El injerto del budismo zen en el cristianismo dio lugar en el siglo IV al hesicasmo (de hesychia , paz interior) de los monjes griegos. La práctica cristiana de la meditación tomó diversos rasgos del zen: las posturas corporales, el dominio de la respiración, el cultivo del silencio, la recitación continua del mantra, el vaciamiento interior. Pero la meta del hesicasmo va más allá: es la théosis , o participación del hombre en las fuerzas sobrenaturales ( enérgeiai ) de la divinidad.
El hesicasmo presenta una gran novedad: ya no se trata solo de la unión del alma y Dios. También el cuerpo se integra en esa unión. El cuerpo se dignifica, al hacerle participar en la meditación. Car capax Salutis , escribió san Ireneo: «La carne es capaz de salvación». También el cuerpo se salva. Esto es puro evangelio: Cristo, al hacerse hombre, ha divinizado el cuerpo. Y a la katábasis , de sentido descendente (Dios baja a hacerse hombre total, alma y cuerpo), debe responderse con la anábasis , de sentido ascendente (el hombre íntegro, alma y cuerpo, sube a hacerse Dios). Esa es la gran tarea del hesicasmo, la gran novedad que propone: elevar al hombre entero —alma y cuerpo, no solo alma— a Dios.
En el siglo XX, el hesicasmo recibió un impulso decisivo por obra del jesuita alemán Hugo Lassalle (o Hugo Makibi Enomiya-Lassalle, como maestro zen), que fue misionero en Japón y volvió a Europa después de resultar herido por la bomba nuclear de Hiroshima. Fue el creador de los retiros zen , muy influenciados por los Ejercicios de san Ignacio. Lasalle expone la práctica de esos retiros en sus libros Zazen y los Ejercicios de san Ignacio. Práctica de la existencia verdadera ( Zazen und die Exerzitien des heiligen Ignatius. Einübung in das wahre Dasein , 1975) y Zen, camino hacia la iluminación. Ayuda a la comprensión. Introducción a la meditación ( Zen, Weg zur Erleuchtung. Hilfe zum Verständnis. Einführung in die Meditation , 1976).
El hesicasmo tiene hoy, en España, dos manifestaciones principales. Por un lado están Los Amigos del Desierto , «red de meditadores» creada por el sacerdote y escritor Pablo d’Ors, cuyo camino mistagógico (o proceso que conduce al misterio) tiene cuatro fases: conversión, purificación, iluminación y unificación. Se consideran herederos de los Padres y Madres del desierto, buscan la experiencia del silencio y la quietud, y se recluyen periódicamente en espacios y tiempos de distanciamiento y entrega. Su mantra es el arameo Maranatha , y su oración predilecta la Plegaria de Abandono de quien fue sacerdote en el desierto argelino Charles de Foucauld.
Por otro lado, está la Fundación Zendo Betania , dirigida por la teóloga Ana María Schlüter, discípula de Enomiya-Lassalle, S.J. Sus miembros buscan alcanzar, con la práctica del zen, el satori y el karuna , el despertar y la compasión. El despertar entronca con la enseñanza del Buda Shakyamuni, que enseñó el camino para que el hombre adquiriera consciencia de que es un ser iluminado y dotado de virtud.
Fuera de España, el hesicasmo contemporáneo tiene un destacado representante en Willigis Jäger, monje benedictino y maestro zen, que vive en el Benediktushof-Zentrum für Meditation und Achtsamkeit (Residencia Benedictina-Centro para la meditación y la concentración), situado en el pueblo Holzkirchen bei Würzburg. Se trata de un monasterio medieval que con la Reforma protestante se cerró. El viejo recinto se fue desmoronando, y las ruinas las compró una empresaria alemana, Gertraud Gruber, para reconstruir el viejo monasterio benedictino y ponerlo en manos de Willigis Jäger, con el fin de que impartiera allí sus enseñanzas. En 2015 Jäger cumplió noventa años, y la enseñanza la ejercen ahora, mayoritariamente, discípulos suyos. En su fusión de cristianismo y budismo zen, Jäger ha llegado a lo que él llama una espiritualidad transconfesional ( konfessionsübergreifende Spiritualität ) o sabiduría occidental-oriental ( West-Östlichen Weisheit ).
