Es excepcional el colombiano que no haga una condenación de la violencia como algo demoníaco; el papel de aquellos grupos que se han aprovechado egoístamente de la violencia tiene […] visos negativos y monstruosos […] Mediante el desarrollo del proceso de lucha y la aplicación de la violencia fueron desquiciándose creencias, normas y actitudes del temple tradicional y bucólico de la cultura cristiana-occidental que los sociólogos reúnen bajo la rúbrica de ‘sacros’. Mucho de lo admirado y respetado, de lo venerado y establecido cayó por tierra bajo el soplo de la violencia. (p. 414)
La literatura de Mejía es una producción artística de una vitalidad singular, de una sensibilidad que aflora por doquier, porque tiene la capacidad de convertir, no solo las historias cotidianas de la vida de los pueblos y del mundo marginal de las ciudades, sino también las palabras en imágenes de una plasticidad tal que portan el sello de un guion cinematográfico. Mejía amaba las palabras dichas —eterno conversador— y las oídas en todas partes —solícito escucha—. También las que brotaban de la canción popular, las que respiraba la naturaleza, las que lo asaltaban de mil maneras que provenían de los libros de otros, pero sobre todo las que revoloteaban en su imaginación, le obsedían y perseguían, hasta que por fin como en una caja de Pandora dejaba salir para que se instalaran en el pétalo de uno de sus versos o en el ovillo de un relato.
Era un hombre que amaba la vida con una intensidad paradojal y se la jugaba a diario como el Sergio Stepanski de León de Greiff (1980), «en el recodo de todo camino» con «un vaso de aguardiente, ajenjo o vino» para que la vida le deparara «el bravo amor» y una libertad «audaz como el azor». Podría decirse que en cada una de sus historias hay siempre un duelo por discordias de antihéroes anónimos: duelo de dos, hasta de tres; otros de uno contra todos, o de uno solo contra la moral esclerosada y la intolerancia que enajena; discordias que de manera irremediable terminan en derrota física o moral o las dos. Los duelos de los protagonistas terminan siendo una confrontación consigo mismo porque eso es lo que, en última instancia, son cada uno de sus cuentos, novelas, décimas, poemas: un preguntarse por el propio destino, por nuestra condición de seres de contradicción y por, a veces, la conducta segregacionista, primitiva y fundamentalista que llevamos dentro y ha dejado y sigue dejando tantos caídos a la vera de los caminos o en cualquier acera o vereda del mundo.
Por eso desde su primera novela, con apenas veintidós, Mejía se propuso fustigar ciertas formas fijas consagradas del pasado social, moral y cultural, e interponer los valores propios habidos de un amplio diálogo entre la región y el mundo, entre los pensadores de la parroquia colombiana y los iluminados de todas partes. Así, y poco a poco, Mejía se va imponiendo como una voz peculiar de la literatura colombiana para captar el espíritu y escuchar la voz de su prójimo cercano y lejano, amado y cuestionado, reconocido u olvidado, esclarecido o extraviado. Mejía —así como algunos escritores y artistas singulares de su tiempo— se inventó cuanto recurso pudo, incluido el de la imaginación, para sobrevivir a su época y dar cuenta de manera auténtica y agónica de las vicisitudes más íntimas y los desvelos cotidianos de su sociedad. En él, vida y obra se hallan acopladas en una indisoluble y diáfana unidad que se remiten mutuamente. Una autentica la otra, en un proceso que en pocos escritores colombianos se ha dado con tanta fidelidad.
