Una explicación como esta última, realmente no dejaría ningún tipo de duda sobre la vinculación de la Nueva Era con la teología de la prosperidad.
¿Lucro y sobrevivencia personal?
Para nadie es un secreto que las condiciones materiales de la gran mayoría de las personas de América Latina es de una terrible escasez. El producto bruto interno y el índice de desarrollo humano señalan con frialdad y crudeza por dónde van nuestros países. Cuando los datos estadísticos se traducen en experiencias humanas cotidianas, entonces vemos el dolor, el clamor por la justicia, el hambre y la violencia. A esta realidad, obviamente, no escapa ninguna de las agrupaciones religiosas. En este panorama eclesial y social sombrío es que ha crecido con fuerza y cierto éxito la teología de la prosperidad. Para que este discurso tenga credibilidad, alguien tiene que evidenciar la prosperidad o la riqueza obtenida como producto de haber practicado las leyes de la prosperidad. ¿Quién es este alguien? Usualmente el pastor y, a veces, el liderazgo local. ¿Cómo consigue el pastor diversos bienes materiales? En algunas agrupaciones lucrando con la fe y esquilmando a los fieles. Sobre este punto concreto, literalmente se podrían escribir libros enteros narrando experiencias de cómo diversos pastores se hicieron de muchas posesiones.
Tal vez algún lector piense que estamos exagerando o contando una anécdota aislada. No, no es así. En un alto porcentaje de las agrupaciones neopentecostales es común que los pastores exijan más de la décima parte de sus ingresos económicos a los fieles, además de diversas ofrendas y donaciones “para el ministerio”. He corroborado que muchos de los pastores exigen que las donaciones no se hagan a nombre de la agrupación o iglesia, sino a nombre de ellos (de los pastores). Este afán de lucro no conoce límites en muchos casos. Así, se exige que los fieles donen terrenos, casas, joyas, artefactos, automóviles, otros, siempre a nombre del “ungido”. El lector podría comprobar lo que decimos haciendo un mínimo de trabajo de campo, leyendo la prensa evangélica seria que siempre da cuenta de estos casos y, a veces incluso, la prensa secular.
Un caso que ocurrió en Lima sirve para ejemplificar lo que hemos dicho. Un pastor “ungido” pidió a los fieles que el próximo domingo trajeran sus mejores vestidos y joyas, porque “algo tremendo iba a hacer el Señor”. Los miembros, en su gran mayoría, le hicieron caso y así trajeron aretes, pulseras, relojes, prendedores, etcétera, todos ellos muy costosos. El pastor, paso seguido, les dijo que sería oportuno “probar al Señor”, para “alcanzar una gran bendición”. La prueba consistía, era obvio, en entregar todo lo valioso al pastor, quien iba a orar para que el Señor les prosperara, devolviéndoles el valor por cien veces al cabo de siete días. Era de esperar que los fieles entregasen sus posesiones, pues el “ungido” tenía el poder del Espíritu Santo y la revelación de prosperidad. Ya se imaginarán lo que pasó: el pastor desapareció con las joyas y los vestidos caros, y los fieles nunca vieron prosperidad. Esta historia es muy similar a las otras que he escuchado o que he leído en diversas revistas o periódicos del continente.
Esta forma de hacerse de dinero fácil y rápido no es algo que se da sólo en América Latina. En Estados Unidos se conocen casos realmente alarmantes con los “maestros de la fe”, muchos de los cuales, haciendo colectas con el cuento de la prosperidad, han construido verdaderos imperios: red de hoteles de lujo, cadenas de televisión, etcétera. Por eso, muchos encuentran que esta teología es sólo un discurso que sirve a algunos “evange-listos” para engañar a los ingenuos o los nuevos en la fe. Y por ello, en parte, algunos investigadores sociorreligiosos dicen que las agrupaciones neopentecostales son verdaderas empresas de prosperidad, en las cuales no siempre ganan los fieles pero sí siempre sus pastores.
