José Herrera Peral - Momentos

Здесь есть возможность читать онлайн «José Herrera Peral - Momentos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Momentos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Momentos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Momentos es un libro peculiar en el que se mezclan pensamientos breves, frutos de mecanismos de asociación libre con relatos reales y otros ficticios de temáticas no homogéneas, pero con hilos conductores como la amistad, el dolor, el cariño, el exilio, el amor, la libertad, la injusticia o la fantasía. Pero sobre todo es una invitación a la reflexión relacionada con preocupaciones humanas que trascienden el tiempo, como el envejecimiento, los desengaños, las pérdidas irreparables y la solidaridad entre las personas. En fin, es lectura que entretiene, atrapa y nos deja pensando.

Momentos — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Momentos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Los miré embelesado y recordé, recordé, recordé…,

nostalgia de momentos también así vividos, efímeros e infinitos a la vez.

Cogí la mano de mi mujer: la apreté y sentí su calor y compañía;

gracias memoria por socorrerme.

Luego, seguí mi camino en aquella mañana otoñal en la bella Barcelona,

pero algo había cambiado en mí.

Un adiós anticipado

Mi hijo pequeño va a cumplir cuatro años y está en la etapa de los porqués: todo lo pregunta y ante las respuestas le surgen otros porqués. El otro día al oírme hablar de trombosis me inquirió sobre qué era eso: le expliqué lo del coágulo de sangre que obstruye una arteria y que una arteria es como una tubería que riega una zona rica e importante que sin sangre se moriría. Esto me llevó al tema de la muerte y, ante las dificultades de transmitirle lo que era, tuve que cambiar a otro tema.

Más tarde, esa anécdota tan corriente con mi hijo me hizo reflexionar sobre como pequeños cambios pueden producir una cascada tan tremenda de acontecimientos en la vida de las personas. Recordé cómo me sentí cuando mi madre tuvo su trombosis cerebral; como médico sé que estas lesiones se producen gestándose a lo largo de mucho tiempo, pero también sé que es en un periodo muy corto, quizás segundos o minutos, cuando viene la hecatombe definitiva. Se tapa una arteria y pueden morir nuestros recuerdos, nuestros conocimientos, nuestra expresión, nuestra creatividad, nuestra independencia…; dejamos de ser una persona para ser otra.

La noche anterior a la enfermedad de mi madre habíamos hablado: lo hicimos por teléfono dado que, por circunstancias complejas de la vida, vivíamos a más de diez mil kilómetros el uno del otro. Como siempre, sentí su cálida voz, su mesura, sus consejos, su afecto y su inteligencia: ella era muy intuitiva, detectaba con extraordinario acierto las personalidades de los demás y con frecuencia me advertía sutilmente, desde su punto de vista, sobre quienes podían hacerme daño. Era pesimista y desconfiada en general, excepto con los suyos; fiel con sus seres queridos, fuesen estos sus hijos, nietos o su propio esposo.

Los rasgos de la desconfianza o del pesimismo de su personalidad pienso que se lo transmitieron sus padres. Recuerdo que estos eran comunes a muchos inmigrantes que conocí de pequeño: o bien no se habían adaptado totalmente al nuevo país al que habían emigrado, o bien no habían visto cumplidas las expectativas que se plantearon cuando tomaron la difícil decisión de abandonar su tierra de origen; todo esto les imprimía en el carácter esas peculiaridades. Por ser mujer nacida en las primeras décadas del siglo XX, hija de emigrantes españoles pobres, no tuvo estudios, pero desbordaba sensibilidad e inteligencia. Siempre estaba cuando la necesitabas: cuando era niño y estaba cansado por la noche, me encantaba dormirme en sus brazos, alargar la despedida nocturna pidiéndole un vaso de leche o convencerla para que me hiciera algunas de mis comidas preferidas; todo me lo concedía. Era tan grato percibir siempre su afecto y cariño a través de su mirada, gestos o caricias no grandilocuentes… No se reía mucho, pero cuando lo hacía tenía una risa fuerte, estruendosa y contagiosa. Su vida transcurrió con estrecheces económicas e inseguridad en el futuro, pero siempre estaba brindándose a los suyos. En mi memoria y a través de fotos tengo presente su belleza, propia de la mujer de los años cuarenta, y ahora a finales del siglo XX el tiempo ha actuado y ha sido implacable. Anciana y con muchas enfermedades, pero, como era habitual en ella, su mente estaba preocupada por sus hijos, por sus nietos y quizás también por la proximidad de su propia muerte.

