Irene Alonso Álvarez - No quiero ser una muñeca rota

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Eloise nació siendo una chiquilla aterrada en un pequeño pueblo del Sur de la Toscana. Hace unos años consiguió escapar de casa; cuando su familia intentó ingresarla en un centro de trastornos mentales. En la actualidad es una mujer triunfadora, meticulosa, atractiva y con una inmensa cuenta corriente. Hasta que, su hermano la encuentra y todo su mundo se derrumba. Pero no se da por vencida y continúa luchando con sangre y miedo para alcanzar su verdadero objetivo: La Felicidad. Pero ser feliz es más duro de lo que ella pensaba. ¿Qué serías capaz de hacer por ser feliz?

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Sueño que la muerte mece sus cabellos, le susurra al oído alguna nana que yo habría cantado con suma delicadeza y, acaricia con suavidad los rizos que sobresalen de su débil y fina cabeza.

A veces creo oír cómo balbucea mamá. Es un sonido ligero, etéreo… casi transparente, pero se incrusta en mi cabeza como una desgarradora garrapata.

Otras veces, solo oigo gritar y llorar tan fuerte, que me estremezco en la cama; voy corriendo todo lo rápido que puedo, pero enseguida mis piernas se transforman en gelatina y me hundo. Suelo despertarme cuando el fango y las aguas estancadas me llegan por la barbilla, y las piernas están prisioneras de juncos y algas por doquier.

Es una sensación muy desagradable. Como si unos hielos se deslizaran con sigilo a través de mi espalda cada vez que, evoco la sucia sonrisa que desprendía mi padre cuando me dejó sola en la entrada de la clínica. Aquel día solucioné mi error. O por lo menos, eso es lo que dijo cuando me arropó y dejó que durmiéramos juntos.

No quiero soñar nunca más. El mundo de los sueños me fue arrebatado, hace mucho tiempo. Ahora lo único que me queda es la fría y cruel realidad. Un presente nada alentador, la verdad.

Capítulo 5

Valiente y decidida, conseguí encontrarte. Te curé las heridas que todavía sangraban y las que aún no habían aparecido.

Eloise se encontraba de pie, frente a un espejo al final de la tienda. La iluminación era muy tenue y el reflejo en el suelo de mármol blanco otorgaba un aire majestuoso al arte y momento de probarse vestidos. Eloise necesitaba renovarse.

Vestía otra piel para sentirse con otra también.

Suspiró frente al espejo.

«Es lo único que puedo hacer», pensó Eloise con una mueca de conformismo.

Al volver a suspirar, se enderezó de repente cuán larga era y, pidió con inusitada rapidez el número 39 de unos tacones verde esmeralda con lazos incrustados que, subían hasta el tobillo. No volvió a suspirar.

—Renovarse o morir —añadió con decisión.

Había ido a su tienda predilecta a por un vestido nuevo de Aroma 30 —una marca italiana basada en la moda atemporal femenina—, pero gracias a un pensamiento fugaz, decidió que lo mejor era empezar por los pies. Andar de nuevo. Volver a andar.

Cuando se miró en el espejo con sus zapatos nuevos, sonrió satisfecha. Esta era la imagen que quería dar al mundo.

«Por lo menos, esta sensación de falsa realidad no pueden quitármela», pensó Eloise, jugueteando con los lazos verdes.

—Yo me creo mis propias pieles, elijo cuándo usarlas y cómo —asintió con un movimiento de cabeza. El atrevimiento que sentía era nuevo para ella.

Mientras pagaba en la caja y salía de la tienda, Eloise se sentía con una pizca más de autoestima gracias a una compra innecesaria y del todo consumista.

Capítulo 6

Compramos un elegante castillo a las afueras del reino y allí, me enseñaste a volar sin necesidad de caer.

—Hoy es un buen día —repetía con ligera resignación al levantarse del abullonado colchón de plumas de ganso oriental.

Salió de casa para ir al trabajo con una falda de tablas color azul eléctrico, de Giambattista Valli, y una blusa transparente de organza, creada por Alessandra Facchinetti, esta vez llevaba unos zapatos planos de punta redonda, con tiras en el tobillo (estilo bailarina) de Salvatore Ferragamo. Estaba empezando a encontrarse cómoda con ella misma.

