Los períodos mencionados por Alberini permiten hacer el siguiente esquema temporal: el primero, que denominaré período hispánico, comienza en 1541, año en que se funda Asunción, “madre de ciudades” y de la cual dependió por mucho tiempo el gobierno del actual territorio argentino y termina más o menos en 1790. Algunos autores establecen en el desarrollo filosófico años o momentos precisos, tomando obras o autores de indudable importancia para distinguir las nuevas ideas de las hasta entonces imperantes. Así hace por ejemplo Fernando Bahr, quien escribe con respecto a la Ilustración que “tras los pasos de Jean Deprun, estipulamos como fecha de inicio de “las Luces” el año 1682, año en el que Pierre Bayle publicó la primera edición de sus Pensamientos diversos sobre el cometa, y como fecha de cierre, el año 1784, cuando Kant publica su Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?”8 Yo considero que los períodos históricos no tienen, por lo general, fechas exactas que los limiten, ya que la mayor parte de las veces se superponen durante un tiempo, mientras “mueren” las ideas viejas y “nacen” las nuevas. En nuestro país el Iluminismo se desarrolló entre 1790 y 1830; el Romanticismo entre 1830 y 1880; el positivismo entre 1870 y 1920 (aunque algunas de sus manifestaciones llegaron hasta 1970); el antipositivismo o espiritualismo, que Alberini sostiene que da lugar a la “fundación de una cultura filosófica pura” (Alberini era antipositivista) desde 1900 hasta 1950.
Sobre esta periodización de Alberini haré algunas precisiones. Con respecto a la denominación del primer período, hay que hacer una observación importante. Alberini lo denomina el de la “Escolástica colonial”. La palabra escolástica puede llevar a confusiones. Es bastante común sostener que el escolasticismo fue un período de la Edad Media en el que predominó el pensamiento de Aristóteles. Esto, filosóficamente, no es totalmente correcto. La escolástica (del latín schola: lugar donde se enseña) toma su nombre del nacimiento de los centros de enseñanza de la cultura superior, que luego originaron las primeras Universidades. En este período, que en Europa se desarrolló entre el siglo IX y el siglo XIV, si bien en el mismo comenzó a predominar la filosofía aristotélica (desde el siglo X), no excluyó otras escuelas filosóficas, como el platonismo, el agustinismo, el estoicismo, etc. La figura máxima de este período europeo es santo Tomás de Aquino, a quien erróneamente se considera sin más como un aristotélico, como si fuese un mero repetidor del pensamiento del filósofo macedonio, ya que entre sus fuentes, además de Aristóteles es muy fuerte la influencia de san Agustín, Cicerón, etc. En nuestro caso, en el primer período de Alberini, en la Universidad de Córdoba, si bien se enseñó el aristotelismo del filósofo jesuita español Francisco Suárez, también se enseñó la filosofía de otras corrientes, como la de Descartes y la de Newton.
Pero el otro término que denomina al primer período de Alberini es más importante aclararlo: es el de “colonial”. Existe una costumbre muy extendida en llamar así a este período en diversos ámbitos, como cuando hablamos (en nuestro territorio) de una “arquitectura” o “estilo” colonial. Esto es un error, porque, a diferencia de las posesiones inglesas de ultramar, que fueron efectivamente colonias, según la concepción estricta del término, los territorios americanos jurídicamente no fueron “colonias” de España, al punto de que quienes nacían en él gozaban de los mismos derechos que quienes lo hacían en Madrid o Salamanca. El historiador Ricardo Levene, en su obra Las Indias no eran colonias, escribe al respecto: “Se llama comúnmente el período colonial de la Historia Argentina a la época de la dominación española (dominación que es señorío o imperio que tiene sobre un territorio el que ejerce la soberanía), aceptándose y transmitiéndose por hábito aquella calificación de colonial, forma de caracterizar una etapa de nuestra historia, durante la cual estos dominios no fueron colonias o factorías, propiamente dichas.”9
Las leyes de la Recopilación de Indias nunca hablaban de colonias, sostiene Levene, y en diversas prescripciones se establece expresamente que son provincias, reinos, señoríos, repúblicas o territorios de islas y tierra firme incorporados a la Corona de Castilla y León. La primera de esas leyes es de 1519, dictada para la Isla Española, antes de cumplirse treinta años del descubrimiento, y la de 1520, de carácter general, es para todas las Islas e Indias descubiertas y por descubrir (Recopilación de Leyes de Indias, Libro III, Título I, Ley 1).
El principio de la incorporación de estas provincias implicaba el de la igualdad legal entre Castilla e Indias, amplio concepto que abarcaba la jerarquía y dignidad de sus instituciones. “Puesto que las Indias no eran colonias o factorías, sino Provincias, los Reyes se obligaron a mantenerlas unidas para su mayor perpetuidad y firmeza prohibiendo su enajenación y en virtud de los trabajos de descubridores y pobladores y sus descendientes, llamados ‘los beneméritos de Indias’, prometían y daban fe y palabra real de que para siempre jamás no serían enajenadas.”10 Poco más adelante explica Levene que la Academia Nacional de la Historia, en octubre de 1948, se expidió al respecto con estos términos: “respetando la libertad de opinión y de ideas históricas, sugiere a los autores de obras, de investigación, de síntesis o de textos de Historia de América y de la Argentina, quieran excusar la expresión ‘período colonial’ y sustituirla entre otras por la de ‘Período de dominación y civilización española’”.11
Otra cuestión a considerar con respecto a la periodización de Alberini es que la misma es válida casi solamente para Buenos Aires, ya que en el interior prácticamente no hubo representantes de algunos de los períodos que señala. Alberto Caturelli escribe que la división de Alberini es insuficiente e imprecisa, entre otras cosas porque parece ignorar casi totalmente el pensamiento desarrollado entre 1610 y 1810. Sostener que Chorroarín fue el mejor representante del primer período es “no tener ni la más remota noticia de la historia del pensamiento anterior a 1810. Eso explica por qué, leyendo su discurso de apertura del Primer Congreso Nacional de Filosofía en Mendoza, en 1949, se tiene la impresión de que la historia de la Filosofía en la Argentina se identifica con la historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Semejante ingenuidad histórica sólo era posible por una total ignorancia de sus fuentes”.12
Hay, por último, una última observación sobre la periodización de Alberini. El paso de la filosofía imperante en el período hispánico (primer período) al pensamiento iluminista (segundo período) es, en filosofía, un paso demasiado grande, que por cierto no ocurrió de ese modo en Europa, en la que entre la escolástica (término en este caso bien entendido), que concluye prácticamente a fines del siglo XIV, le siguen los siglos XV y XVI, en el que se desarrolla la escolástica decadente al mismo tiempo que las ideas del Renacimiento. La filosofía moderna recién comienza en el siglo XVII y el Iluminismo es propio del siglo XVIII.
Además, creo que entre el primero y el segundo período señalados por Alberini habría que colocar una suerte de subperíodo, que explica el paso del primero al segundo. Lo denomino período ecléctico y está representado por una institución muy particular: el Real Colegio de San Carlos. En el Río de la Plata es principalmente Juan Baltazar Maziel (o Maciel) quien introduce el eclecticismo, cuyo centro es este colegio, que existió entre 1783 y poco antes de 1810.
No obstante lo señalado anteriormente, la periodización de Alberini, a grandes rasgos, me es útil, con los cambios de denominación que realizaré, para establecer los distintos momentos de la educación en la Argentina en sus contextos filosóficos y políticos.
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