La segunda parte termina con el artículo “ Pax Olympica ? The Rhetoric and Ideology of the Olympic Truce” de Jacques Bromberg, quien examina la conexión de la “tregua olímpica” ( ekecheiria ) con la cultura atlética de la Grecia antigua, los Juegos Olímpicos actuales y la filosofía de la paz, específicamente de Pierre de Coubertin. Primero, se exponen las fuentes clásicas que han transmitido el término ekecheiria , lo que revela al parecer que ninguna guerra fue detenida en la Antigüedad durante los Juegos Olímpicos. No obstante, pasajes de Tucídices, Isócrates, Aristófanes, entre otros, hablan de una tregua que permitía el desplazamiento hacia Olimpia de los pueblos o personas que lo deseaban, aunque sin denotar un cese de la guerra. Además, la mayoría de las fuentes señala que la realización de las Olimpiadas, incluyendo la ekecheiria , es una restauración de tradiciones aún más antiguas. A continuación, se estudia la manera en que se han adaptado los testimonios antiguos en los Juegos Olímpicos actuales y se ha fortificado la tarea pacificadora de los deportes. De esta manera, se ha logrado que hoy el propósito de las Olimpiadas sea ayudar a construir la paz social. Las excavaciones realizadas en Olimpia entre 1875 y 1881 llamaron la atención acerca de la historia de los Juegos Olímpicos en la Antigüedad. Diversos estudiosos han caracterizado la tregua como un aplazamiento de la guerra, un cese al fuego o un requisito para cualquier reunión, acompañado de una introducción de sentimientos de paz y de humanidad. A su vez, Coubertin identifica dos elementos que confirman que el deporte puede cumplir una función pacificadora. Por una parte, están “la asistencia mutua y la competencia”; por otra, su propiedad democrática e internacional. A partir del planteamiento del estudioso en el Comité Olímpico Internacional, la ONU reconoció la incorporación de las tradiciones clásicas griegas relacionadas con la ekecheiria y el alcance del deporte para el mantenimiento y el fomento de la paz. Para finalizar, el autor concluye que es importante la combinación entre actividades deportivas y educativas, pues fomentan la capacidad social y cognitiva de jóvenes y adultos. Además, se resalta el impacto de los deportes para la construcción de la paz, la reintegración de personas de vuelta a la sociedad y el mejoramiento de la convivencia en comunidades en conflicto. En efecto, se logra impulsar y regular el contacto con los antiguos enemigos para la resolución de conflictos, reconstruir una sociedad y rehabilitar y sanar traumas tanto físicos como emocionales. Por otro lado, la visión de Coubertin respecto a la ekecheiria ha sido idealizada, pues este profesor desvaneció la división entre lo antiguo y lo moderno.
En este conjunto de contribuciones están plasmadas algunas de las reflexiones más relevantes que tanto los autores de la Antigüedad como sus intérpretes y estudiosos a lo largo de los siglos han hecho en torno a los conceptos de guerra y paz, así como en torno a otros conceptos relacionados. Adicionalmente, son enunciadas algunas de las condiciones básicas que deben ser garantizadas, para que la paz pueda ser instaurada en una sociedad y los caminos, instrumentos y medios, como lo son el arte o el deporte, por medio de los cuales puede ser alcanzada y garantizada. Esperamos que nuevas reflexiones se sumen a las que aquí son presentadas y que solidariamente construyamos, desde nuestros saberes académicos, una paz estable y duradera.
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA PAZ
1
¿UN MUNDO SIN GUERRA? LA PAZ SIN PACIFISTAS *
David Konstan
New York University
INTRODUCCIÓN: TIBULO SOBRE LA PAZ
Imaginamos a veces que el deseo de la paz es natural y universal, y que los obstáculos a la paz se deben a modos de pensar distorsionados. Sin embargo, las virtudes del guerrero han sido celebradas en muchas, si no en la mayoría de las sociedades, y la imagen misma de la paz varía de una cultura a otra. En lo siguiente, comienzo con el examen de un elogio entusiasmado de la paz que data del final del primer siglo antes de Cristo, e intento sacar un retrato más claro de su mensaje, situándolo en su propio tiempo, lugar y tradición. Estaremos entonces, espero, más alerta a los matices e implicaciones de las apelaciones a la paz, y quizá incluso en una posición mejor para mirar con un ojo crítico semejantes esfuerzos en nuestra propia época.