—Hoy está siendo un buen día —repitió Eloise, sentada en el mismo parque con los mismos patos, o por lo menos, parecidos, ¿no lo son todos? Después de estar cuarenta y cinco minutos con sus compañeros en el bar de moda (había que volver a las viejas costumbres, para no sucumbir a los cotilleos malignos) podía disfrutar de su merecido descanso social.

A la mitad de su bolsa de palomitas, la cual se comían los patos que chapoteaban con ingenua alegría en el lago, Eloise se percató de que necesitaba un cambio drástico en su vida. Se había cansado y asqueado de sí misma, de su cara de amargada con falsas arrugas de felicidad y de esperar una llamada que aborrecía hasta lo inimaginable.

Detestaba hasta sus propias creaciones. Sus múltiples pieles. Las había usado con dignidad durante mucho tiempo, pero sentía que ya no la hacían efecto. Se escapaban de sus esbeltos y frágiles dedos como el efecto de intentar coger agua de lluvia con la boca abierta.

—¡Se acabó! —exclamó de repente Eloise, saltó del banco donde estaba apoyada con un brinco fugaz, asustando así a los patos que se encontraban a su alrededor, con miradas de asombro y enfado, esperando la ansiada comida diaria.

Cogió ipso facto una libreta morada con bordes negros del bolso de trabajo, y comenzó a redactar una lista para sobrevivir, una lista con una serie de actividades que la permitieran volver a sentirse humana. O simplemente volver a sentir —2 gramos de sarcasmo y 1 gota de ironía—.

Quizás fuese una tontería o quizás podría comenzar una nueva vida.

Quizás… quizás se encontraría con una sonrisa de verdad en su cara.

Eloise sonrió con una mezcla de misterio y deleite, mientras escribía la última actividad de su lista.

Lista de Eloise.

• Día CERO: Sentir la velocidad.

• Día UNO: Comprobar la infinidad.

• Día DOS: Viajar muy lejos.

• Día TRES: Abrir corazón.

• Día CUATRO: Ayudar.

• Día CINCO: Conocer antigua civilización.

• Día SEIS: Volver sin caer.

• Día SIETE: Leer periódico.

Día CERO

Eloise se levantó de la cama decidida, con unas pantuflas doradas adornadas con perlas blanquecinas. Primero se dirigió al cuarto de baño, para preparar el agua caliente junto a sus velas aromáticas de manzana fresca recién cortada y después fue directa a la cocina, como una periodista redactando contra reloj, a suministrarse su dosis diaria de cafeína.

Al terminar con los mismos rituales de cada mañana, se enfundó en unos leggins ajustados negros de Intimissimi, una camisa con bordado floral en amarillo de Simone Rocha y unos botines oscuros de Michael Kors; terminó su conjunto con un maquillaje más natural del que estaba acostumbrada. Se aplicó un poco de base, otro poco de sombra de ojos de color neutro y un toque de iluminador en el lagrimal. En realidad, no importaba el maquillaje ni la ropa. Cuando Eloise entraba en cualquier lugar, todas las personas se paraban o se giraban para observarla. Era muy hermosa.

Gracias a la lista que escribió el día anterior, decidió coger el móvil para llamar al trabajo y comenzar con la ansiada lista para ser feliz. Todo ocurrió de manera veloz: Eloise les dijo que estaba con una gripe terrorífica, les transmitió los sentimientos de culpabilidad por no poder asistir al trabajo y les agradeció los consejos para sanarse que gritaban sus compañeros desde la otra línea, mediante remedios caseros ligeramente dudosos —desde cebollas en los ojos a jarabe de ipecacuana para vomitar—. Le llevó unos seis minutos de su tiempo acabar con la conversación.

Antes de salir de casa se miró en el espejo. Se gustaba. Se gustaba mucho. Hoy iba a ser el primer día de su lista y estaba preparada para la aventura. Estaba preparada para ser feliz. La idea de que no se lo merecía la taladraba de forma incesante, pero apartó aquel pensamiento con rapidez, escondiéndolo en una puerta oscura de su cerebro.

Al sentarse en el asiento trasero de Uber, abrió el bolso y lo examinó con atención hasta que localizó el folleto de su primer destino.

¡Maneje un Ferrari en la superautopista más famosa de Milán! Acelera en la increíble autovía que une Milán con los Alpes Suizos, gira hacia abajo dentro del túnel favorito de Senna y escucha la música que solo un Ferrari puede tocar.

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