También vale la pena considerar que el mundo ha crecido entre 1930 y hoy, con un ingreso por persona que es más de 5 veces que el de 1930. Esto ha llevado a bajar las tasas de pobreza en el mundo. En 1930 cerca del 70% de las personas vivían en condiciones de pobreza extrema (con menos de US$ 1 por persona al día), mientras que hoy ese número es menor que 20%. Ciertamente, este progreso esconde tanto continentes casi completos que no han podido ofrecer condiciones mínimas de vida para las personas, como países o sectores de la sociedad que aún viven en condiciones muy básicas. Por otro lado, como muestra recientemente protestas en diferentes lugares del mundo, la desigualdad de ingresos no parece estar disminuyendo y más bien parece estar volviendo a los niveles de comienzos del s. XX, aunque cabe enfatizar que es muy diferente tener la misma desigualdad con una pobreza del 70% que con los niveles actuales. Así mismo, las mejoras económicas han ido asociadas a aumentos de la contaminación y las emisiones de diversos contaminantes que han puesto en riesgo el futuro de nuestro planeta. Por ejemplo, el mundo hoy emite más 36 millones de toneladas de CO2, mientras que en 1930 emitía algo menos de 4 toneladas. En Laudato Si, el papa Francisco ha resaltado este punto y ha argumentado que esto corresponde no a una mera crisis ambiental, si no que, a una crisis más amplia, antropológica y social, que tiene que ver con una mirada más amplia de la persona humana y cómo se relaciona con su entorno y con otras personas.3
¿Qué podemos aprender en este contexto y considerando la historia siguiente de lo que escribió el Padre Kentenich en 1930? Me centraré en cuatro aspectos que probablemente reflejan temas donde fue muy señero y sus ideas sirvieron tanto para “predecir” cosas que han ido pasado en el mundo, como también aspectos que pueden ayudar en las soluciones a problemas claves que enfrenta el mundo hoy.
1. EL ROL DE LA FAMILIA, UNA EDUCACIÓN INTEGRAL Y LOS VÍNCULOS PERSONALES
El Padre Kentenich enfatiza este punto en muchos lugares del libro. Repetitivamente enfatiza el rol del contexto familiar en la educación de las niñas y niños. Menciona el rol de la educación. Le preocupa las condiciones de vida de esos hogares y cómo ello alimenta sus creencias y valores. Le preocupa a su vez cómo las comunidades, incluidas la misma Iglesia y el movimiento de Schoenstatt, pueden replicar las condiciones de una familia acogedora.
Esta intuición está muy presente en las investigaciones de las ciencias sociales. Por ejemplo, el Premio Nobel de Economía James Heckman, ha dicho “The common feature of successful interventions across all stages of the life cycle through adulthood is that they promote attachment and provide a secure base for exploration and learning for the child. Successful interventions emulate the mentoring environments offered by successful families”. O sea, esta línea de investigación basada en evidencia científica rigurosa, argumenta que en diferentes ambientes es clave tener relaciones que impliquen vínculos personales fuertes en que permitan potenciar a las niñas y niños y a jóvenes para que crezcan y se desarrollen. Es clave en esta línea la cercanía y el conocimiento de estudiantes que enfatiza tanto el Padre Kentenich en este libro.4 Pero también Heckman enfatiza que eso se extiende a otras dimensiones diferentes de la vida social. Por ejemplo, al modo cómo una persona adulta puede aprender y ser capacitada. De hecho, el Padre Kentenich habría estado muy preocupado por la tendencia que se observa en las sociedades modernas a tener personas que viven en hogares uni-personales.5
Más aún, cuando hablamos de desarrollo, la literatura moderna enfatiza el rol de las habilidades integrales que incluyen aspectos tales como la empatía, las habilidades intra-personales y sociales y no sólo el rol de los conocimientos básicos. ¡Qué más cercano al modelo que menciona cada vez que puede la idea de una educación integral y de la auto-educación! Este punto aparece en una buena parte de los capítulos del libro.
