Rafael Jiménez Cataño - Razón y persona en la persuasión

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La demostración y el razonamiento formal pueden gozar de validez en sí mismos, sin referencia a un destinatario. En cambio, la validez de la argumentación no se puede estudiar en su integridad sin conocer al público al que se dirige, sin saber qué significa para el hablante y para el interlocutor, sin saber nada de las circunstancias en las que la argumentación tiene lugar.
La verdad es débil al menos en dos aspectos, muy evidentes: a) es posible tener la verdad sin poder hacerlo valer (¿cuántas veces hemos vivido la experiencia de tener razón y que no nos crean?); b) con la verdad se puede engañar, corromper, maleducar: la mejor desinformación suele ser la que dice sólo verdades.
Se dice que al final la verdad vence siempre. Yo estoy convencido de que es así, y Aristóteles asegura que «la verdad y la justicia son por su propia naturaleza más fuertes que sus contrarios». Sin embargo, si no queremos esperar al juicio final hay que anticiparle vigor a la verdad. Los dos aspectos de su debilidad nos conducen de la mano a la noción aristotélica de retórica, la «facultad de descubrir lo que es adecuado en cada caso para convencer», que a mí me gusta reformular como sigue: el arte de hacer que la verdad parezca verdadera. ¡No es poco arte! ¿Qué no daría un padre por la capacidad de presentar a sus hijos las cosas de tal manera que éstos las vean del modo adecuado? ¿Qué no daría un maestro? ¿Qué no daría alguien que se dispone a declarar su amor?

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6Una terminología usada por Marcelo Dascal para una distinción semejante es: hard reason/soft reason. Cfr. “Argument, war, and the role of the media in conflict management”, en Tudor Parfitt, Yulia Ergorova (eds.), Jews, Muslims, and the Mass Media: Mediating the “Other”, Londres, Routledge Curzon, 2004, pp. 228-248.

7Vértigos argumentales. Una ética de la disputa, México, Anthropos/Universidad Autónoma Metropolitana, 1994, p. 320.

8Conjunciones y disyunciones, México, Joaquín Mortiz, 1985, p. 42.

9Guillermo Hurtado, “La dictadura del paper”, Diario la razón, 4 de junio, 2016 [en línea], disponible en , consultado el 17 de abril de 2020.

10Ragione e persona nella persuasione. Testi su dialogo e argomentazione, Roma, Edusc, 2012.

La verdad y sus formulaciones 1 La verdad y sus formulaciones 1 Mi verdad - фото 9

La verdad y sus formulaciones 1.

La verdad y sus formulaciones

1 Mi verdad tu verdad 1 Es siempre grande el pesar de ver que una - фото 10

1. Mi verdad, tu verdad *1

Es siempre grande el pesar de ver que una conversación prometedora se bloquea porque a un interlocutor le pareció que faltaba una premisa esencial para el diálogo. Ese impasse se da a veces por una diferencia entre los interlocutores que se podría describir –si usamos para cada extremo la etiqueta que le pondría el otro– como la que hay entre relativismo y fundamentalismo.1

Aunque bien podría suceder que de verdad dialogaran un fundamentalista y un relativista, mi intención aquí es analizar los casos en que los interlocutores no son ni una cosa ni otra, pero podrían parecerlo. Aquí, por lo pronto, partiré desde la perspectiva del que podría parecer fundamentalista.

1.1. El realismo impulsivo

Contemplemos por tanto la tesitura de quien trata de evitar que le cierren las puertas porque su modo de expresarse haga pensar que no admite pluralismo. Para tal fin es útil conocer cuáles son las expresiones y las estrategias que suelen tomarse como propias del no pluralista. Conviene contar también con la posibilidad de que haya de verdad una cierta rigidez, eliminable con una mejor comprensión de lo que significa pluralismo, y para eso lo que hace falta es conocer las razones del pluralismo y los motivos por los cuales es posible el relativismo.

Entre las fórmulas más usadas para profesar realismo podemos mencionar las siguientes: “la verdad es una”, “la verdad es objetiva”, “la verdad es la realidad”, “la verdad es esto” (mientras se toca un objeto sólido2), “la verdad no es ni tuya ni mía”, “la verdad es absoluta”. Ante declaraciones como éstas, muchos ya no siguen adelante porque consideran inviable o inútil hablar con una persona que se expresa de esa manera. Las fórmulas que suelen percibirse como relativistas son en buena parte el revés de las anteriores: “no hay verdades absolutas”, “ésta es mi verdad”, “esto es subjetivo, psicológico, relativo”.

