La mujer, por su parte, debe ser capaz de tolerar las separaciones y el abandono, con el agravante de no tener la posibilidad de sustituir a su pareja por otro hombre. También debe estar capacitada para aceptar la exclusión, cuando es otra la preferida del harén. Los celos y la competencia entre mujeres que lo integran les exige el buen manejo de la agresión al servicio de la defensa. Además, deben ser sumisas y resignarse a que el hombre posea el control.
En el vínculo poligámico, el hombre resuelve las “ansiedades de separación” teniendo a varias mujeres a su servicio, evitando de esta forma el contacto con angustias, ligadas a la soledad y el abandono. Se gratifica en la omnipotencia y en el poder de poseer a su antojo a la mujer que quiere, cuanto quiere y cuando quiere.
Ellas, a su vez, no tienen que hacerse cargo en forma exclusiva de las demandas afectivas y de servicio sexual de un hombre, sino compartirlas con otras mujeres, dejando así tiempo y energía para los hijos. Se gratifican en la relación con un hombre idealizado, poderoso, que protege y que es, además, valorado por las otras mujeres.
La forma poligámica de relación tiene varias limitaciones: los miembros que componen este vínculo conocen al otro más en extensión que en profundidad; la relación es asimétrica: el hombre lleva el control y maneja más poder a la hora de la toma de decisiones; refuerza en el hombre los rasgos de actividad de independencia y de superioridad; refuerza en la mujer los rasgos de pasividad, sometimiento, dependencia e inferioridad.
Para el psiquiatra y antropólogo Phillipe Brenot, la poligamia institucionalizada es un tipo de poligamia al que sólo tienen acceso los ricos y poderosos, quienes se imponen, o imponen la idea que detentan, por la fuerza (16).
3. Monogamia
La evolución hacia la monogamia no es exclusiva de los hominoides; también evolucionan a esta forma de relación varios primates superiores: además del hombre, los jibones y por lo menos cinco grupos distintos de monos. La forma de apareamiento propia de los harenes también evoluciona en al menos ocho grupos de primates. Y, como ya señalamos, la promiscuidad es retomada por los chimpancés y por otras dos especies de monos.
La pareja monogámica es poco frecuente en la naturaleza y es bastante rara entre los mamíferos, porque al macho le conviene esparcir al máximo sus genes, en distintas hembras y en lugares distantes. Y tanto la promiscuidad como el apareamiento en harenes facilitan este objetivo (46).
También para las hembras es mejor vivir con otras hembras y copular con los machos que las vienen a visitar. Hacerse cargo de un macho más bien les trae complicaciones…
¿Qué sucedió y qué hipótesis se han planteado para entender la evolución del sistema de harenes hacia la monogamia en los hominoides, nuestros parientes más cercanos?
Como decía, la monogamia en la naturaleza es poco frecuente. Si bien el 90% de las aves hace parejas, sólo el 3% de los mamíferos se vincula a largo plazo con un solo cónyuge. La mayor parte de las parejas de aves y mamíferos se constituyen para cuidar y criar a los vástagos, que nacen muy indefensos y requieren de un período de ayuda para conseguir el alimento y protegerse frente a los depredadores (36).
Los estudios arqueológicos han revelado que hace tres o cuatro millones de años un tipo de hominoides, los australopitecus afarensis —nuestros ancestros más remotos después del eslabón perdido— ya se desplazaban en parejas monógamas.
Algunos de los factores que empujaron a este tipo de relación son los siguientes:
• El canal pélvico se hizo estrecho para el grado de crecimiento que fue adquiriendo la cabeza del hombre, que debía alojar una masa encefálica cada vez mayor, por las necesidades del uso de la mente. Por ello los bebés nacen muy inmaduros y necesitan al menos cuatro años de protección, apoyo, alimentación y crianza antes de poder ser autónomos.
