Camino al ejercicio profesional
Trabajo y género en Argentina y Chile (siglos XIX y XX)
Graciela Queirolo
María Soledad Zárate Campos
Editoras
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869– Santiago de Chile
mgarciam@uahurtado.cl– 56-228897726
www.uahurtado.cl
Primera edición julio 2020
Este texto fue sometido al sistema de referato ciego externo
ISBN libro impreso: 978-956-357-247-6
ISBN libro digital: 978-956-357-248-3
Coordinador colección Historia: Daniel Palma Alvarado
Dirección editorial: Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva: Beatriz García-Huidobro
Diseño de la colección y diagramación interior: Francisca Toral
Imagen de portada: Enfermeras saliendo de su turno en el Hospital José Joaquín Aguirre, 1946, Catálogo Fotografía Patrimonial, Museo Histórico Nacional.
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓNMUJERES, HOMBRES Y TRABAJO URBANO
OCUPACIONES SANITARIAS: ENFERMERAS, PARTERAS Y ASISTENTES SOCIALES
PARTERAS Y ENFERMERAS PORTEÑAS. TRABAJO, PROFESIÓN Y PRÁCTICAS (BUENOS AIRES, 1920-1950) Ana Laura Martin
CON VOZ PROPIA: ENFERMERAS, TRABAJO Y PROFESIONALIZACIÓN, CHILE, 1940 María Soledad Zárate Campos
ENERGIZAR Y TRANSFORMAR EL TERRITORIO. PRESENCIA Y APORTES DE LAS ASISTENTES SOCIALES EN LA INTERVENCIÓN COMUNITARIA DEL SERVICIO NACIONAL DE SALUD. CHILE, 1952-1973 Maricela González Moya
POLÍTICA, PROFESIONALIZACIÓN Y GÉNERO EN DOS MÉDICAS ARGENTINAS DURANTE EL SIGLO XX: ALICIA MOREAU DE JUSTO Y TELMA RECA Karina Inés Ramacciotti y Adriana María Valobra
OCUPACIONES FERROVIARIAS, DOMÉSTICAS, COMERCIALES Y BUROCRÁTICAS
EXPECTATIVAS Y DESENGAÑOS: LA CARRERA LABORAL EN LOS FERROCARRILES ARGENTINOS DE COMIENZOS DEL SIGLO XX Silvana A. Palermo
ESCISIONES EN EL SERVICIO DOMÉSTICO: LA PROFESIONALIZACIÓN DE CHOFERES PARTICULARES Y ENCARGADOS DE CASAS DE RENTA Inés Pérez
LA PRESENCIA FEMENINA EN EL NEGOCIO DE VENTAS EN SANTIAGO (1880-1920) Jacqueline Dussaillant Christie
UNA BUENA SECRETARIA : LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRABAJO FEMENINO EN LOS EMPLEOS ADMINISTRATIVOS (BUENOS AIRES Y SANTIAGO DE CHILE, 1915-1955) Graciela Queirolo
OCUPACIONES LETRADAS
TRABAJO DOCENTE, TRABAJO INTELECTUAL. HERMINIA BRUMANA, ARGENTINA, 1918-1935 Paula Caldo
EDITORA: UN OFICIO DE LA INTELECTUAL PROFESIONAL Claudia Montero
ASALARIADAS LETRADAS: EL EJERCICIO INTELECTUAL Y ESCRITURAL EN LAS NARRATIVAS DE AUTORAS DEL CARIBE Y LATINOAMÉRICA Natalia Cisterna Jara
AUTORAS
INTRODUCCIÓN
MUJERES, HOMBRES Y TRABAJO URBANO
Los mercados de trabajo urbanos, en los que se han desempeñado tanto mujeres como varones, experimentaron un importante crecimiento en las sociedades latinoamericanas desde las últimas décadas del siglo XIX y a lo largo del siglo XX. Dicho crecimiento incorporó un proceso de diferenciación ocupacional que originó un mundo laboral heterogéneo, integrado por ocupaciones educativas, sanitarias, comerciales y administrativas, así como también por las fabriles y las de servicio doméstico. En cada una de ellas se destacaron múltiples conocimientos y destrezas que las personas adquirieron por distintas vías: el entrenamiento bajo la guía de otros en los mismos espacios de trabajo –aprendizaje práctico o por imitación–; la capacitación profesional, previo pasaje por alguna institución de educación formal o informal que se acompañaba con la adquisición de certificaciones, o bien una combinación de ambas.
