El barrio del General Entrerriano desconoce su historia, niega su origen, se sabe hijo de militares conquistadores, del Desierto, del Paraguay, en suma: de la barbarie, somos hijos del orden civilizado, somos lo que queremos ser, las chances de cambiar son mínimas, no hace falta más que leer la historia que les cuento para comprenderlo.
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Eva no descansa, el sábado la encuentra trabajando desde temprano. La casa de los Alvear-Aversente debía estar preparada para esa noche, cena de negocios, alguna mierda de ricos, pensaba Eva. La pileta era la peor parte, recoger las hojas, pasar el barrefondo, evitar el deseo de zambullirse en el agua refrescante, olvidarse del sopor del verano y del desencanto de ser pobre. Pero nada de caer en tentaciones, había que trabajar.
La habitación del matrimonio Aversente. Hacer la cama, enorme cama, inabarcable, extensión inconmensurable solo apta para los amantes más aeróbicos; podía ser el caso de la señora Verónica, se decía Eva, pero no del señor Franco, estaba algo gordito para una maratón sexual de ese tipo, la señora Verónica tendrá algún joven amante por ahí, demasiado en forma está, demasiado hermosa es la señora, una mujer fatal, impactante, mucho para el señor Franco. Después de la cama, limpió los muebles, las mesitas de luz, el enorme televisor, recogió la ropa tirada, una camisa de él, una tanga minúscula, casi imperceptible de ella. Pasó la aspiradora, luego un trapo con cera para que brille el piso de madera, estaba terminando y allí sucedió.
Franco entra en la habitación. Se acercó, sigiloso. Eva lo percibe igual, sabe de su presencia pero lo oculta, finge no saber. Él se acerca, demasiado, ella siente su respiración en la nuca, el calor de su aliento, su miembro duro en el culo, la excitación de su patrón, sus manos en los pechos, el apretujón ansioso, sus palabras jadeantes:
— Dale negrita, sé que te gusta, me doy cuenta como me mirás.
Eva busca apartarse, él no la deja, ella vuelve a intentarlo, esta vez tiene éxito.
—Perdón señor debo seguir trabajando, discúlpeme. Eva habla y su voz tiembla. Agacha la cabeza y comienza a salir del cuarto, se aleja, hará de cuenta que nada ocurrió, debe cuidar su trabajo. La mente de él divaga, confunde el miedo de Eva con timidez, una negrita de mierda no puede decirle que no, pero la deja ir, habrá otras oportunidades se dice Franco.
—Así nunca vas a salir de pobre Evita querida. Pensalo bien. Franco habla desde el poder del dinero, se siente seguro, los hechos confirmarán su seguridad, ya lo veremos. Eva no contesta, se va, la siguiente escala es el cuarto del señor Alvear, don Pedro, ese sí que es un hombre decente, no como la mierda de su yerno
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Sacalabrini Ortiz decía que la Argentina era una nación ficticia, una nación nominal. El gran pensador de FORJA justificaba tan temeraria afirmación sosteniendo que nuestro país solo era lo que Inglaterra deseara que fuere, la Argentina era solo un producto más del genio británico, no tenía entidad propia, carecía de subjetividad, por lo tanto era simplemente la extensión de un ente principal, de un imperio dominante. La liberación, la constitución de una entidad propia, llegaría cuando el país lograra salir de esa ficción, pasar de lo nominal a lo real, construir su propio destino. Independencia económica, justicia social y soberanía política. Sacalabrini levantaba las banderas del peronismo aún antes de que el peronismo existiera.
La Argentina se constituyó, perdón a los semiólogos expertos, en un enunciador segundo bobo, sin carácter, de un enunciador principal, en una marioneta de un maestro titiritero, desde su propio nacimiento la Argentina hacía lo que Inglaterra decía que haga.
