Un sujeto al que la mujer le dice que no se siente querida y que responde que no hay razones para que sienta así y le da argumentos para demostrarlo, no escucha el mensaje.
Entonces, al sujeto dividido le opongo el sujeto argumentador. El sujeto dividido carece de la condición paranoica que lo lleva todo el tiempo a defenderse del Otro. El sujeto dividido es un sujeto que aloja algo de la necesidad del Otro, que puede alojar esa necesidad aunque no sean necesidades justas –si es que hay necesidades justas–. Lo que crea problemas permanentes en una pareja es cuando uno o ambos sujetos no escuchan el mensaje del otro porque no lo consideran adecuado, razonable, justo. Son sujetos que padecen del síntoma de la objetividad. [Risas]
A mi entender, uno de los efectos del análisis, del avance del análisis, es la pérdida de cierto tipo de sensibilidad que podemos llamar paranoica. En versión histérica, la sensibilidad que interpreta que el Otro usa, que maltrata. Este tipo de pérdida necesaria se nota en la transferencia: el analizante está menos dependiente de lo que hace el analista dentro o fuera de la sesión.
Vamos ahora a darle la palabra a Marcela para que plantee su lectura sobre la relación entre lo real y el despertar, tomando como base el Seminario 11. Recuerden que habíamos planteado que cuando uno sueña y tiene una pesadilla, decimos que se produce allí un contacto con lo real y que ese real es la causa del despertar. También dijimos que cuando nos despertamos y nos encontramos con la realidad de todos los días, en cierto sentido nos dormimos. Si hasta un determinado momento el problema era la confrontación con lo real, a partir de otro se plantea la cuestión de regular lo real, de atraparlo, de morder en lo real con la escritura. Vamos entonces a escuchar la puntuación de Marcela sobre qué es para Lacan “despertar”.
MARCELA MOLINARI: Después del encuentro pasado en el que planteabas la pregunta acerca de qué debe entenderse por la formulación “tocar lo real”, recordé un texto de Miller relacionado con este tema que está en Matemas I y se llama “Despertar”. En ese texto, comienza diciendo: “Intento aclararme, explicarme a mí mismo la práctica actual de un psicoanalista llamado Lacan”, y sitúa al despertar en relación al análisis. El significante “despertar” recorre todo el texto, podríamos decir que es uno de los nombres de “tocar lo real”.
Miller allí da cuenta de las sesiones breves de Lacan, muy breves, hasta brevísimas y lo breve es una forma de “tirar al analizante”, tensionarlo, moverlo, inquietarlo, evocar a la impaciencia del paciente. Allí aparece el duro deseo de despertar, “pero este deseo de despertar no tiene nada de natural, es incluso contra natura, y es cabalmente contrario a la naturaleza de la práctica analítica…”
¿Qué quiere alguien cuando consulta a un analista? Dejar de sufrir. Sabemos de la satisfacción que conlleva todo sufrimiento, pero quien consulta demanda aun así alivio, adormecer el síntoma disfuncional que le causa sufrimiento. Nuestra práctica conlleva un automaton, una tendencia a “amodorrarse”, a “caer en modorra”, nos dice Miller, ambos, analista y analizante, a veces en nombre de la transferencia. Leemos: “Todo reside en saber si adormecer es un ideal para el psicoanálisis, adormecer al síntoma. Es preciso confesar que un psicoanálisis satisface el deseo de dormir a un sujeto irritado por lo real del síntoma”.
Cabe plantearnos la pregunta, ¿un análisis despierta o adormece? El placer de la asociación libre, ¿no enmascara un adormecerse juntos? Es entonces cuando Miller nos indica un término muy interesante, habla de escansión. Describe al analista como un ser de escansión que se pone en marcha en todas las sesiones, realizando cortes vía el deseo del analista, un deseo que es deseo de despertar pero plantea también una paradoja. Despertar es un fin, pero se trata de despertar a lo imposible. El deseo del analista, como deseo de despertar, se testimonia con su presencia.
El analista testimonia con su presencia el encuentro con lo real siempre imposible. Escande el encuentro siempre fallido con lo real.
