Sobre el modo en que se desarrollaba la vida diaria de los hombres de Qumrán no hay un documento narrativo, pero sí lo hay normativo: la Regla de la Comunidad . De las conductas proscritas cabe deducir las conductas habituales, teniendo en cuenta sobre todo que del incumplimiento de las normas derivaban graves sanciones, que iban desde una semana hasta varios años de separación de la comunidad —lo que no significaba un alejamiento del recinto monacal, sino una vida separada de los actos realizados en común—. Como sanción más grave se prevé la expulsión y la consiguiente ruptura con la Alianza nueva.
La conducta que deben mantener unos miembros de la comunidad con otros está minuciosamente regulada, y resulta llamativo que, frente a obligaciones más elementales, hay otras más sutiles que revelan una especial delicadeza en el trato. La primera obligación es la puesta en común de obras y bienes: «Los voluntarios traerán todo su conocimiento, sus fuerzas y sus riquezas a la comunidad». Las que siguen están redactadas al modo de la tipificación penal de las conductas: «Quien hable de su hermano con ira o murmurando... Quien hable en medio del discurso de su prójimo, antes de que su hermano haya terminado de hablar... Quien replica a su prójimo con obstinación o le habla con impaciencia... Quien miente a sabiendas... Quien insulta a su prójimo... Quien guarda rencor a su prójimo... Quien pronuncia con su boca palabras vanas... Quien se duerme en la reunión... Quien marcha ante su prójimo desnudo... Quien ríe estúpidamente... Quien gesticula con la mano izquierda...» (todas ellas en 1QS, 5 a 7).
En el año 68, el emperador Vespasiano cruzó el río Jordán con la Legio X Fretensis, ocupó toda Transjordania —el este del río Jordán—, y en Cisjordania —el oeste del Jordán—, ocupó Jericó y destruyó el monasterio de Qumrán. La guerra entre romanos y judíos había empezado dos años antes, y es posible que el ocultamiento de los rollos de Qumrán se hiciera en unas cuevas próximas en ese tiempo inmediatamente anterior a la destrucción.
En el invierno del año 1946 un pastor beduino encontró unas tinajas que guardaban los rollos. Durante un tiempo las tinajas sirvieron para usos domésticos y los rollos para hacer lumbre. Pero otros rollos se vendieron a un zapatero de Belén, que hizo con algunos de ellos suelas de zapatos, y otros se llevaron al arzobispo de Palestina y Transjordania Athanasius Yeshue Samuel, de la Iglesia sirio-ortodoxa, que los compró. Hasta el año 1956 no se descubrieron las once cuevas que contenían los textos de Qumrán. Esos textos están hoy en el Museo de Israel (los de la cueva primera), en Jerusalén, y en el Museo Rockefeller de la misma ciudad (los de las restantes cuevas). Los textos de Qumrán llenan el vacío que existía entre el Viejo y el Nuevo Testamento, explican la evolución del judaísmo y también cómo era la religión de Cristo precisamente en su tiempo.
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