Como diputado provincial, Alfonsín se había especializado en temas energéticos y de la política petrolera en particular. Había admirado a Frondizi cuando, entre otros asuntos, había leído su libro Petróleo y política, en el cual reivindicaba la producción nacional de hidrocarburos como una cuestión de soberanía en la década de los 40.
Pero el frondizismo había borrado con el codo sus convicciones de antaño y firmaba contratos con empresas extranjeras que contradecían aquellos postulados de 1940.
Desde marzo de 1962 al 12 de octubre de 1963, un Gobierno provisional, encabezado por el radical intransigente, de la misma facción que Frondizi, el abogado José María Guido, ocupó la Casa de Gobierno. Anuló las elecciones de 1962, disolvió el Congreso y convocó a nuevas elecciones a la presidencia de la nación.
Los radicales del pueblo comenzaron a organizarse para una nueva campaña electoral.
Balbín dejó que el cordobés Arturo Illia fuese el candidato presidencial y puso en sus manos el armado de la mayoría de las listas y los cargos ejecutivos.
Pero el dirigente platense se reservó la construcción política de la provincia de Buenos Aires e influyó para que en la boleta de diputados nacionales estuviese en un lugar expectante el nombre de Raúl Alfonsín.
El dirigente balbinista Anselmo Marini fue propuesto como candidato a gobernador bonaerense.
El bureau de Chascomús impulsó la candidatura de Alfonsín a vicegobernador, pero los muchachos no tuvieron éxito en el intento de colocar a su principal dirigente en ese lugar. Finalmente, el compañero de fórmula de Marini fue el abogado Ricardo Lavalle, otro soldado de la causa balbinista.
El 7 de julio de 1963, Arturo Illia y Carlos Perette obtuvieron el 25,1 % de los votos. El voto en blanco promovido por el peronismo logró el 19,4 %.
A todas luces Illia, un médico nacido en Pergamino pero formado políticamente en Córdoba, iba a tener que gobernar con un bajo porcentaje de adhesión popular y varias corporaciones al acecho.
Los balbinistas tenían reparos en la metodología y el sello que Illia quería para su gobierno. Lo señalaban como demasiado “cordobesista”, aunque estaban dispuestos a colaborar.
En medio de esa debilidad institucional, Raúl Alfonsín asumió como diputado de la nación y apenas obtuvo un cargo en la mesa directiva del bloque de la UCRP.
Como presidente de la bancada fue elegido el cordobés sabattinista Raúl Fernández, un hombre de confianza del presidente Illia.
Como vicepresidente del bloque fue designado el bonaerense Juan Carlos Pugliese, quien llevaría las posiciones de Balbín a la discusión interna.
Aunque no tuviese un cargo relevante, Alfonsín contaba con una ventaja objetiva, Pugliese era su compañero en el departamento que compartían a pocas cuadras del Congreso de la Nación y estaba al tanto de lo que ocurría en la toma de decisiones de la bancada.
Los martes a la tarde, cuando volvían a Buenos Aires desde sus respectivos pueblos, Pugliese y Alfonsín repasaban las tareas parlamentarias. Largas discusiones para llegar a un mismo punto. Pugliese seguía por todos los caminos institucionales posibles. Alfonsín iba más allá de los preceptos formales y siempre proponía la acción como forma de resolver las tensiones o los conflictos.
En tanto, Ricardo Balbín ocupaba la presidencia del Comité Nacional de la UCRP y desde allí también marcaba diferencias políticas. Aunque públicamente no lo expresaba, recelaba del estilo de exagerada sencillez y de falta de respuestas efectivas que exhibía Arturo Illia.
Una buena noticia para Raúl Alfonsín era que Balbín lo iba a postular para presidir el comité más importante del radicalismo, el de la provincia de Buenos Aires, a partir de 1965.
La mala nueva era que en 1964 su padre, Raúl Serafín, había dejado para siempre este mundo. Las cosas empeoraron cuando el 28 de junio de 1966 un nuevo golpe de Estado derrocó esta vez al presidente Arturo Illia.
El día que los militares de la Revolución Argentina del dictador Juan Carlos Onganía desalojaron las facultades a los palazos, en la Noche de los Bastones Largos del 29 de julio de 1966, Raúl Alfonsín quedó convencido de que había que fijar posiciones políticas firmes, tajantes, pero además, de que había que pasar a la acción.
Todavía no había cumplido cuarenta años. Empezaba a construir dentro de la UCR un estilo que lo diferenciaría del resto.
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