Facundo festeja su éxito, todos lo adoran, los chicos lo admiran, las chicas se enloquecen con su coraje y, no está demás decirlo, con su gran pija. Las nenas ya no son tan nenas en estos tiempos. Pero el festejo dura poco, Norma Conesa, rectora de silencios guardar, entra al aula, todo se calma, reina el silencio en el primer año del Nuestra Sagrada, Facundo y el gordo Perotti son llamados a la dirección. Colegio del orto piensa Facundo mientras se dirige al despacho de la gorda puta de Conesa.
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Suena el teléfono, tarda en reaccionar, está muy dormida, le duele la cabeza, se niega a atender, pero el teléfono insiste, la acosa, no la deja en paz. Vanesa Bilotti finalmente atiende el llamado.
—Hola mi vida ¿Cómo estás?
La voz le llega lejana, no por la distancia en kilómetros, ni tampoco por fallas técnicas, la comunicación es perfecta, la voz es clara, no hay perturbaciones en la línea. Pero su cabeza sí esta perturbada, lejana es la comunicación por qué lejano es quien se comunica con ella. Igual Finge.
— Mi vida, ¿Cómo estás? Te extraño mucho. ¿Me oís Juan?
—Si mi amor, te escucho perfecto, ¿Cómo estás?
—Extrañándote todo el día, Miente Vanesa. Pensándote todo el día, vuelve a mentir.
— Yo también te extraño mi amor, me muero de ganas de verte. Juan Álvarez, al contrario de su novia, es sincero.
— Mi vida, ¿Cómo está saliendo todo por allá? Contame todo.
—Espectacular amor, esto es otro mundo, otra gente, Europa es lo mejor linda. Esta vez el que miente es Juan.
—Qué bueno lindo, me encanta que estés bien y feliz.
—Escuchame, me queda poco crédito, así que te lo digo de una linda, apenas me establezca, apenas junte unos mangos te venís para acá, te quiero a mi lado, acá vamos a ser felices, este país tiene futuro, tenemos posibilidades de ser alguien acá, ¿te parece mi amor? ¿Te querés venir a España conmigo?
No duda ni un segundo, da la respuesta, pura seguridad, se iría a cualquier lado, con cualquier persona, con tal de salir de este país de mierda.
—Si mi amor, con vos voy hasta el fin del mundo. Te amo mucho, quiero estar ya con vos, quiero irme ya.
—Si linda, dame un par de semanas, cobro el primer sueldo y te mando el pasaje, y te venís acá, te vas a volver loca con Europa, es todo tan diferente, la gente es tan distinta. Se corta linda, se me acaba el crédito, te llamo en un par de días, acordate que te amo mucho y que no paro de extrañarte.
—Yo también te amo mi vida, ya voy a estar allá, ya vamos a estar juntos.
Los novios cortan la comunicación. Ella se vuelve a acostar, son las doce del mediodía del sábado, tuvo una noche larga, llena de éxtasis, del químico y del carnal, el idiota que se cogió se fue hace menos de media hora, buen polvo le hecho, lindo tipo, y cree ella, con bastante guita. Las posibilidades se abren, y Vanesa Bilotti es un ser abierto a las múltiples posibilidades de que alguien la saque de este agujero de mierda llamado Argentina.
Al otro lado del Atlántico Juan Álvarez acaba de gastar el poco dinero que le quedaba en ese llamado, unas monedas que, por milagro, habían quedado sobre la mesa de luz.
El novio fiel y nuevo cornudo piensa como carajo va a pagar la pensión si está desempleado, si le afanaron toda la guita que trajo de Buenos Aires, si el paro español, ese seguro de desempleo del antiguo estado de bienestar aún vigente, no lo cubre porque no llegó a trabajar ni un solo día. Pero está en Europa, y Europa es una tierra de oportunidades, Juan, al igual que su novia, está abierto a sus múltiples posibilidades, algo aparecerá se consuela, todo va a ir bien, se miente.
Juan y Vanesa son una pareja abierta a sus múltiples posibilidades, lástima que ninguna de ellas se basen en hechos reales.
