La herencia cultural: la situación de España en la filosofía y en las letras en los años del “poblamiento”.
Nuevamente hay que marcar la diferencia de nuestra situación con la del Perú y México, en los cuales los españoles se encuentran con una cultura indígena bastante desarrollada. Cuando se da el encuentro de dos culturas en distinto grado de desarrollo (la que traía España era en varios sentidos superior, pero sobre todo en el tecnológico) se da un proceso de interculturalización, donde se mezclan elementos de ambas, con la primacía de la superior. En cambio, cuando una cultura superior se encuentra con otra que está en un estado muy primitivo, la primera se impone casi de un modo completo sobre la otra. Tal es lo que ocurrió entre nosotros. Esto es lo que llevó a Alberdi en su obra Bases a sostener que entre nosotros todo es europeo: idioma, costumbres, vestimentas, etc. Y nuestro gran poeta Leopoldo Lugones (1874-1938) sostuvo que la Argentina “era un país joven con tres mil años de cultura”. Esto a primera vista parece contradictorio, pero Lugones está pensando que culturalmente somos herederos directos, a través de España, de la cultura de Grecia y Roma. Directos precisamente porque la cultura que trae el español a estas tierras tiene muy poco con qué mezclarse de la que podrían aportar algunos pueblos indígenas; apenas algunos términos de nuestra toponimia: Paraná, Iguazú, etc.; algunas costumbres, como tomar mate, el idioma guaraní circunscripto a las actuales provincias de Misiones y Corrientes y donde ya una minoría muy pequeña de la población lo conoce, etc. Por eso podría afirmarse que la Argentina, a diferencia de otros países del sur de América, en los que predomina lo indoamericano o lo afroamericano, es un país en el que predomina, hasta ahora, lo euroamericano.
España comienza a ser cuando es conquistada por Roma, cuando Hispania nace como provincia romana. Y con esta unión gana Roma una pléyade de guerreros, filósofos y poetas que le otorgan a Hispania un lugar preponderante dentro del imperio. Baste recordar que España ofrece al imperio romano cinco césares españoles, dos de ellos de particular importancia: Trajano, bajo cuyo régimen llega Roma al máximo de su expansión con la anexión de la antigua Dacia, hoy Rumania, y Adriano, que proyecta lo romano hacia lo universal. Pero además España –más precisamente Córdoba, ciudad imperial por excelencia– ofrece a Roma un núcleo familiar que representaría cabalmente lo que Roma significó para el mundo antiguo: Marco Anneo Séneca, el retórico; Lucio Anneo Séneca, el filósofo, que para Caturelli tal vez sea el más grande filósofo de la latinidad,13 y Marco Anneo Lucano, el poeta. Los españoles Marcial y Quintiliano fueron también fundamentales para poner a través de la cultura los fundamentos remotos de la hispanidad.
Ricardo Rojas, en su Eurindia,14 sostiene que la historia de la civilización en América requiere como tema previo el conocimiento de la civilización española, especialmente en sus costumbres y letras del siglo XV. Yo le agregaría los siglos XVI y XVII, porque América recibió en el orden cultural lo mejor de España: su famoso Siglo de Oro, que fue un período de florecimiento del arte y la literatura en España que coincidió con el auge de la dinastía de los Austrias. No tiene fechas precisas, pero puede considerarse su inicio con la publicación del Arte de la lengua castellana o Gramática castellana, en agosto de 1492, de Antonio Martínez de Jarava (1441-1522), más conocido como Elio Antonio de Nebrija. Antes de su publicación solamente el Latín y el Griego se estudiaban con Gramáticas. Las lenguas populares vernáculas se aprendían solamente por la práctica. Con la Gramática de Nebrija se asume el uso del castellano como lengua española. Se considera a Pedro Calderón de la Barca, fallecido en 1681, como el final de este período, verdadero renacimiento español en el que volvieron a brillar los autores latinos y contemporáneos como Erasmo. Pertenecieron a este período, entre los principales: Juan Luis Vives (1492-1540), fray Luis de León (1527-1591), san Juan de la Cruz (1542-1591), santa Teresa de Jesús (1515-1582), Juan de Mariana (ca. 1536-1624), Lope de Vega (1562-1635), Tirso de Molina (1579-1648), Calderón de la Barca (1600-1681), Francisco de Quevedo (1580-1645) y Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), llamado el príncipe de los ingenios españoles. Fueron muchos de ellos autores populares, que no solamente leían los eruditos. Este verdadero tesoro cultural rápidamente llegó a nuestras tierras. Los primeros libros los trajo Pedro de Mendoza, “siete libros medianos guarnecidos de cuero negro”, entre los que se encontraban uno de Virgilio, uno de Petrarca y uno de Erasmo. Cuando la Universidad de Córdoba inicia sus actividades como tal, el siglo de oro español estaba en su máximo apogeo, lo cual, si es tenido en cuenta, escribe Caturelli en su Historia de la filosofía en Córdoba, permite formarse una idea general del ambiente.15
En el orden filosófico también España vivió en esta época un desarrollo importante. En 1499 el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros fundó la Universidad de Alcalá de Henares que superó en prestigio e influencia a todas las demás, excepto la de Salamanca, que contribuyó al pensamiento teológico, político, económico, jurídico y moral. En ella enseñó durante veinte años el dominico Francisco de Vitoria (1492-1546), que fue el primero en establecer los conceptos fundamentales del derecho internacional moderno y contribuyó a dar base a lo que será el Derecho Indiano. También en Salamanca estudió quien será considerado el mayor filósofo español de la época, el llamado doctor eximius, Francisco Suárez (1548-1617), que perteneció a la orden de los jesuitas. También ejercen su influencia en la época Juan Luis Vives (1492-1540) y el dominico Domingo de Soto (1495-1560).