Jäger considera que las diversas teologías dividen y enfrentan a los hombres, mientras que la mística los aúna. Y a la mística se llega por la contemplación, que es lo que enseña Jäger. La contemplación es, ante todo, quietud, pero no una quietud catafática (de katá , fuera, y phanai , hablar), que se basa en palabras, imágenes, símbolos, ideas, conceptos, sino una quietud apofática (de apo , conforme, según, y phanai , hablar), alcanzada por el camino del silencio y el vacío. Quietud apofática es, para Jäger, la de san Juan de la Cruz, la del Maestro Eckhart, la del budismo zen, la del sufismo y la del yoga.
Según Jäger, todas las religiones tienen sus sagradas escrituras, sus dogmas, sus oraciones, sus ritos, sus liturgias, y todo ello, para el hombre religioso, es un mundo exotérico , es decir, que le viene de fuera. El hombre tiene que buscar lo contrario, lo que viene de dentro, lo esotérico : Dios solo se manifestará dentro de él, si él sosiega toda actividad mental, todas las potencias psíquicas, guarda silencio y contempla, es decir, alcanza la quietud. Solo en ese silencio y en esa quietud irrumpirá Dios.
La más profunda de las antiguas filosofías indias es la escuela del Vedanta Advaita , aunque la más popularizada en Occidente es la escuela del Sāṃkhya Yoga (porque el yoga , occidentalizado, se ha convertido en una práctica de la elasticidad y la relajación corporal y, a la vez, en una meditación unitiva del individuo con el cosmos. Yoga significa yugo y, en sentido figurado, unión ).
El Vedanta Advaita persigue la eliminación del yo a través de la concienciación de que el yo no existe. La individualidad es un concepto equivocado. El Vedanta Advaita es esencialmente monista o no dualista: rechaza todas esas dualidades que se manifiestan ordinariamente en contraposiciones —yo y Dios, Creación y Creador, cuerpo y mente, presente y futuro...—, solo existe la Nada ( pratibhasika ). La meditación consiste precisamente en eliminar todo lo que nos individualiza: las percepciones sensoriales, los pensamientos, los deseos, las inquietudes, las pasiones. Pero la meditación no debe llevar a la conclusión yo soy nada , porque ese es también un razonamiento dualista, al contraponer yo y nada . La meta de la meditación es fundirse mentalmente en la Nada, que es incomprensible, impensable e indescriptible. La metáfora preferida por el Vedanta Advaita es el sueño profundo. En el sueño profundo no hay consciencia individual, sino solo existencia. El despertar del sueño profundo, como el acceder a la Nada, conduce a un estado de felicidad.
El hermetismo y la cábala persiguen también el anonadamiento: la transformación del yo en nada . Pero en estas doctrinas o escuelas de pensamiento, y a diferencia del budismo y el Vedanta Advaita , el anonadamiento no es un fin en sí mismo, sino un medio: un medio para dejar espacio a Dios. Las prácticas meditativas del hermetismo y la cábala conducen a metas distintas: en el caso del hermetismo, la meta es el silencio mental y oral ( sigê ), y en el caso de la cábala es el vacío de pensamiento ( chakhmah ).
En todo el cristianismo —desde el primitivo de los Padres del Desierto hasta el de los individuos de hoy, integrados en la sociedad que les rodea— está presente la necesidad de vaciamiento (exterior, pero sobre todo interior), porque se trata de una exigencia evangélica: «Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo» ( Mateo 16,24). Pero el vaciamiento cristiano tiene un elemento positivo del que carecen los vaciamientos que propugnaban las corrientes anteriores a Cristo y las que discurren al margen de él, y es el amor a un Dios encarnado, un Dios hecho hombre. Es cierto que todo el monoteísmo abrahámico y, por tanto, el judaísmo, el islam y el cristianismo, concibe un Dios personal, pero el «seguir a Cristo» implica un elemento horizontal —Cristo fue tan persona como cualquiera de sus seguidores— que determina un tipo de afecto más cálido. Quien dice «sígueme» ( Mateo 9,9) es una persona.
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