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El sábado al mediodía un refulgente sol no penetra por las persianas cerradas de la casa más ostentosa de Villa Severino. En su interior, desvelados, pasados de rosca, duros, la banda del Pelado Gutiérrez hace balance, planea el futuro, es un plenario de transas. Cocaína por medio la banda resuelve los problemas de su micro emprendimiento.
—Hay que terminar con estos pendejos, borrarlos del mapa. Dice Tucho, segundo del Pelado Gutiérrez, mulita de lujo del transa capo. Tucho es en verdad Carlos Fernández, nativo de Severino, cansado de su laburo de plomero, de electricista, de arregla todo, encontró en la merca, al fin, un sueldo digno. Encontró además un goce inesperado en matar pendejos falopas.
—Tiene razón el Tucho, son cabezas esos pibes, no los corregimos más. El que habla es ahora Gustavo Manrique, ex camionero, actual violador, libre por faltas de pruebas.
—Matarlos a todos negro, no dejar ni un cabeza vivo. La sentencia, asertiva, violenta, indubitable, la da Rubén “el corto” Piñeiro, petiso, macizo, fuerte, el apodo de corto está bien ganado.
—Bárbaro muchachos, salgan y maten a todos, ahí tienen las nuevas 38, salgan y tiren, bajen uno por uno a esos pendejos cabezas, pegenlé cinco tiros a cada uno, remátenlos después si tienen dudas, directo a la cabeza apunten, no dejen ni uno en pie. Prometo después visitarlos en la cárcel.
Los tres transas, subalternos de Gutiérrez, miran a éste, su jefe; entienden su ironía, se callan la boca.
El plenario de los traficantes que son, como vimos, cuatro, continúa. Ahora es el jefe, que es pelado, de ahí su apodo, y que se apellida Gutiérrez, quien toma la palabra.
—La cosa no es tan simple muchachos, la bonaerense nos quitó el apoyo. Ese puto del comisario Margillar se lavó las manos, no se va a meter en el tema de la falopa, ahí tenemos vía libre, y bien caro nos sale la coima, pero no quiere ni un pibe más muerto, tiene a la mierda de las organizaciones de derechos humanos pisándole los talones, y ese periodista del orto, ese forro de Salazar sacando notas en ese diarucho de zurdos, diario botón, nos dan con un caño muchachos, al comisario, a nosotros, al negocio. Por ahora nada de muertes, los pendejos cabeza seguirán vivos, al menos por un tiempo, hasta que las cosas se calmen.
—¿Y qué hacemos? Plantea Tucho.
— Había pensado en Ibarguren, el cartonero manco, es un tipo serio, laburador, mantiene una familia, no lo va a arruinar por un par de líneas de merca. Aposté por él, le propuse un trato, se negó, otro negro que no quiere progresar.
— Que siga revolviendo basura el puto ese, dice, enojado, el Corto Piñeiro
—No es tan sencillo. Aclara Gutiérrez. Primero, ese tipo puede boquear, no por la prensa, nadie le daría bola a un negro manco, ni siquiera el puto ese de “Nacional y Popular”, el tema es el barrio, el tema es Severino, el manco mugriento puede andar diciendo por ahí que nos desafió, que enfrentó nuestro poder, y eso no es bueno chicos, no podemos perder el respeto del barrio, tenemos que darle un castigo ejemplificador al cartonero, todo Severino tiene que saber qué pasa si nos desafían, si desconocen nuestra autoridad.
—Vamos a reventar a ese manco del orto. Dice Tucho, segundo de Gutiérrez, chupamedias irredento.
— Vamos a demostrar lo poronga que somos. Grita, exaltado, lleno de rabia, Gustavo Manrique.
— Tranquilos muchachos, todo llega, y le va a llegar a ese negro de mierda, ya van a ver.
El plenario transa va concluyendo, se meten un par de líneas cada uno para sellar el trato, para concluir la reunión, son las doce del mediodía, ninguno tiene siquiera rastros de sueño. La vida del nuevo empresariado argentino es así de exigente.
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