En suma, la idea de la cercanía, el rol de la familia, la educación y los vínculos personales parecen ser claves en diferentes dimensiones. Potenciar estilos de vida y relaciones familiares parece ser un elemento crucial en la solución de diferentes temas sociales relevantes que enfrentaba el mundo de 1930 y se siguen enfrentando hoy.
2. SISTEMAS ECONÓMICOS Y DESARROLLO
Si dos personas eligiesen aleatoriamente diferentes capítulos del libro y lo leyesen podría darse el caso que una de ellas diga: “el Padre Kentenich tenía posturas bien de izquierda”, al mismo tiempo que la otra persona perfectamente podría decir “el Padre Kentenich tiene posturas bien contrarias a la izquierda”. En otras palabras, la visión del Padre Kentenich, tal como la Doctrina Social de la Iglesia, está basada en principios y observaciones de la realidad que identifican aspectos importantes que se aplican a la situación del mundo que vivía y también al futuro y que, por ello, superan divisiones simples e ideológicas de la vida social. En esta línea cabe mencionar la claridad con que el Padre Kentenich identifica tanto los riesgos del socialismo que se discutía en Alemania de 1930, como la realidad de pensar en un capitalismo de laissez faire. Respecto de esto último, el Padre Kentenich también identifica claramente que el apoyo popular al socialismo surge de los problemas que se observaban en el sistema que se veía en Alemania en esa época. Vuelvo a enfatizar aquí mi punto del comienzo de este artículo: las condiciones de vida materiales de una persona promedio de Alemania de esa época eran probablemente muy cercanas a las de un país africano de hoy.
Frente a esto el Padre Kentenich plantea una crítica al socialismo por su mecanicismo, las consecuencias que tendrá la ausencia de propiedad privada y además la idea de que exista algún sistema que pueda construir un estado utópico terrenal de perfección. En esto último es interesante como el Padre Kentenich reconoce que los humanos tenemos pecado original y, frente a ello, los esquemas sociales deben reconocer que, como diríamos los economistas, las personas tienden a responder a incentivos. Así el Padre Kentenich no estaría sorprendido de observar cómo parte del fracaso del comunismo en el mundo se debe a justamente a que (i) estos sistemas no proveían incentivos para que esos países se desarrollaran y (ii) a que la burocracia de estos regímenes no se comportó como “ángeles” que sólo buscaban el bienestar del pueblo.
¿Significa esto que entonces la historia se acabó y el capitalismo triunfó? A estas alturas es bastante claro que no es así. Justamente, como habría anticipado el Padre Kentenich, parece ser que no obstante el progreso observado, hay ciertos aspectos que no dejan a las personas contentas. Algunos de ellos tienen que ver con cuestiones materiales (como la desigualdad) y otros con aspectos más subjetivos relativos a la realización humana (como la realización en el trabajo). En esta línea el Padre Kentenich, como la Doctrina Social de la Iglesia, es escéptico de pensar de nuevo en un sistema perfecto.
Cuánta similitud tiene esta intuición con los resultados de la investigación moderna que identifica que el desarrollo se produce en mayor medida en sociedades donde existen instituciones sociales, o sea lo que el premio Nobel de Economía Douglas North llama “las restricciones ideadas por las personas que afectan las interacciones políticas, económicas y sociales”. Los famosos autores Daron Acemoglu y James Robinson, basados en investigación científica rigurosa, argumentan que existen instituciones inclusivas que promueven el desarrollo y que incluyen “… restricciones al ejecutivo, un sistema judicial potente, la existencia de derechos de propiedad e instituciones que dan acceso igualitario a la educación y que garantizan los derechos civiles…”. Lo contrario de las instituciones inclusivas son las llamadas instituciones extractivas. Lo importante de esta literatura es que documenta empíricamente que las políticas específicas se derivan de estas instituciones de un modo fundamental. Justamente diversos aspectos negativos de lo que el Padre Kentenich llama industrialización son contenidos por este tipo de arreglos institucionales, donde no sólo se protege a la propiedad privada, sino que además se promueven las oportunidades y el desarrollo de las personas y además trata de construir organizaciones sociales que equilibren el poder efectivo de empresas y trabajadores.
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