Nieves Álvarez - Alicia en el país de la alegría

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Alicia en el país de la alegría: краткое содержание, описание и аннотация

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El relato de Nieves Álvarez se vertebra en torno a los recuerdos de una niña para quien la vida, a pesar de lo sórdido de la época en que transcurre su infancia, es un jardín lleno de luz y de misterios. Con una gran habilidad, la autora construye un espacio lírico en el que la memoria fluye como un caudal narrativo que arrastra anécdotas, peripecias y vivencias de unos personajes zarandeados por el destino y su inclemente ventisca. (…) Nieves Álvarez realiza un ejercicio literario de recreación histórica a partir de sus propias experiencias vitales. Llegados a este punto, sospecho que la novela es, de algún modo, una confesión. (…) Alicia en el país de la alegría es una novela con muchísimos méritos. Una novela a la altura de las que nos regalaron otras grandes escritoras sobre la misma temática: Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Almudena Grandes, Josefina Aldecoa, Carmen Laforet… Quien se asome a sus páginas no se sentirá defraudado en ningún momento. Más bien al contrario. Hallará en ellas un laberinto de emociones y de experiencias humanas que son, que fueron o que pudieron ser las nuestras, o las de nuestros compañeros de viaje en la aventura de sobrevivir al franquismo. Nadie quedará al margen de esta historia. Todos formamos parte de ella en mayor o menor grado. Y ese es, ni más ni menos, el legado que nos dejan las gran- des obras de la literatura universal. (J. R. Barat)

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—¡Hombre, Pitusina! ¡Por fin estás de vuelta!

Corrí a su lado para darle besos y abrazos.

—¡Mapa!, ¡Mapa! El boticario es estupendo, tiene una habitación llena de libros. Me ha dado uno para ti y ¡otro para mí! Mira, mira, aquí están.

Puse los dos libros sobre la mesa.

—Alicia no seas maleducada. El boticario tiene nombre, se llama Andrés y tú debes llamarle don Andrés.

Mi padre no estaba enfadado, pero estaba serio. Él no se enfada nunca. Luego, más alegre, dijo:

—Vamos a ver esos libros, Pitusina.

Me tomó en brazos y me colocó sobre sus rodillas.

Cuando era pequeña, pero también ahora, me gusta sentarme sobre las rodillas de mi padre. Cada día, cuando llega de trabajar, lo estoy esperando. Y aunque llegue cansado, lo primero que hace es llamarme preguntando.

—¿Vamos a ver, qué ha hecho hoy mi Pitusina?

Yo corro a su encuentro, me cuelgo de su cuello y lo lleno de besos. Después, se sienta y palmea sus rodillas. Es la señal que estoy esperando, su forma de decirme que puedo sentarme allí. En sus rodillas soy una reina. A mi madre no le gusta. Siempre me regaña:

—Alicia, ¿no ves que tu padre viene cansado del trabajo? Déjalo descansar.

Yo me hago la sorda y mi padre contesta por mí:

—No te preocupes, mujer, dejaré de tenerla en brazos cuando se case, desde ese día la tendrá que coger su marido.

Mi padre ha colocado los dos libros sobre la mesa, el suyo lo guarda enseguida en el cajón y mira el mío.

—¡Vaya! Un libro estupendo, Pitusina, un libro maravilloso...

—Don Andrés dice que no se lo devuelva hasta que lo haya leído y lo entienda.

—¿Eso te ha dicho? Entonces el libro estará mucho tiempo en nuestra casa ¿no, Pitusina? —dijo muy serio.

—¡Eso no es verdad! —protesté—. Comenzaré a leerlo mañana mismo.

Mi padre sonrió, me dio un beso y dijo:

—Así me gusta, Pitusina. Pero, ¿por qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy? Leer es un gran regalo. Si Andrés te ha prestado su libro como un regalo, yo te regalaré el secreto de la lectura, para que aprendas a leer. ¿Sabes lo que pone aquí?

Recuerdo que miré las palabras que me señalaba con el dedo, pero no supe contestar. Él me atrajo hacia su pecho y dijo:

—Aquí pone: Alicia en el país de las maravillas .

Eso sucedió antes de comenzar la escuela de las niñas pequeñas. Gracias a ese libro, aprendí a leer muy pronto. Ahora estoy en la escuela de las mayores. Aquí hacemos dictados, cuentas, lecturas, problemas, historia y religión. Por las tardes costura, pero también leemos. Bueno, sobre todo, leen las niñas mayores. Yo estoy en la escuela de las mayores pero aún soy pequeña. No tengo la enciclopedia grande, tengo que leer lo que leen las niñas pequeñas. Aprendo más que en la otra escuela donde solo aprendía a juntar letras: la eme con la o: mo; la eme con a: ma , y esas tonterías que me sabía de memoria antes de entrar en la escuela. También otras más difíciles para las niñas que no sabían leer: mi mamá me mima, mi mamá me ama, yo amo a mi mamá . O lecturas más complicadas, pero no tanto.