En este campo, una estrategia eficaz para mantener el diálogo es la comprensión de los sentidos en los que se puede decir que la verdad es una, y los sentidos en los que se puede decir que la verdad es múltiple. A esta comprensión está dedicada la mayor parte de estas reflexiones, pero antes voy a sugerir algunas estrategias comunicativas. Antes que nada, ¿qué tan necesario es expresar nuestra convicción sobre la unicidad de la verdad, su carácter absoluto, etc.? Es probable que el interlocutor no perciba falta de pluralismo en nuestra conversación mientras no formulemos una profesión como ésas. Por otro lado, si es preciso pronunciarse sobre el particular, no hay que excluir la posibilidad de aceptar la fórmula que parece relativista. Si nos dicen que algo es subjetivo, podemos recordar que hay cosas subjetivas realísimas, cosas que tienen por naturaleza propia el ser subjetivas. Con frecuencia se dice que el frío es subjetivo, o el hambre. En efecto, sin un sujeto que tenga frío no hay frío sino baja temperatura. Es verdad que la baja temperatura la llamamos también frío, pero es claro que aquí se trata de dos cosas diversas, el tener frío y el hacer frío, la primera claramente subjetiva, la segunda en principio objetiva, pero fácilmente interpretable en sentido subjetivo.

Lo mismo se puede decir del adjetivo “psicológico”: si no hay una psique no hay frío ni hambre, lo cual no le quita realidad al hambre que tengo. Por lo que se refiere a las cosas que se declaran “relativas”, basta preguntarse si no serán relativas de suyo. Un uso (bastante impropio) del término lo hace sinónimo de “discutible”, “no seguro”, y por eso a nadie le gustará que le digan “Eso de que Fulano de Tal es tu padre es relativo”, aunque la paternidad es una realidad eminentemente relativa. Es un óptimo ejemplo de lo real que puede ser una relación.

1.2. La verdad en plural

En los tiempos que vivimos no es políticamente correcto importunar a quien declara que “Alá es uno”. Para quien afirma que la verdad es una, a veces no hay corrección política que valga: es un fundamentalista sin apelación. ¿Para qué acarrear sobre sí tan ominoso apelativo? No lo digo tanto por lo pesado de la acusación cuanto por la interrupción del posible diálogo. ¡Habiendo tantos sentidos no relativistas en los que se puede decir que hay varias verdades!

El primero de estos sentidos –muy elemental– es cuando “verdad” es sinónimo de “proposición verdadera”. La verdad de que los metales alcalinos tienen un número impar de electrones y la verdad de que Sri Lanka está en el hemisferio norte son dos verdades. Como se ve, no todo uso en plural del sustantivo “verdad” tiñe de relativismo la conversación. Incluso en temas tan delicados como la fe se usa pacíficamente ese plural. Se habla, en efecto, de “las verdades de la fe”.

Esto no niega la unicidad de la verdad. Es un fenómeno originado por la naturaleza de nuestro conocimiento y de nuestro lenguaje. Conocemos las cosas con una multiplicidad de actos, de varios tipos, entre los cuales están los juicios, que son también múltiples, y cada uno de ellos lo expresamos en una proposición.

Lo que estoy exponiendo tiene un valor estratégico, pero no es sólo eso. Es real: el conocimiento y el lenguaje son así. Lo estratégico reside en apelar a los recursos del interlocutor que más puedan facilitar la comprensión. Una adecuada conciencia de la estrategia nos llevará a “recuperar terreno”, que no es otra cosa que completar el sentido de lo que queremos decir. Si nos limitamos a la afirmación de que “las verdades son muchas”, el interlocutor podría quedar convencido de algo distinto de lo que deseábamos comunicar.

Un uso del plural de consecuencias más relevantes que el anterior es el de sustituir verdad por su definición. Un modo muy clásico de definir la verdad es el que la caracteriza como “adecuación entre el entendimiento y la cosa”. El autor es Isaac Israeli, médico y filósofo hebreo del norte de África, de los siglos ix y x. Factor decisivo en la fortuna que habría de tener esta definición es el haberla citado y hecho suya Tomás de Aquino.3

Así, si la verdad es la adecuación entre el entendimiento y la cosa, cabe preguntarse dónde está: ¿en el intelecto o en la cosa? Tal vez el instinto realista empuje a algunos a responder “en la cosa”, pero la adecuación no puede estar sino en el entendimiento, ya que es una realidad cognoscitiva. Además, cada acto de conocimiento que sea pertinente llamar verdadero es una adecuación. He aquí nuevamente multiplicada la verdad: hay tantas verdades como adecuaciones. Y de nuevo el origen de la pluralidad está en nuestro modo de conocer.

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