirse conmovido, exasperado o distante. Al evaluar la superficie del paciente, podríamos notar que el paciente utiliza la narración como el principio de un proceso asociativo que incluye la autoreflexión; por ejemplo: “Me pregunto por qué esto me viene a la mente hoy”, frase que puede ser enunciada como un interrogante o como parte de un patrón de autorecriminación reflexivamente masoquista. Aunque la narración del paciente puede no parecer la expresión directa de una mentalización psicológica, puede aparecer durante un período de apertura a la comprensión psicológica en general o de una valoración creciente de la ubicuidad de la transferencia. También es posible que el paciente describa el abandono como un hecho puramente externo, sin interés aparente en la razón por la cual surgió el tema. El desinterés puede ser fingido, sádico o masoquista. En suma, las variables en juego para determinar la superficie trabajable forman parte de un entramado complejo. Todas ellas intervienen en el juicio del analista respecto de la superficie trabajable y forman parte de una evaluación permanente de los componentes estructurales que operan dentro de un campo dinámico en todo momento.
Como puede verse, la interpretación en el nivel de la superficie trabajable requiere que se evalúen múltiples factores y, finalmente, un juicio sobre la capacidad del Yo para integrar la intervención significativamente. Frente a un analizando que habla de abandono antes de una pausa en el tratamiento, nos vemos obligados a abandonar la cómoda posición que entendemos como transferencia para interrogarnos sobre la importancia de dicha comprensión (inclusive si es correcta) para el paciente cuando se considera el estado presente de sus estructuras mentales.
C. Puesta en acto, identificación proyectiva y contratransferencia
Las comunicaciones inconscientes del paciente a través de puestas en acto y recurso a la identificación proyectiva provocan la contratransferencia del analista, puesto que son registradas primero por su inconsciente. Ello hace más complicado enfatizar el uso de estos procesos por parte del paciente, porque la comprensión se origina antes en la mente del analista, que sintetiza sentimientos, ideas fragmentarias, sensaciones corporales, etcétera. Sin embargo, una vez que el analista reconoce sus reacciones contratransferenciales y reflexiona sobre ellas, han comenzado a ser procesadas; es decir, representadas en la mente del analista. A partir de aquí el analista trata de poner en palabras la naturaleza específica del modo en que el paciente intenta provocar la reacción contratransferencial. Es decir, intentamos comprender lo que el paciente hace con nosotros o nos hace mediante sus palabras, tono de voz, sintaxis e ideas expresadas. Un “Buenos días” del paciente, dicho alegremente, puede resultar edificante, deprimente, desalentador, marcar una distancia y un sinfín de otros significados, según las sutilezas del tono, el estilo, la entonación y su contexto dentro de la transferencia, todo lo cual ocurre fuera de la conciencia. Es la colaboración con el paciente respecto de cómo ello ocurre lo que instala el principio del análisis del proceso.
Ahora nos centramos principalmente en el proceso que emite las identificaciones proyectivas y las puestas en acto, más allá del significado de cada palabra. Si nos centramos en el proceso, el contenido de un sueño –por un corto lapso– es secundario respecto de cosas tales como la manera en que se narra, sea que se ofrezcan o no sus asociaciones, el modo en que los sueños se utilizan en el análisis, etcétera. Al inicio de cada sesión escuchamos el sueño del paciente y lo vemos como señal de una recientemente descubierta capacidad de regresión resultante del trabajo analítico. Luego escuchamos a otro paciente hacer lo mismo y gemimos para nuestros adentros, pues anticipamos que el paciente, obedientemente, va a narrar un sueño que se extenderá durante varias sesiones y con un narrador ausente. Es más probable que prestemos atención al contenido traído por el primer soñante, mientras que focalizamos en el proceso del segundo. En el primer caso el proceso acentúa el contenido pero en el segundo lo contradice; entonces, la historia que narra el proceso difiere de la que narra el contenido.
Años atrás pasé varios días intercambiando ideas sobre material clínico con un grupo de analistas. Próximos al final de nuestro encuentro, alguien preguntó: “¿Qué recordamos de nuestro propio análisis?” Lo que vino inmediatamente a la mente de todos fueron los momentos en que el analista se mostró particularmente humano o falto de empatía. En nuestros recuerdos del análisis predominaba un momento de amabilidad o de falta de delicadeza. La generalización del fenómeno nos sorprendió a la mayoría y llevó a discutir el rol de la interpretación en psicoanálisis. Por cierto, ninguna interpretación ni línea interpretativa era tan inmediatamente memorable como el tono afectivo del análisis, siempre capturado en el microscopio de un hecho único, aún si la mayoría sentía que el haber llegado a conocerse mejor era importante para su vida profesional y personal. En ese momento, lo que parecía una conclusión ineludible con la que los integrantes del grupo acordaban era la importancia de la atmósfera por sobre la del insight en el marco analítico.
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