Ser samurái no es un asunto aleatorio o coyuntural, como colocarse los calcetines o limpiarse la nariz. Convertirse en samurái es una lucha permanente que va formando un carácter sui géneris para la toma de decisiones. Nadie nace samurái y para llegar a serlo es necesario adquirir un cúmulo de conocimientos conceptuales para luego traducirlos en práctica pura y así alcanzar equilibrio y armonía.
Un samurái trata todo lo que le rodea con respeto y no pasa por encima de nada o nadie a menos que en verdad tenga que hacerlo para sobrevivir. Un samurái no deja ningún acto al libre albedrío y si se «mete» con alguien tiene la convicción de lo que está haciendo, asumiendo riesgos y responsabilidades.
El término «samurái» tiene dos acepciones: 1) está referida a los guerreros japoneses como servidores y/o guardianes, y 2) se emplea para designar al hombre preparado para la guerra. El samurái es un luchador experto en las artes marciales con habilidad extraordinaria en el manejo del sable y del arco, pero que también se enfila a la perfección interior para conducirse.
Su destreza para la guerra no queda en el campo de batalla, sino que traspasa el umbral del mundo cotidiano. Vive para ser congruente consigo mismo; tiene pertenencia absoluta a sus principios, a la familia y a sus propósitos, que le dan consistencia. El samurái vive con lo necesario porque no requiere atesorar riquezas materiales y su interés se centra en actuar con honor y valor. El hombre o mujer samurái no teme morir en vano y por eso se entrega milímetro a milímetro en cada combate que libra.
Tiene presente el orgullo de un ser de conocimiento, estricto consigo mismo y con los demás, ya que cada momento es una increíble porción de vida que puede terminarse, por lo que valora cada situación que se le presenta. Vive y lucha significativamente cada instante, en virtud de que su pensamiento no admite sentimientos intermedios.
En la modernidad, el samurái recoge el estricto código de ética denominado bushido , que significa «camino del guerrero», que en su forma más acabada es praxis que exige ponerse en estado latente de «vivir sin temor» para actuar con la mayor intensidad.
Pese a que estas normas disciplinarias estuvieron orientadas a la guerra y a la defensa del status quo , hoy en día el bushido ha sido revalorado como factor de cohesión interna. En la actualidad, es muy fácil criticar la inflexibilidad de los guerreros japoneses del siglo xii; sin embargo, cuando se visualiza su posición de combatiente, salta a la vista que sus anclajes ideológicos pretendían fuerza y equilibrio.
Si aceptamos la consistencia samurái como baluarte de fortalezas y contradicciones, reconoceremos su trascendencia para impulsarse a través de la estrategia, la entrega, el honor, la tolerancia… pero sobre todo del espíritu que vive al máximo. Esta combinación de elementos —fuera de mitos y leyendas— hace que hoy en día las personas que desean ser samurái recobren conciencia, situándose en un nivel supremo de ser y de estar.
Siete son las virtudes que componen el código básico de un samurái:
Ser recto es igual a ser directo, es decir, «de una sola pieza». Representa la fortaleza para tomar decisiones correctas y seguir viviendo. La rectitud es fidelidad con los convenios personales que hay entre uno y la realidad.
El samurái con rectitud adopta justicia y honradez para sí, dando siempre el beneficio de la duda a los demás, pero jamás es confiado ni ingenuo. Para él no hay claroscuros: sólo existe lo correcto y lo incorrecto.
El samurái comprende que no puede estar en la medianía de las personas temerosas, que no actúan con determinación. Sabe que vivir no es un asunto de ocultamiento y por eso afronta el mundo con coraje. Su coraje no es ciego o visceral, sino premeditadamente inteligente.
Un samurái sustituye el temor por la planificación audaz, la precaución y la fuerza en todos los actos que realiza, reemplazando el miedo por respeto y prevención.
La benevolencia no es sinónimo de bondad, pues el samurái actúa tomando decisiones al vuelo. Vive en combate permanente sin detenerse a pensar si lo que lleva a cabo es bueno o malo. Al desarrollar rapidez en sus actos y aceptar los ritmos de su entorno, tiene la certeza de que su poder se usa para alcanzar sus propósitos.
Ser benevolente no es igual que convertirse en «alma de la caridad», sino que es ser recíproco con el ambiente que lo rodea, porque sólo así logra sus fines sin perturbaciones inesperadas.
El samurái es consciente de su poder y por eso no lo despliega innecesariamente. Esto hace que no tenga motivo para ser cruel, ya que al no requerir demostración de su condición, trata con respeto a los demás.
El samurái no busca aprobación ni tampoco emplea tácticas inadecuadas para conseguir sus fines. Su desenvolvimiento es cortés con aliados y adversarios. Esta virtud le asegura ser visto y tratado con respeto, no solamente por la impecabilidad al realizar sus actos, sino por la forma en que trata a las personas.
El samurái demuestra entereza con la palabra dada, pues cuando asegura que va a realizar un acto es como si ya estuviera hecho. Nada lo detendrá para realizar su propósito y por eso no promete: cumple.
El simple acto de hablar pone en movimiento su ser, porque la sinceridad se mide bajo el fundamento pensar-actuar.
El samurái no actúa pensando que hay jueces dictaminando a favor o en contra de sus actos. Sabe que el tribunal más implacable —al que no puede engañar— es él mismo. Las decisiones que toma y cómo las ejecuta son un reflejo de lo que es.
El honor entendido así es coherencia entre pensar y hacer. El honor es suyo, no una mercancía intercambiable que busca aceptación.
El samurái es leal con su actuación y respeta a sus pares. Reconoce que decir, pensar y hacer es algo de su pertenencia y por ende es fiel a sus decisiones.
Es responsable de cómo vive y deja vivir, así como de todas las consecuencias que le prosiguen. La lealtad no es medible por subjetividades tales como amor, compasión o capricho, sino por la magnitud y consistencia de los actos que realiza.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.