Más adelante, prosiguiendo con su relato ya cuando se encuentra sobre el río Paraguay, narra que después que dejaron a los indios agaces se encontraron con los carios. “Estos carios dominan un gran territorio: yo creo, y de esto estoy cierto, que abarca más de trescientas leguas a la redonda. Los dichos carios o guaraníes son gente baja y gruesa y son más resistentes que las otras naciones. […] Las mujeres y hombres andan completamente desnudos, tal como Dios los echó al mundo. El padre vende su hija; lo mismo el marido a su mujer cuando no le gusta, y el hermano a la hermana; una mujer cuesta una camisa, un cuchillo, una hachuela, u otro rescate cualquiera.”18
Estos carios, continúa Schmidl, “habían comido carne humana cuando llegamos a ellos: cómo la comen lo sabréis enseguida. Cuando estos carios hacen la guerra contra sus enemigos, entonces ceban a los prisioneros, sea hombre o mujer, sea joven o vieja, o sea niño, como se ceba un cerdo en Alemania; pero si la mujer es algo hermosa, la guardan durante uno o tres años. Cuando ya están cansados de ella, entonces la matan y la comen, y hacen una gran fiesta, como un banquete de un casamiento allá en Alemania; si es un hombre viejo o una mujer vieja, se los hace trabajar, a aquél en la tierra y a ésta en preparar la comida para su amo”.19 Esa era la población que encontraron los españoles cuando llegaron a estas tierras. Población que estaba en un estado de civilización muy inferior al recién llegado. Sin embargo, en poco tiempo, mientras luchaban con algunos, con otros establecían relaciones cercanas, llegando muy pronto al mestizaje. Al respecto observa Vicente Sierra: “En estas tierras, los tiempos primitivos fueron sólo de lucha, de peligros, de miseria y de esperanzas. Aquí no hubo pueblos opulentos como los encontrados por Pizarro y Cortés, ni oro, ni plata, ni siquiera cultivos espontáneos de la tierra que tuvieran algún valor; aquí no hubo ni siquiera perspectivas de riqueza, ni de bienestar; la máxima fortuna que podían intercambiar los indios eran plumas de avestruz, y sin embargo, Tucumán no se despobló, ni se despobló el Paraguay.”20 Hay que observar, no obstante, que España no disponía de suficiente población como para continuar indefinidamente el poblamiento de América, por lo que debía procurar que los que se establecían no se dispersaran. Las Ordenanzas de 1573 respondieron al objetivo de asentar a estas nuevas poblaciones, por lo que, recogiendo una experiencia que ya tenía algunos años de implementación, prohibieron que los vecinos establecidos en alguna de estas nuevas poblaciones las abandonaran por el atractivo de nuevos descubrimientos, bajo pena de muerte y pérdida de bienes.
La relación con los pueblos locales originó tempranamente la aparición de los primeros criollos, llamados “hijos de la tierra”. Este proceso que comenzó en Asunción tuvo gran influencia en la expansión hacia el litoral, ya que las fundaciones de Santa Fe, Corrientes y Buenos Aires se llevaron a cabo con mayoría de mestizos. Por otra parte, si bien los primeros pobladores españoles eran todos voluntarios, con el tiempo España tuvo que enviar, por un tiempo determinado, soldados y funcionarios de todo tipo. Pues bien, incluso muchos de éstos prefirieron quedarse o volver al todavía Nuevo Mundo, de modo que, como escribió Sierra, América terminó por conquistar a los conquistadores. Mucho tiempo después de los primeros tiempos fundacionales, el virrey Vértiz escribe en sus Memorias: “Algunos curas por un celo indiscreto ó por el interés de sus derechos, suelen ocultamente casar soldados sin las respectivas licencias de sus Gefes. Los interesados por no sufrir la pena lo callan: restituidos con sus cuerpos a España, y obtenida su licencia por cumplidos ocurren al Tribunal del Consulado de Cádiz solicitando permiso para regresar a esta Provincia, suponiéndose vecinos de ella, corroborando con la fe de casamiento que les dan los propios párrocos.”21
Es un clérigo español, Martín del Barco Centenera, quien escribió un poema donde aparece por primera vez, hacia 1602, el término “Argentina” para denominar esta región en su obra Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acontecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el Estado del Brasil. Pero fue un mestizo el que poco después escribió la historia de la conquista del Río de la Plata, Ruy Díaz de Guzmán. Era nieto de Domingo Martínez de Irala, quien tuvo a la madre de Díaz de Guzmán fruto de su relación con una india, probablemente guaraní, por lo que se le considera el primer mestizo de ascendencia hispano-guaraní en narrar, hacia 1612, la historia de la región, con su obra Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata, más tarde conocida como La Argentina.