En el décimo poema del primer libro de sus elegías, el poeta romano Tibulo exclama: “ Mientras tanto, la Paz cultive los campos. Por primera vez la Paz radiante condujo a arar los bueyes bajo el curvado yugo. La Paz alimentó las vides y conservó el mosto de la uva para que el ánfora paterna vertiera al hijo buen vino. Con paz la azada y la reja del arado brillan; en cambio, en las tinieblas el orín corroe las tristes armas del feroz soldado” (1.10.45-50; trad. Soler Ruiz, 1993). Estos versos emocionantes parecerían afirmar un ideal de la paz sin reservas, en el espíritu quizá de los pacifistas modernos que detestan la guerra en todos sus aspectos. Sin embargo, para comprender el poema de Tibulo correctamente, hace falta situarlo en su contexto histórico, a la vez inmediato —es decir, el recién establecido principado de Augusto—, y a más largo plazo, remontándolo a las tradiciones anteriores de Roma misma y a las ideas de los escritores griegos, que tuvieron una influencia masiva en el pensamiento romano.
EL REY PIRRO Y EL EPICÚREO CINEAS: ¿POR QUÉ LA GUERRA?
Podemos tomar como punto de partida una anécdota relatada por Plutarco en su Vida de Pirro . Pirro era el rey de Epiro, en la costa noroeste de Grecia, del que deriva la expresión victoria pírrica , que significa una victoria tan costosa que casi equivale a una derrota. Pirro había invadido Italia dos veces y se había enfrentado con los romanos, y a pesar de que ganó ambas batallas, se alega que dijo que “Una victoria más sobre los romanos y estaremos completamente perdidos” (21.14-15). Pirro era un general excepcional, alabado por Aníbal mismo como el mejor estratega que nunca ha vivido o después únicamente de Alejandro Magno; además, era valiente y tenía pasión por la guerra. Nos cuenta Plutarco que “Había por aquella época un tesalio de nombre Cineas que gozaba de una gran reputación como hombre inteligente y que había sido discípulo del orador Demóstenes” (14.1; trad. Guzmán Hermida y Martínez García, 2007). Pirro aprovechó su sabiduría y habilidad para enviarlo en función de embajador a varias ciudades, y afirmaba que “más ciudades había adquirido por los discursos de Cineas que por las armas” (14.1). En aquel momento, cuando Pirro estaba preparando una expedición a Italia, le dijo Cineas: “Dícese, ¡oh Pirro!, que los romanos son guerreros, e imperan a muchas naciones belicosas: por tanto si Dios nos concediese sujetarlos, ¿qué fruto sacaríamos de esta victoria?” (14.2). Pirro respondió que, una vez vencidos los romanos, ya no quedaría ninguna ciudad, ni bárbara ni griega, que pueda oponérsele y que él sería dueño de toda la Italia. Cineas persistía y preguntó: “Bien, ¿y tomada la Italia, Rey, qué haremos?” (14.3). Pirro replicó que el próximo objetivo sería Sicilia, que sería fácil de conquistar. “¿Y entonces?”, Cineas preguntó, y contestó Pirro: “¿quién podría no pensar después en el África y en Cartago, que no ofrecía dificultad”. Pues entonces dijo Cineas: “Que es muy claro que con facilidad se recobrará la Macedonia, y se dará la ley a la Grecia con semejantes fuerzas; pero después que todo nos esté sujeto, ¿qué haremos?” (14.6). Y con eso Pirro echándose a reír, “descansaremos largamente —le dijo— y pasando la vida en continuos festines y en mutuos coloquios, nos holgaremos”. En este momento le rogó Cineas: “¿Pues quién nos estorba si queremos el que desde ahora gocemos de esos festines y coloquios?” (14.7). Pirro estaba ya en condiciones de disfrutar de estos deleites, sin guerras ni grandes trabajos, “haciendo y padeciendo innumerables males” (14.7). Plutarco comenta que, al oír este consejo, “Cineas con este discurso más bien mortificó que corrigió a Pirro; pues aunque entró en cuenta del gran sosiego que gozaba, no fue dueño de renunciar a la esperanza de los proyectos y empresas a que estaba decidido” (14.8; cf . Dión Casio Historia romana 9.40.5).
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