En la Revista Lacaniana 14 hay una entrevista que hace Judith Miller a Rosine Lefort, donde ésta da cuenta de las maniobras que le hacía Lacan para despertar. Era imposible pero era su fin. También tenemos los testimonios. Por ejem- plo el de Ran Mandil, donde en la ficción que cada sujeto arma de su vida hallamos retazos de real. “He aquí la mochila del clandestino siempre pesada”, interpretación que escande el sentido, despierta a lo imposible pero por la vía de la ficción, del invento, de la creación de pedacitos de saber sobre lo real.
Lacan inventa el dispositivo del pase para demostrar que hay un real propio de la experiencia analítica y que de eso se puede hacer transmisión. Hay allí elucubraciones fantasmáticas que se reducen a un núcleo, hay un pedacito de real y sus efectos de goce en el cuerpo. Un testimonio muestra cómo alguien pudo arreglárselas con ese real, mediante un espejismo de verdad. El AE intenta captar lo real, alcanzar la invención de su sinthome y trasmitirlo. El pase aparece como hystoria que muestra trozos de real que se han hecho algo de sentido. Algunos testimonios así lo demuestran. Se trata de un despertar para seguir durmiendo pero con algún saber-hacer en juego.
JORGE CHAMORRO: Está muy claro este momento que señalás de la relación con lo real. Noten que en este acercamiento a lo real como imposible, que es un movimiento de acercamiento y retroceso, parece que acercarse a lo real es bueno. Pareciera que acercarse a algo de lo real –que no es la realidad representada de todos los días– es como acercarse a una cierta verdad del sujeto. Da la impresión de que al hacerlo uno toca algo que es importante para el sujeto y que en la vida cotidiana uno desconoce ese real…
M. MOLINARI: Lo real es como un muchacho que uno tendría que encontrar para casarse…
J. CHAMORRO: Algo así… [Risas]. No, esa es la realidad representada…
M. MOLINARI: No, pero el que anduvo por esos lugares, digo.
P.: No, no. ¿Cómo?
J. CHAMORRO: Yo diría que esa es la realidad representada. Lo real sería no encontrar ningún muchacho, es decir, no hay relación sexual…
M. MOLINARI: Yo lo pensaba en relación al que anduvo por ahí, digamos, sabiendo de lo posible, de lo imposible, que no hay relación sexual, que se puede hacer con una mujer…
[Bullicio – discusión].
J. CHAMORRO: Mejor digamos que el que anduvo por ahí se conforma con lo que venga [Risas], ¡antes que encontrarse con lo real y despertarse! Agarra al primer muchacho que venga, se dice “no sigas dando vueltas” [Risas], las vueltas dadas…
Me parece interesante el planteo. ¿Cuál es el paso siguiente de esta forma de tratar con lo real, de este despertar un poco amorfo que no se sabe bien qué es y al que Marcela califica como imposible? ¿Cuál es el paso siguiente en el concepto del psicoanálisis orientado a lo real? En estos términos el despertar parece cercano a la tragedia griega, en la línea de la confrontación con el más allá que caracteriza la conducta del héroe trágico en relación a la muerte tal como aparece en los casos de Edipo y Antígona. Se trata de una confrontación con el destino fatal.
Lacan, en el Seminario La ética del psicoanálisis, va a hacer coincidir la experiencia trágica con la experiencia del psicoanálisis, en el sentido de una búsqueda de lo inexorable. En nuestro caso, yo hablaría de una especie de toqueteos con lo real que posteriormente se van a transformar en una orientación clínica hacia lo real.
Cuando decimos que la clínica psicoanalítica está orientada a lo real queremos decir que no está orientada a la ficción, dando lugar a un trabajo en el borde entre el registro simbólico y el registro de lo real. Entre esos dos registros se aprecia una especie de contacto sin mucha forma, un poco indeterminado, pero que se presenta como algo a lo que debemos acercarnos. Por allí es que se plantea el camino del atravesamiento de las identificaciones: la identificación cumple una función de velo que obstaculiza lo real.
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