Aquella noche, como lo hacíamos siempre, hablamos: nos preguntamos por el resto de la familia, intercambiamos ideas y deseos, y, como suele ocurrir con los diálogos telefónicos internacionales, nos despedimos rápidamente quedando para hablar en los próximos días. Pero no hubo próximo día: un pequeño coágulo en una arteria cerebral nos lo impidió para siempre. A partir de entonces, cuando yo llamaba a Argentina, le acercaban el teléfono al oído de mi madre; yo hablaba, la saludaba, a veces no sabía qué decirle, cómo animarla, qué contarle dado que no había respuesta alguna. Ella no hablaba, no contestaba y no podía saber si me entendía, aunque por monosílabos que en ocasiones expresaba deseaba creer que sí. En realidad, se había interrumpido el diálogo y la comunicación para siempre.

La volví a ver dos años después. La encontré muy envejecida: estaba en una cama de la que no podía salir y que ya nunca más abandonó. Sus hermosos ojos habían perdido parte de su expresividad, su piel estaba ajada y seca, y las manchas de la vejez le salpicaban su cuerpo. Le hablaba y parecía, o yo quería que así fuese, que me comprendía; nunca más escuché su voz. Estaba ahora otra vez, postrada por unos coágulos en las arterias de sus piernas y por su diabetes, a las puertas de la muerte.

La noche en que me despedí de ella nos quedamos los dos a solas en la habitación sórdida y pobre de ese sanatorio propio de un país decadente y en crisis. Ella estaba semidormida y yo sentado a su lado: la observaba y percibía en mi corazón y en mi cerebro con gran nitidez la visión del final de su vida. Pensé en ella: ¿cómo había sido de niña? ¿Qué pensaba ella entonces? ¿Qué deseaba? ¿Qué proyectos había tenido? ¿Fue feliz? Su juventud; su matrimonio, la relación con nosotros, sus hijos…, ¿qué sentiría respecto a todo eso? ¿Se habían acercado algo sus deseos a la realidad que tuvo que vivir? Yo estaba seguro de que nunca más nos veríamos: unos minutos después la llevarían a quirófano y yo saldría hacia España en un largo viaje, que en cierto modo también era una huida provocada por el dolor y la impotencia.

Aquella noche junto a su cama del hospital pronuncié varias veces en voz alta y dirigiéndome a ella la palabra mamá. Yo sabía que nunca más lo haría: jamás podría dirigirme a alguien diciendo «¡mamá!». No obtuve respuesta. Acaricié su brazo desgastado por el tiempo y la besé despidiéndome para siempre; se me estrujó el corazón. Había nacido yo de ese cuerpo hacía cincuenta años y ahora nos decíamos un adiós anticipado, pero definitivo.

Dos meses más tarde, falleció en la misma cama que me trajo al mundo. Sus últimos meses de vida fueron horribles y quizás por eso, según me dijeron, al morir su rostro recuperó la belleza, la luminosidad, la serenidad y esa sonrisa que siempre nos regaló en vida. Aunque no puedo, me encantaría creer en el más allá y así poder pensar que algún día podría estar con ella otra vez y compartir, junto a toda mi familia, una vida más justa, tranquila y feliz que la que a ella le tocó vivir.

Hasta siempre, mamá. Te extraño mucho.

Конец ознакомительного фрагмента.

Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Momentos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Momentos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jessica Hart - Momentos del Pasado
Jessica Hart
José María Fernández Lucio - Momentos de paz
José María Fernández Lucio
José María Fernández Lucio - Momentos con santa Teresa
José María Fernández Lucio
José Ramón Herrera Goya - Fuego
José Ramón Herrera Goya
José Ramón Herrera Goya - Lumbre
José Ramón Herrera Goya
José Garzón del Peral - Se muere menos en verano
José Garzón del Peral
José Ramón Herrera Goya - Brilla
José Ramón Herrera Goya
José Ramón Herrera Goya - Destello
José Ramón Herrera Goya
José Ramón Herrera Goya - Luz
José Ramón Herrera Goya
José Darío Herrera González - Pensar la educación, hacer investigación
José Darío Herrera González
Отзывы о книге «Momentos»

Обсуждение, отзывы о книге «Momentos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x