En su poema-elegía «Pan y vino» de 1800, el poeta alemán Friedrich Hölderlin (1995) se preguntaba: «¿para qué poetas en estos tiempos de miseria?» «Pero llegamos demasiado tarde, amigo. Sin duda los dioses / aún viven, pero encima de nuestras cabezas, en otro mundo; / allá obran sin cesar, sin ocuparse de nuestra suerte» (p. 321). Pero no solo Hölderlin lo hizo, los verdaderos hombres ilustrados y de palabras han formulado y se formularán siempre la misma pregunta en tiempos de anomia, de conflictos internos y externos, porque bajo ese estado convulso y permanente de la sociedad se pone en cuestión una visión humanista del hombre y se desdice del espíritu civilizado y racional que debería primar. En tales momentos, el arte, la literatura, la poesía, parecen ser elementos inocuos, innecesarios, simples divertimentos de seres ociosos. Sin embargo, es precisamente en esos tiempos cuando más se necesitan esas manifestaciones excelsas del espíritu humano. Un poeta de la misma región de Mejía Vallejo, Jaime Jaramillo Escobar 4, se hace el mismo cuestionamiento de Hölderlin: «¿Qué hacen los poetas en la guerra?» y su respuesta no se deja esperar:
Pues escribir poemas. Poemas que circulan clandestinamente, unos para avivar a los fogosos combatientes, y otros para llevar un bálsamo dichoso a los damnificados, y a los que permanecen al margen de las hostilidades. Por lo tanto, cuando más útil resulta la poesía es precisamente en tiempos de guerra […] Para los más, en tiempos tan viles como el presente, la poesía es también un refugio. Se sacará a los hombres pacíficos de su último refugio y se les prenderá fuego. Pero ellos no estaban allí por miedo, sino por asco. Que al menos quede eso en claro. (2011)
Una introducción que hace el oficio de varias
Esta investigación se centra en la primera etapa de la vida y obra de Mejía, que va desde su nacimiento en 1923 hasta el primer gran premio internacional en 1964. En este estudio intentaremos seguir al hombre y escritor para dar cuenta del máximo de experiencias de vida y literarias, que de una u otra manera lo marcaron. En particular, se busca mostrar cómo se fue configurando su producción literaria y su manera de percibir e imaginar un mundo peculiar —el suyo—, determinado por hechos históricos, realidades cotidianas, ideas que circulaban en su época y las experiencias de otros escritores y pensadores del ámbito cultural antioqueño, colombiano y allende. Hablamos de una primera etapa, porque esta investigación llega hasta la escritura y publicación de la novela El día señalado en 1964, con la cual Mejía gana por primera vez para América Latina el más prestigioso premio en Lengua española del momento, el Nadal, en 1963. Podríamos decir que la visión del mundo que se percibe en general en la obra literaria de Mejía en los primeros cuarenta años de su labor creativa deja entrever una doble perspectiva. De un lado, y desde el universo recreado en sus obras y el drama vivido por sus personajes, se observa una mirada desesperanzadora y escéptica con respecto a la realidad socio-histórica colombiana del momento —la Violencia partidista— que indicaba que algo fundamental se había roto antes o comenzaba a desastillarse por la acción del poder hegemónico de ciertas élites dominantes y minoritarias que actuaban —igual que en el pasado y el presente— en detrimento de las mayorías, pero procuraban ocultar o maquillar su verdadero rostro de doble moral. De otro lado, Mejía fue un escritor comprometido que asumió siempre, por una parte, una postura crítica hacia personas e instituciones que actuaban en contravía del bien social y moral de su sociedad y, por otra, una actitud positiva y fe incólume hacia las mayorías silenciosas del país.
Mejía creyó siempre que el país sería capaz de sortear los obstáculos para construir un futuro mejor, que tanto merecía después de haber vivido décadas de violencia ininterrumpida. Mas este íntimo deseo suyo fue solo eso, pura ilusión, buena fe de un escritor auténtico porque la realidad colombiana iba extraviada por otro lado y con demasiados sobresaltos, como aún ocurre en la actualidad 5. El proceso seguido en este trabajo es, en general, de orden cronológico. Paso a paso, hemos recorrido los momentos más importantes del escritor tanto en su vida personal y familiar como en lo relativo a su formación y producción literaria. De su experiencia vital hemos procurado resaltar los hechos más significativos de su particular vida que de una manera u otra van a repercutir en su trabajo literario; por eso, los alternamos con lo que va escribiendo en el momento para corroborar la mutua interacción entre su vida y obra como si fuera un juego de espejos. En ocasiones hacemos una pausa para profundizar un poco sobre el ambiente social, político, cultura y literario de Antioquia y Colombia de la época. Hemos hecho una sinopsis de todos los cuentos, capítulos de novela y novelas en el momento en el que los escribió o publicó hasta El día señalado , para mostrar al lector las temáticas tratadas, las ideas que lo obsedían y la evolución formal de su trabajo. Asimismo, exponemos algunas ideas relevantes de los ensayos y artículos periodísticos más significativos, porque en este campo Mejía escribió mucho y casi todo es desconocido, en particular, los centenares de artículos como periodista de planta y corresponsal de varios periódicos durante sus cinco años de estancia en Venezuela y Centroamérica 6.
Читать дальше