La teología de la prosperidad, entonces, sería un disfraz teológico, “piadoso” digamos, que utilizan algunos líderes neopentecostales para hacerse de propiedades y ocultar las diversas inmoralidades en la que se han visto involucrados públicamente, desde Jimmy Swaggart, Jim Bakker, Oral Roberts y Kenneth Hagin en Estados Unidos, hasta Héctor Giménez en Argentina. De esta manera, esta teología sería expresión de un cinismo religioso de aquellos que se encuentran atrincherados en instituciones religiosas con el propósito específico de hacer negocio, dinero. Ahora, no siempre los pastores “ungidos” de la prosperidad son tan directos al pedir dinero para ellos. A veces son más sutiles. En la Iglesia Pentecostal Dios es Amor (Lima), cuyo fundador es el misionero David Miranda, del Brasil, se escucha la siguiente predicación:
Hoy usted está sembrando lo que después va a cosechar y no pasará siete días para la respuesta del Señor. Dios, creador del cielo y de la tierra, confirma esta revelación de prosperidad; haz que el hermano conozca sólo prosperidad; llega a tu casa hermano, marca tu calendario; primero de setiembre empieza tu prosperidad. [...]. Escuchen, hermanos. Dios quiere ahora bendecir aquí a trece personas. Miren lo que Dios nos está revelando: el deseo de usted, de su familia, de tener felicidad, tener lo mejor, no puede ser realidad porque lo que usted gana no alcanza. Si quiere comprar una mejor ropa para su esposo y a sus hijos; y el Señor me dice que hoy ÉL multiplica su dinero. Son trece personas a las que Dios está pidiendo el sacrificio para vencer esa maldición, y el Señor me dice que estas trece personas tienen veinte soles para usar para Dios. Si crees que Dios te va a dar tan sólo un juego de ropas te equivocas. Dios te va a dar mucho más... Aquí está el primero... Aquí hay otra persona... Esta plata no es para mí, es para la obra de Dios 25.
Por otro lado, es necesario señalar una actitud parecida a la de aquellos que lucran con la fe. Si bien hay pastores que abiertamente hacen dinero con el discurso de prosperidad, también están los que, siendo de otras tiendas teológicas, “se han subido al coche de los ganadores” y tratan de ganar algo, aunque sea las migajas. Estos saben bien que el discurso de la prosperidad trae reportes económicos o por lo menos permite sobrevivir. Son aquellos que por alguna razón perdieron su base eclesial —a decir verdad algunos nunca la tuvieron— y ahora quieren estar con las mayorías. Si éstas dicen guerra espiritual y prosperidad, allí están al frente para representarlas.
Cuando les he preguntado a qué se deben esos cambios tan drásticos, la respuesta sin vacilar ha sido la misma: “Tenemos derecho a madurar”, o “He madurado en la fe”. Más que madurar, me parece que han sabido acomodarse a los nuevos tiempos. Son de aquellos que siempre tienen la razón. Ayer tuvieron toda la razón y hoy también. Mañana, cuando estén con otra camiseta, también les asistirá la razón. Siempre estarán “madurando”. Algunos parecen no darse cuenta de que se comportan como mercenarios de la teología de moda. Esas actitudes son las que hacen daño a cualquier propuesta teológica, incluyendo a la de la prosperidad. Muchos hermanos al ver a pastores y líderes que alguna vez fueron de condición social modesta, y hoy tienen bienes en abundancia, rechazan el discurso teológico que predican. Y hay mucha razón en esa crítica.
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10Cf. Noticias Aliadas, vol. 37, n.° 31, 28 de agosto del 2000.
11“¡Esos protestantes!”. El Heraldo, Periódico religioso mensual, Vol. iii, n.° 33, Lima, noviembre de 1918. El énfasis es mío.
12“Bendición y prosperidad”. Continente Nuevo, n.° 17, 1988, pp. 4–8.
13Gene Getz. La verdadera prosperidad. Miami: Vida, 1994.
14Para una visión del tema, ver John Stott. La verdad de los evangélicos. San José: indef-Visión Mundial, 2000, pp. 15–20.
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