En 1492, bajo el reinado de los llamados Reyes Católicos (Fernando V de Aragón e Isabel I de Castilla) se produce la caída de Granada, la última ciudad-fortaleza en manos de los árabes, con lo que se da fin a ochocientos años de reconquista del territorio español que había estado en manos de los musulmanes. Ese mismo año “llega” por primera vez Colón a lo que después se llamará América. En la lista de pasajeros de este primer viaje no figuran clérigos o religiosos. Pero sí los hubo desde el segundo viaje, iniciado en Cádiz en septiembre de 1493. En las instrucciones que se le dieron a Colón se lee “...por ende Sus Altezas deseando que nuestra santa Fe católica sea aumentada e acrecentada, mandan e encargan al dicho Almirante, Visorey e Gobernador que por todas las vías e maneras que pudiere procure e trabaje atraer a los moradores de las dichas islas a tierra firme a que se conviertan a nuestra santa Fe católica...”16
Durante el período hispánico dos casas reinantes tendrán el gobierno: la Casa de Austria, de espíritu católico y tradicional: entre 1517 y 1700, con Carlos I (de España) y V (de Alemania), Felipe II, III, IV, Carlos II y la Casa de Borbón, que se inicia en 1701 con Felipe V y llega hasta nuestros días, con algunas interrupciones, de espíritu liberal y antitradicional. Durante más de doscientos años España será un gran imperio, hasta que en la batalla de Rocroi, en Francia, en 1643 son vencidos los famosos y temidos tercios de la infantería española y comienza una larga decadencia. No obstante, la semilla cultural estaba plantada en nuestra América, por lo que, como dice la conocida expresión de fray Francisco de Paula Castañeda, por Castilla somos gente.
La realidad americana
Sobre los primeros habitantes de América, hoy hay acuerdo en sostener su origen extracontinental, producto de un proceso inmigratorio, seguramente a través del estrecho de Bering. Con respecto a los habitantes que encuentran los primeros españoles que llegan a nuestro actual territorio, es útil el relato de Ulrico Schmidl, un soldado proveniente de Straubing, en la región de Baviera, que inició su viaje en Amberes en 1534 llegando al Río de la Plata con Pedro de Mendoza en 1536. Recorrió nuestro territorio llegando hasta el Paraguay. Al regresar a su patria escribió su relato, el primer libro sobre el Río de la Plata, hacia 1560, en una colección de viajes publicada en alemán. En su libro, titulado Viaje al Río de la Plata, describe: “De allí partimos de nuevo y navegamos por el río Paraná durante cuatro jornadas, hasta que llegamos a una nación que se llama Chaná-Salvajes; son bajos y gruesos y no tienen más comida que carne, pescado y miel. Las mujeres llevan sus vergüenzas al aire: todos, hombre y mujeres, andan completamente desnudos, tal como Dios Todopoderoso los ha puesto en el mundo. La carne que comen es de venados, puercos salvajes y avestruces; también de unos conejos que son iguales a una rata grande, salvo que no tienen cola. Permanecimos con ellos solamente una noche, pues no tenían nada que comer: hacía cinco días que habían venido al río Paraná para pescar y guerrear con los mocoretás. Es una gente igual a los salteadores que hay por Alemania: roban y asaltan y luego vuelven a su guarida.”17
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