Construido según el modelo de los términos racismo , machismo y otros similares, el concepto de especismo implica la discriminación de ciertos seres, que se ven privilegiados o, por el contrario, despreciados y reducidos al estatuto de máquinas productivas, objetos, pertenencias, explotados, maltratados, destruidos y consumidos, con el solo pretexto de que pertenecen a una especie, como el racismo perseguía a individuos con el argumento de la raza. Un prejuicio fatal, que se acomoda de una acumulación tan gigantesca de sufrimiento para nuestro placer culinario y nuestro bienestar vestimentario; a veces para nuestra distracción, como en el caso de corridas, rodeos o circos; puesto que no se trata en absoluto de necesidades, ni siquiera nutricionales. Este verdadero escándalo moral tiene que ser conocido, cuestionado y denunciado. Es inverosímil y contradictorio desear una evolución ética y política, es decir, humana, de nuestras sociedades, conservando esta crueldad sin fin y el estado de inconsciencia generalizada de la ciudadanía respecto a esta contradicción impresentable148.
La situación de los animales y la relación del ser humano con estos, comenzando por la caza, luego la domesticación y la crianza, forma parte de la larga historia de la civilización y su “solución”, si se puede hablar en esos términos, implicará también una larga evolución. La sociedad futura será de alguna manera una zoopolis, según el concepto recientemente inventado por Sue Donaldson y Will Kimlicka. Estos autores distinguen entre los animales salvajes y los animales domésticos una tercera categoría, intermedia, en realidad, llamada animales “liminares”, que son los que, sin ser domésticos, viven a proximidad de los humanos, a veces en medio de nuestras ciudades o espacios rurales, como palomas, zorzales, ratas, ardillas, lagartijas. Hay que asumir que todos los animales no son equivalentes y, si se les debe protección y respeto a todos, el tratamiento no puede ser equivalente. Basándose en una teoría política de origen liberal, proponen acordar la ciudadanía (o una forma de ciudadanía) a los animales domésticos y de compañía, la soberanía a los animales salvajes y a sus comunidades y un estatus de residentes a los animales liminares. Esta proposición149 es un simple ejemplo (pueden proponerse muchos otros, como el abolicionismo radical de algunas tendencias veganas) de cómo la imaginación política puede asumir y hacerse cargo de manera responsable, con una teoría perfectamente racional, del problema mayor de la convivencia de la sociedad humana con los animales.
También tendrá que ser pensada la cuestión del “desarrollo” y encaminarse hacia nuevos conceptos. Hay formas de desarrollo que obligatoriamente habrá que abandonar (como el uso de combustibles fósiles o la agroindustria intensiva); otros que habrá que moderar, y otros aun, inventar. El concepto de lo “sustentable” no es suficiente ni suficientemente preciso; hay que decir claramente que no es sinónimo de ecología. Nada más “sustentable” que la energía solar, pero, si se instalan grandes cantidades de superficie de captores solares sobre un pantano, la biodiversidad de ese ecosistema ciertamente desaparecerá. Muy sustentable es también una central hidroeléctrica: la energía es proporcionada por la gravitación que hace avanzar el agua, que, por cierto, no se consume. Pero un río es también un ecosistema en relación con los otros en una región determinada, que puede ser gravemente perturbado, y si se instala una represa en un valle de gran valor estético la pérdida será de otro orden, que también debe ser considerado. Tenemos necesidad de la belleza del mundo. Todo ello debe ser pensado y negociado inteligentemente y de manera transparente en la sociedad del futuro.
