Entre los asuntos asociados al programa de prevención de la UNODC está el uso de “metodologías de desarrollo” para hacer el programa participativo a través de la implicación del Estado, la sociedad civil y la juventud a nivel comunitario. Hablar de procesos participativos no significa, ni forzando la imaginación, que haya participación a nivel de la comunidad en la planeación logística del programa. Con la base conceptual del programa de prevención finalizada y siendo el foco la penalización de todas las formas de uso, hay un limitado espacio para cualquier tipo de participación.
Es necesario que la UNODC entienda lo que significa decir “Yo decido” en el marco de las realidades locales. La investigación muestra que es el control social y los rituales que rodean al uso de drogas los que evitan que su consumo se vuelva un problema social serio (Ganguly et al. 1975; Charles et al. 1994 y 1999). Cuando los programas de prevención ignoran el poder de la comunidad y le piden a la juventud tomar una decisión individual, es probable que la juventud decida “probar drogas” y afirmar su individualidad y libertad de elección. La Encuesta Nacional de Hogares (UNODC y MSJE GOI 2004) señala que las razones para consumir drogas son la curiosidad, la experimentación y el deseo de sentir sus efectos. La vinculación de la prevención del abuso de drogas de la UNODC a los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares puede conducirla a promover, sin darse cuenta, el uso experimental de drogas. Una razón lógica para que la UNODC realice tales esfuerzos podría ser la de perturbar permisos culturales, dado que no encajan dentro de la agenda de las Naciones Unidas para un mundo libre de drogas.
V.2.b Tratamiento y reinserción social
Las Naciones Unidas a través de sus Convenciones han proporcionado directivas claras a los Estados Miembros sobre el curso de los acontecimientos y pasos a seguir en el área de tratamiento y reintegración social. La Resolución II se centra en la creación del método de tratamiento más efectivo (“en una institución hospitalaria que tenga una atmósfera libre de drogas”). El foco de la UNODC es asegurar una Recuperación Integral de la Persona, donde el individuo esté libre de drogas, de crimen y con empleo remunerado.
Implementar las directivas de Naciones Unidas sobre la institución proveedora de intervención en el contexto de la criminalización es interesante, en particular para los países en desarrollo. Penalizar el uso, inclusive del proceso de obtención de la droga ya sea por la compra o por su obtención como regalo, garantiza que todos los aspectos del lado de la demanda de droga son criminalizados y, así, completan el camino de la mirada pública. El proceso de aislamiento torna difícil el primer paso de la intervención, esto es, identificar al consumidor y atender sus necesidades. La penalización del uso de drogas hace que la identificación del consumidor ocurra cuando éste ya ha alcanzado una fase disfuncional.
Antes de la criminalización, el cuidado institucionalizado para la adicción era raro. A través de los años con la capacitación dada y el compromiso de apoyo asumido, la UNODC creó redes organizacionales estructuradas a nivel nacional y regional para llevar a cabo su proceso de evaluación con la participación activa de los centros de tratamiento. Las modalidades de tratamiento ampliamente exploradas en los países desarrollados han sido transplantadas a los países en desarrollo con grados de éxito variables.
El Comité de Expertos en Fármacodependencia de la Organización Mundial de la Salud define el tratamiento en concordancia con la comprensión occidental de la asistencia médica. Éste considera que las oportunidades y servicios básicos de tratamiento incluyen la desintoxicación, sustitución o terapia de mantenimiento y/o las terapias psicosociales, consejería y apoyo social (UNDC y WHO 2008).
La Guía de Implementación de las Naciones Unidas para el tratamiento, habla de la necesidad de que las naciones desarrollen un Plan Estratégico Nacional sobre Drogas; un ejemplo ilustrativo es el de Australia para 1998-2003. Los temas cruciales son: el desarrollo de farmacoterapias alternativas para la dependencia de opiáceas, el fortalecimiento de los vínculos entre salud mental y centros de tratamiento de drogas, y la participación de los médicos generales y de los hospitales en la intervención temprana y la prevención de recaídas (UNODC 2002). Para acentuar la ironía cultural, ciertamente esta no podría ser una directriz para ocuparse de la ingestión de vino en la cultura occidental.
Las Naciones Unidas esperan que los Estados Miembros aprovechen los recursos para proveer de servicios institucionalizados a los consumidores de droga, que creen intervenciones uniformes por medio de la réplica de modelos de tratamiento para la desintoxicación o sustitución de drogas. La escasez de fondos hace que sea difícil establecer instituciones de atención especializadas y la penalización del consumo de droga limita el número de institutos dispuestos a integrar la atención a los consumidores de droga dentro del programa general.
Dada la escasez de fondos, el apoyo de grupos de voluntarios facilita el proceso de reintegración/integración del consumidor de drogas a la sociedad, casi siempre bajo la filosofía de “una vez adicto, siempre adicto”. La intervención es integral luego de la búsqueda de la atención, la vida del consumidor gira en torno al proceso de estar libre de drogas. No es extraño que por temor a la recaída muchos ex-consumidores calificados se dediquen a trabajos menores en lugar de a carreras profesionales. La aceptación de la inevitabilidad de las recaídas y los temores asociados a ella suministran mano de obra barata a los centros de desintoxicación. Después de años de estar en centros de rehabilitación y recuperación los ex-consumidores terminan con redes sociales limitadas lo que a su vez restringe la capacidad de volver a su carrera previa. El proceso de estar libre de drogas adoctrina a la persona a enfocarse en un hábito: “el uso de drogas”, profanando su individualidad.
V.3 Consecuencias intencionales y no intencionales del Programa de Naciones Unidas para la Reducción de la Demanda de Drogas
La clasificación del uso de sustancias psicotrópicas como una enfermedad que requiere “políticas” para identificar a individuos situados en las fases iniciales de consumo, ha criminalizado todas las normas culturales que lo aprueban.
V.3.a La penalización del proceso de normalización culturalmente sensible
El uso culturalmente integrado de productos de plantas psicoactivas con fines psicoactivos y no-psicoactivos como parte de la cocina, en el empleo de la fibra de cannabis para hacer cuerdas, zapatillas, bolsas y prendas de vestir (en climas extremos) existió y continúa existiendo en algunos lugares. Como se vio en Himachal Pradesh, India (Charles 2001b), al criminalizar el cultivo de plantas psicoactivas se obstaculizan las soluciones sustentables y favorables al medio ambiente. Dada la creciente preocupación por el medio ambiente, sería interesante observar si los productos hechos con fibra de cannabis están patentados y comercializados por los países desarrollados. En Himachal Pradesh se vendió una chaqueta de diseño como fabricada en Alemania con materia prima proveniente de países en desarrollo.
El uso de sustancias psicotrópicas culturalmente arraigadas está restringido de su consumo excesivo por medio de normas formales e informales impuestas por la comunidad, la casta o la afiliación tribal. Las regulaciones determinaron el perfil de los consumidores, el contexto de uso, formas de consumo autorizadas según el tipo de drogas y modo de consumo, ocasiones y maneras en las cuales sustancias específicas iban a consumirse. La información sobre estas normas era parte de la sabiduría local y era transmitida por medio de individuos que ya estaban orientados en el contexto cultural de su uso.
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