Los procesos de modernización capitalista crearon los mercados de trabajo organizados en torno a relaciones asalariadas. El gran legado de la modernidad, esa organización de la vida que nació en Europa Occidental al calor de la “doble revolución” tanto política como económica y que luego se expandió impetuosamente por el planeta, consistió en la creación de personas jurídicamente libres, pero económicamente dependientes1. Si los Estados nacionales construyeron el armazón legal que organizó la libertad y sus límites, los mercados de trabajo ofrecieron la solución a las necesidades económicas para quienes solo dispusieran como única propiedad su fuerza de trabajo, ya sea porque habían nacido desposeídos de todo o porque diferentes contingencias los había desprovisto de seguridades pasadas. La libertad jurídica de las personas promovió una relación contractual entre sujetos libres. Sin embargo, quienes solo contaban con su fuerza de trabajo para satisfacer sus necesidades materiales se encontraron en una posición de subordinación, según la cual la necesidad los volvía vulnerables y protagonizaron la paradoja fundacional del nuevo orden social2.
Dentro de los límites a la libertad jurídica sobresalieron “las incapacidades relativas” que los códigos civiles decimonónicos asignaron a las mujeres. De acuerdo con ellos, las mujeres –en especial las casadas y las menores de edad– carecieron de una capacidad civil plena hasta bien entrado el siglo XX. Esto se tradujo en obstáculos para su actuación pública, como la administración de sus propios bienes, incluidos los ganados con su participación asalariada3. Las reglamentaciones civiles pensaron a las mujeres bajo la guarda del padre y del marido y ni siquiera especularon con la posibilidad de que ellas deambularan por fuera de las instituciones familiares, algo que ocurrió, en parte, cuando la expansión de los mercados de trabajo, las incluyeron dentro de los empleos asalariados. Por lo tanto, su incapacidad jurídica reforzó su dependencia económica.
Las sociedades capitalistas se organizaron bajo una división sexual del trabajo notablemente patriarcal4. A partir de su condición biológica de madres devenida en un mandato naturalizado, las mujeres asumieron tareas reproductivas que consistían en quehaceres domésticos y labores de cuidado, mientras los varones ocuparon tareas productivas que se traducían en el acceso a empleos asalariados. La mujer madre y el varón proveedor se asociaron en el contrato matrimonial, donde el esposo aportaría el sustento material y la esposa contribuiría con las labores domésticas. Se trató de una sociedad asimétrica, donde las esposas quedaron atrapadas a la sujeción de los ingresos de sus maridos, mientras que ellos se apropiaron del trabajo reproductivo de ellas5.
El trabajo femenino asalariado adquirió un carácter excepcional, es decir, las mujeres ingresaron a los empleos remunerados producto de la necesidad económica ocasionada por las falencias del proveedor –muerte, ausencia, abandono, desempleo, bajos salarios–. Esa participación se concibió como transitoria, porque duraría lo que las insolvencias masculinas perduraran o bien se producirían durante la soltería, previo al estado matrimonial o, a más tardar, hasta la gestación del primer retoño. Asimismo, los ingresos femeninos adquirieron un carácter complementario de los masculinos, porque el papel social de las mujeres radicaba en la esfera estrictamente doméstica. Esto se expresó en niveles salariales menores respecto de los varones, una situación que desalentó la permanencia femenina en el mercado. De la misma forma, la superposición de tareas domésticas y de cuidado con tareas laborales sobre los tiempos y los cuerpos femeninos volvió difícil, cuando no insostenible, la “doble carga”, y promovió deserciones o empleos nada prometedores6.
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