Por ello, la ecología nos conduce a la democracia (capítulo siguiente) y a la invención de nuevas formas de deliberación, de decisión y nuevas prácticas sociales. Por otra parte, el sentido político y social de muchas decisiones respecto a la energía, al medio ecológico y al clima es evidente. Los primeros perjudicados por el cambio climático, originado principalmente por el industrialismo de los países ricos, son los países más pobres y en ellos, las poblaciones más desfavorecidas, que habitan zonas vulnerables. Basura química y atómica ha sido enviada al tercer mundo, al mismo tiempo que formas de agricultura tradicionales eran erradicadas por la presión de la competencia mundial y los bancos. Algunos no han dudado en afirmar que no es la especie humana que destruye el planeta, sino el capitalismo . Esto es falso históricamente, ya que las catástrofes ecológicas del “socialismo real” y su dogma industrialista son conocidas, pero este sistema prácticamente ha desaparecido, por lo cual se puede decir que la afirmación anterior actualmente es cercana a la realidad.
Nombrar bien las cosas. La gaya ecología
Hemos presentado aquí un cierto número de ideas, algunas de ellas heterogéneas, que constituyen el fondo del pensamiento ecológico. Pero a cada cual le corresponde profundizarlas, elegir aquellas que más le hablen y, por supuesto, continuarlas. Mi manera de ver es que todos los enfoques tienen su lugar, todos los aportes tienen su utilidad y su rol. Lo peor que se puede hacer en estas materias es desarrollar dogmatismos, intolerancias y fundamentalismos. La ecología del futuro será pluralista y multidimensional; para algunos constituirá el centro de su compromiso social, para otros un marco de vida, una sabiduría. Pero para todos será central.
Hay que decirlo: algunas maneras de abordar la ecología actualmente fallan en plantearse principalmente como alarmas frente a la crisis, con anuncios desastrosos destinados a suscitar miedo, proposiciones de paliativos ante la destrucción, algo así como frenos ante un precipicio, tal como la “heurística del miedo” de Hans Jonas, antes mencionada. Otros hablan de “catastrofismo ilustrado”, es decir, el hecho de considerar que la única manera de evitar la catástrofe venidera y remover suficientemente las conciencias es dar esta catástrofe por segura150 . Aunque en muchos aspectos la situación es crítica y no hay que desconocerlo, no estoy seguro de que esta estrategia del miedo, que podría llamarse ecología de Casandra, produzca los resultados esperados. Por cierto, hace mucho tiempo que ella viene practicándose, y de manera no siempre “ilustrada”, por los diversos movimientos y partidos verdes, pero la toma de conciencia de la crisis ecológica por parte de grandes electorados, de responsables y dirigentes del planeta continúa haciéndose esperar.
Creo más bien que necesitamos una ecología de afirmación , de conquista de nuevos territorios de la existencia, y que solo ella puede tener la fuerza necesaria para cambiar los modos de vida y organizar las sociedades de manera diferente. La ecología que podrá imponerse debe hacerlo por la vía del deseo, el placer, el gusto, la alegría, el goce de una nueva forma de habitar el mundo y no solo ni principalmente motivadas por el miedo, que origina privaciones, prohibiciones, control e impuestos, aunque en muchos casos estas restricciones son necesarias en una fase de transformación y también tienen cierta utilidad las medidas paliativas. Esta gaya ecología , o ecología gozosa, la nombro así aludiendo al sentido en que Nietzsche hablaba, y que constituye el título de uno de sus libros más luminosos, de “gaya ciencia” o “gay saber”151. Ella debe, por supuesto, asumir los conocimientos, la lucidez y el rigor de los diagnósticos científicos, incluyendo los más severos en cuanto a la crisis ecológica y los daños hechos, tal vez ya irreparables, pero sin olvidar que solo por deseo de otra cosa, por la voluntad, por el placer del cambio y de la experiencia de lo nuevo pueden las mentalidades y las prácticas encaminarse hacia otros rumbos. La denominación de gaya ecología proporciona, por simple coincidencia, una bella homofonía con la hipótesis Gaia , de James Lovelock, antes mencionada152. La gaya ecología sería, así, el conocimiento gozoso, la alegre y jovial puesta en práctica de nuevas formas de habitar el sistema Gaia. Aunque en tanto hipótesis científica esta no se verifique, nombrarla así marca simbólicamente un cambio de mentalidades y constituye un contexto ideológico inspirador de nuevas actitudes.
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