Ahora, si nacimos así, si nuestro nacimiento es producto de la voluntad de otro, si nuestra propia voluntad está sujeta a la voluntad de otro, si somos una ficción, el producto de la acción de una entidad distinta, si somos solo eso ¿realmente existimos? ¿Puede existir algo que es meramente producto de una voluntad externa? ¿O es esa voluntad externa la que nos hace existir? Si somos efecto de una causa que no controlamos, si la Nación, si la Patria, nace y se desarrolla no controlando su origen ni su destino, si la Patria Argentina es efecto de la causa Inglaterra, ¿somos algo? ¿Somos solo ficción? ¿Somos solo un producto elaborado por una entidad autónoma que no nos compete? ¿Podemos salir de ese lugar? ¿Se puede lograr un renacimiento? ¿Puede la ficción ser realidad?
Somos una Patria constituida por otros, nos han creado a imagen y semejanza, no nos dejaron margen para la autonomía, nos han hecho así y hemos dejado que así nos hagan. Somos una Nación creada por un imperio constituyente, un imperio creador, una voluntad devoradora. Los imperios han cambiado, antes Inglaterra hoy Estados Unidos, pero nuestro lugar sigue igual, pétreo, no salimos de la ficción, somos una Patria sin entidad, nos impusieron todo, la economía, la política, la cultura, el destino.
La Patria deberá reconstituirse, pero no desde el lugar en donde estamos, imposible pasar de lo nominal a lo real partiendo desde lo nominal mismo. La solución es otra, habrá que destotalizarnos por completo, des-escribir (acepten el neologismo) la historia, anular el parto de la Patria, nos parieron mal, debemos volver a engendrarnos, destotalizarnos para volver a construirnos completamente, totalizarnos desde foja cero, sin intermediarios, sin voluntades externas supremas, engendrar la Patria nueva.
No se puede definir lo indeterminado, solo aquello que es perceptible, que es concreto, que no totaliza todo sino que por el contrario se caracteriza por sus partes, y que esas partes son productos de una voluntad autónoma, colectiva, nacional, solo aquello que está determinado puede ser definido. La Patria no podrá definirse hasta que ella misma no logre determinarse, hasta que ella misma no se dé una entidad propia, hasta que ella misma se niegue como ficción. Sé que Scalabrini estaría de acuerdo con ello.
Daniel García deja de escribir, mira la pantalla de la notebook; pasan los minutos, cinco, diez, quince. Vuelve a escribir: ¿Cómo lograr determi nar algo que está indeterminado? ¿Cómo lograr l a conciencia colectiva nacional? ¿C ómo construir una Patria cuando todos tienen una concepción tan distinta de ella? Si la indeterminación de la Patria es producto de la mirada heterogénea que tienen sobre ella las personas que las componen, si esa heterogeneidad es irresolvible, si el conjunto social no representa a cada una de sus partes, si esas partes al unirse explotan por los aires debido a sus respectivas incompatibilidades, si la voluntad general de Rousseau es un quimera de un optimista inteligente ¿podemos plantear entonces la posibilidad de un construcción conjunta, unívoca? ¿Nos podemos totalizar desde diferencias tan basales? ¿Es posible la reconciliación de esas diferencias? ¿E s posible la Patria?
Frena abruptamente, relee los últimos renglones, parece sólido, pero sabe que no lo es, y lo sabe porque recuerda: el hombre tirado, sucio, malnutrido, desahuciado, las miradas que lo cruzan pero que siguen de largo, el desprecio, los chicos bien que se acercan, las escupidas, los insultos, las patadas, la sangre, las convulsiones, la quietud, su cobardía al esconderse, el miedo físico, el mendigo muerto, la pintada en la pared “La Patria Renacerá”, su fuga, la llegada a casa, la seguridad de la propiedad privada, la tesis a desarrollar, el mecanicismo académico de la escritura sin sentimiento, el logro de avanzar en su trabajo, la mentira hacia sí mismo. Mira la pantalla, se sabe una mierda, un cobarde, borra todo lo escrito, la Patria vuelve a ser para Daniel un indeterminante a descifrar.
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