• La rapidez del crecimiento de las habilidades mentales en la especie humana requiere de la experiencia y aprendizaje en relación con el medio ambiente, pues no todo viene inscrito biológicamente. Este aprendizaje aumenta la variabilidad adaptativa, más allá de las condiciones que favorecen la de carácter genético. Esto hace necesario que parte del crecimiento mental se realice en el vínculo con la madre y con el padre desde temprano.
• Debido a los cambios climáticos, disminuyó la dimensión de la selva y nuestros antepasados fueron desplazados hacia la llanura, hacia la sabana. En estas circunstancias, debieron cargar alimentos para llevarlos a lugares protegidos de los depredadores, y portar ramas y piedras tanto para atacar como para defenderse. Se hizo necesaria, entonces, la bipedestación. Adoptando esa postura corporal, los hijos ya no pueden colgar de sus madres; estas deben llevarlos en los brazos y, además, vigilarlos constantemente, pues en espacios abiertos y sin la protección de los adultos, las crías quedan indefensas frente a ataques inesperados. En estas condiciones la hembra no puede dedicarse tranquilamente a acopiar vegetales y a coger raíces. Se hace necesario que entre en escena el esposo y padre.
• El macho, en la sabana, a campo abierto, por la exposición y el desguarecimiento que este medio implica, no puede hacerse de un territorio y proteger a un número grande de hembras —que es la base de los harenes—; por lo tanto, opta por tener una sola pareja (28).
A. Monogamia en serie
El cambiar de pareja una vez que se ha tenido un hijo tiene ventajas para la especie, en cuanto produce una variedad genética que favorece su sobrevivencia cuando se ve enfrentada a demandas ambientales difíciles y extremas para su adaptación. La condición genética distinta aumenta las probabilidades de la especie para sobreponerse a dichas exigencias y, así, para sobrevivir y perpetuarse.
Los machos pueden elegir permanentemente a las hembras más jóvenes y más sanas, capaces de dar a luz hijos, a su vez, más saludables. Por su parte, las hembras pueden elegir mejor a sus machos, entre los más fuertes y más capaces de darles provisiones y protegerlas.
La monogamia en serie también reporta ventajas culturales y sociales, pues los nuevos matrimonios eran los medios que tenían las tribus primitivas para crear y mantener alianzas entre distintos grupos de la vecindad. Mientras más nuevos vínculos se crean, más negociaciones y asociaciones se realizan.
Una base en parte biológica que da sustento a la monogamia en serie es que el enamoramiento es pasajero, el estado psíquico de exaltación correlacionado con la producción de anfetaminas naturales no puede sostenerse con el paso del tiempo, el cerebro no puede tolerar esa estimulación continua y las terminaciones nerviosas se agotan o se vuelven inmunes. El estado de enamoriento no puede durar más de dos a tres años.
A lo anterior se suma otro factor motivador del cambio de pareja, como es la saturación que se experimentaría en ese estado de paz y tranquilidad sostenido en el tiempo, que es propio del estado de apego posterior al enamoramiento. O sea, también se crearía tolerancia e inmunidad a la secreción de endorfinas, esto es, los neurotransmisores relacionados con los estados propios del apego. Esta es la que Bischof llama “respuesta por empacho”, a la que llega estudiando el comportamiento de las aves (97).
Construir una relación de pareja, separarse, posteriormente conocer y armar otra pareja, y así sucesivamente, requiere la capacidad de perder vínculos mantenidos por un tiempo, e invertir en nuevas relaciones que reemplazan a las anteriores. Las pérdidas inherentes a dejar la relación previa requieren de un duelo que permita construir una nueva. Pero, aun así, tal como concebimos la familia hoy, el cónyuge tendrá que integrar a la nueva relación al ex marido o a la ex esposa, por cuanto ellos siguen a cargo de los hijos en común. Además, los miembros de la nueva pareja deben ser capaces de realizar el paternaje y maternaje necesarios ante hijos que no son los propios (biológicos), lo cual exige mucho tiempo y energía. Por último, este tipo vincular requiere mantener compromisos de crianza, aunque no se viva en el mismo espacio físico con los hijos.
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