La situación jurídica de los nuevos territorios. El testamento de Isabel la Católica. La leyenda negra.
Apenas producido el “descubrimiento” de Colón de las llamadas Indias, los reyes católicos recurrieron al Papa en consulta sobre sus justos títulos sobre estas tierras. El papa Alejandro VI respondió en mayo de 1493 con su Bula Inter caetera, en la que les dice a estos reyes: “...os donamos, concedemos y asignamos perpetuamente, a vosotros y a vuestros herederos y sucesores en los reinos de Castilla y León, todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas que hasta el momento han sido halladas por vuestros enviados y las que se encontrasen en el futuro y que en la actualidad no se encuentren bajo el dominio de ningún otro señor cristiano, junto con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, con todos sus derechos, jurisdicciones correspondientes y con todas sus pertenencias; y a vosotros y a vuestros herederos y sucesores os investimos con ellas y os hacemos, constituimos y deputamos señores de las mismas con plena, libre y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción.” Aunque hoy haya discusiones sobre el alcance y legitimidad jurídica de la Bula, lo cierto es que en su época estos derechos se fundaban en lo establecido por escrito pero también en el uso y la costumbre. Está claro que ni el Papa sabía que lo que concedía ni los reyes católicos que lo que se les reconocía no eran unas meras islas y “tierras” sino un continente entero. Pero lo que está claro es que la América española no perteneció propiamente a España, sino a la Corona de Castilla y León y sus herederos. Ahí está en gran medida el argumento de los sucesos de 1810: si no hay rey no hay virrey.
Las Indias fueron un reino que, unido a otro, el castellano, pertenecían a una Corona. “Posteriormente cuando la unidad peninsular se consolida y nace España, Las Indias pasaron a ser tan provincias como Castilla, Galicia o Aragón.”22 De modo que, jurídicamente hablando, las Indias nunca fueron colonias de España. La expresión colonia aparece recién a fines del siglo XVIII por acción de los Borbones. Antes, ni en el período de los Reyes Católicos, ni durante los reinados de la Casa de Austria se usó el término, haciéndose referencia a los Reinos de Ultramar, con los mismos derechos que el reino de Castilla.
Poco después de comenzar su segundo viaje a las Indias, Colón dispone el retorno de cuatro carabelas en las que envía algunos indios para ser vendidos como esclavos. Los reyes autorizan esta venta en Andalucía, pero pocos días después, por una nueva cédula, cuestionan su anterior concesión porque, dicen al Arzobispo Fonseca: “Nos querríamos informarnos de letrados, teólogos e canonistas, si con buena conciencia se pueden estos por solo vos o no [vender]; y esto [el venderlos] no se puede facer fasta que veamos las cartas que el almirante nos escriba para saber la causa porque los envía cautivos”. Recuérdese que por entonces la esclavitud era una institución legítima, pero no autorizaba que un español tuviese a otro español como esclavo; solamente se consideraba legítimo esclavo al prisionero no cristiano tomado en guerra justa. En junio de 1500 la reina Isabel ordena la libertad de estos indios porque éstos eran vasallos de la Corona capaces de adoptar la fe cristina y por ese motivo, hombres libres, disponiendo que el comendador fray Francisco de Bobadilla los lleve de vuelta a las Indias.
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