Aquí, en la escuela de las mayores, las pequeñas como yo tenemos que repasar las cartillas que hemos aprendido en la escuela de las niñas pequeñas. Luego empezaremos a leer en libros de lectura. Dice la maestra que a mí no se me da mal, pero que tengo que poner más atención porque no me fijo lo suficiente y a veces digo cosas que no pone en el libro, me las invento.

El que lee bien es mi padre. Él sabe leer mejor que la maestra. Cuando lee un cuento para mí, me parece que lo estoy viviendo. Quiero aprender a leer tan bien como lee mi padre.

Mañana, cuando llegue a la escuela, le diré a la maestra que quiero leer en libros de verdad, pues ya sé leer todas las lecturas de niñas pequeñas y quiero leer las lecturas de niñas mayores. Le diré que cuando lo consiga leeré todos los libros del armario grande, el que tiene cerrado con llave. Si quiere, me quedaré por las tardes a leer. Estoy deseando entrar en su país de las maravillas. Sé leer el libro, pero aún no comprendo muy bien su significado.

Hoy, después de la escuela, Mari Puri y yo hemos ido con Mari Tere a su casa. Sus padres no están y tiene que cuidar a su abuelo. No es difícil, solo hay que darle la merienda (la come solo), además, su madre la ha dejado preparada. Hay que darle agua cuando lo pida. Si le pasa algo tiene que llamar a la vecina porque ella sabe lo que hay que hacer.

Mari Tere propone que juguemos a las familias. Mari Puri y ella serán el padre y la madre. Su abuelo y yo seremos el abuelo y la abuela. Digo que sí, porque me gusta hablar con su abuelo. Estuvo en la Guerra de Cuba y cuenta historias increíbles.

En este juego, la cama del padre y de la madre está debajo de la mesa camilla. Allí las dos amigas juegan a hacer lo que hacen los padres y las madres cuando están en la cama. O sea: cuchi-cuchi . Luego, hacen como que duermen, se levantan, desayunan, y esas cosas. El padre (que casi siempre es Mari Tere) se va al trabajo (que está en el corral) y la madre (que es Mari Puri) se queda en casa, barriendo, 129

limpiando, preparando la comida. Después de comer se echan la siesta y vuelven a hacer lo que hacen los padres y las madres en la cama. Luego, el marido se va al bar y la mujer plancha. Y así, sucesivamente. Lo sé porque yo he jugado mucho a ese juego. Tengo que hacer de madre porque Mari Tere siempre se pide hacer de padre.

No jugamos nunca a este juego con niños. Otras niñas sí, con niños mayores porque a los niños de nuestra edad no les gusta jugar con niñas, dicen que son juegos muy aburridos.

Por si no sabéis cómo se hace cuchi-cuchi os lo voy a contar. Si lo hacen un niño y una niña, el niño se pone encima de la niña y frota su pilila sobre la raja de la niña. Yo una vez vi a un niño y una niña haciéndolo. Al verme me agarraron y no me soltaron hasta que no les enseñé la raja. Luego me hicieron jurar que no se lo diría a nadie, porque si yo decía lo suyo, ellos dirían lo mío. Menos mal que no me obligaron a jugar a cuchi-cuchi con ese niño, que no me gusta nada. Creo que no me importaría jugar a las familias con Sergio, pero... nunca me lo ha pedido y me da vergüenza pedírselo yo.

Cuando son dos niñas las que juegan es diferente, pero igual de fácil: la niña que hace de padre se pone encima de la niña que hace de madre, las dos con las bragas quitadas, claro. La que hace de madre se queda quieta, y la que hace de padre se mueve. Dice Mari Tere que a ella le da mucho gustirrinín; pero yo, la verdad, no le veo la gracia. Será porque el gustirrinín solo te da si haces de padre. A mí no me gusta hacer de padre, pero voy a probar algún día a ver qué pasa.

Hoy hago de abuela, y el abuelo de Mari Tere hace de mi marido. Como los abuelos no tienen que hacer cuchi-cuchi no me importa hacer de abuela. Los dos nos quedamos allí, en la salita, hablando. Como no hay nadie en casa podemos hablar libremente. A la madre de Mari Tere no le gusta que él me cuente cosas de Cuba. Dice que son tonterías y las debe olvidar. Pero a él le gusta mucho contarlas y a mí escucharle. Por eso, aprovechamos cuando voy a su casa y no está su hija.

A veces me cuenta lo guapas que son las mujeres cubanas, lo cariñosas, lo ardientes en el amor. Yo creo que quiere decir que con ellas hacía cuchi-cuchi y muchas otras cosas. Dice que tienen la piel morena y suave como el culo de un niño. Que saben besar y hacer feliz a un hombre. Cuando las describe le brillan los ojos. Me cuenta cómo las conquistaba y qué hacía para conseguir llevarlas al catre .

Hoy está triste y no quiere contarme aventuras amorosas, sino por qué murieron tantos soldados españoles en esa guerra.

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