Gracias a que mi madre se lo dijo al cura y el cura se lo dijo al alcalde, tía Federica trabaja todos los días limpiando las escuelas, lava la ropa de otras personas del pueblo y limpia sus casas. De esta forma consigue el dinero suficiente para no pasar hambre. Mi tío solo trabaja en la huerta y mi primo, el que es mayor que yo, está engordando. Mi tía no engorda, tiene demasiado trabajo y es un puro nervio. Pero, según mi madre y según todo el mundo que tiene ojos en la cara, ha mejorado mucho.
Algunos días, por la noche, voy a casa de tía Federica. Sobre todo en invierno. Jugamos al cine de sombras en la cocina. Enfrente de la lumbre baja, hay una pared grande: sin armarios, mesas, sillas, nada por medio. Hacer sombras es muy fácil. La luz de la chimenea ilumina la pared, y al poner las manos delante, las sombras se proyectan como pasa en el cine. A veces viene mi hermano a jugar con nosotros y nos cuenta historias de los personajes que se van formando en la pared. Para dibujar sombras solo se utilizan las manos. Mi hermano sabe hacerlas todas: un conejo, un pájaro, un cocodrilo, un cisne, un porrón de figuras. A mí me sale muy bien el conejo, que es muy difícil porque hay que utilizar las dos manos a la vez.
Mi hermano, cuando quiere, es muy divertido. Es una pena que no esté mucho en casa. Pero claro, está en Ávila, a punto de terminar Magisterio y cuando termine (como termina muy pronto y no puede ejercer de maestro hasta que sea mayor de edad) se irá voluntario a la mili. No ha podido hacer milicias por culpa de que le faltaba un papel. Siempre lo mismo con los dichosos papeles, oye.
Mi hermano es muy listo, tan listo es que, cuando era pequeño (yo creo que no era tan pequeño porque tenía 10 años), tuvo un problema muy grande por ser tan listo. De pronto, comenzó a sangrar por la nariz y a dar vueltas alrededor de una mesa diciendo: me persiguen, me persiguen, me persiguen . Luego se mareó y se cayó al suelo, como muerto. Por suerte despertó antes de que llegase el médico.
El médico dijo que mi hermano, de tan listo que era, daba demasiadas vueltas en la cabeza a todo y estudiaba mucho, demasiado. Eso hizo que se sobrecargase su cabeza y, para aliviar la presión, tuvo que sangrar. Dijo que si no hubiese sangrado habría sido mucho peor. Bueno, no sé si es lo que dijo el médico o lo que entendió mi madre. Mi padre dice que muchos niños sangran por la nariz y que eso no es ningún problema. Lo que nadie me explicó es por qué mi hermano pensaba que lo perseguían. Un día se lo pregunté a él y me dijo que no recuerda nada.
Lo de que mi hermano es muy listo es verdad. También es muy divertido, pero a mí no me gusta quedarme sola en casa con él, porque entonces me mete miedo.
—La mano negra viene a buscarte, Alicia. Ya está llegando, ¿la ves? Cuando llegue te cogerá por los pelos (cuando dice esto me agarra del pelo y tira hacia arriba) y te llevará a un lugar oscuro, muy oscuro, del que no podrás salir.
Yo grito, lloro, pataleo, pero no puedo escapar de su mano negra. Mi hermano no quiere que se lo diga a mis padres, me amenaza con darme una paliza si se lo cuento. Pero un día, cuando me estaba amenazando con la mano negra, lo pilló mi padre, me tiraba del pelo mientras repetía lo de la mano negra.
—Pero qué haces, desgraciado, ¿no ves que tu hermana lo está pasando mal? ¿Eso es lo que aprendes en los estudios? ¿Es que no te he dicho una y mil veces que no debemos hacer sufrir a los demás y estás torturando a tu hermana? ¡Vete! Quítate de mi vista antes de que recibas de tu propia medicina.
—Pero si estamos jugando, no te enfades conmigo, es un juego.
—Jugar es otra cosa. No creo que a tu hermana le guste nada ese juego. Torturar a otra persona no es un juego y yo no quiero en mi casa a un torturador ¿me has entendido o quieres que te lo repita de otra manera?
Mi padre estaba muy enfadado, nunca lo he visto tan enfadado. Incluso mi hermano se asustó con la reprimenda.
—Lo siento —dice mi hermano—, no volverá a suceder.
—No, a mí no. Debes pedir perdón a tu hermana, es a ella a la que estabas asustando. Me parece mentira que un hijo mío pueda hacer algo así.
—Lo siento, hermanita, no volveré a asustarte nunca más.
Mi hermano ha cumplido su palabra. No me ha vuelto a asustar con eso de la mano negra, ni con nada. Ahora, cuando habla conmigo, es mucho más cariñoso y no me mete miedo. Incluso juega con nosotros al juego de las sombras y nos cuenta historias muy divertidas.
Un día conté a Mari Puri lo de la mano negra. Ella dijo que eso no era nada, y me contó algo de su hermano que no le ha contado nunca a nadie. Dice que, cuando está sola con él, se pone una careta de carnaval, la arrincona, le baja las bragas, le toca el culo y hace cochinadas. Para que no grite le tapa la boca. Mari Puri tiene razón, eso da más miedo que lo de la mano negra, dónde va a parar. Mi hermano nunca me ha bajado las bragas. Eso es mucho peor que lo del marido de la maestra. No se lo ha contado a sus padres porque piensa que no la van a creer. Cuando su hermano está en casa se esconde, está aterrorizada. Le he propuesto contárselo a mi padre, para que él se lo cuente al suyo, pero tampoco quiere.
Desde que mi amiga me ha contado lo que me ha contado, estoy preocupada. Algo tengo que hacer, no puedo dejarla sola en esto. Lo mejor sería contárselo al Juez o a la maestra. Sí, voy a casa de la maestra y se lo cuento.
—¿No será una fantasía tuya, Alicia? ¿Me estás diciendo la verdad?
—Estoy diciendo lo que me ha contado Mari Puri, ella no quiere que lo sepa nadie. Si se entera de que se lo estoy contando a usted se enfadará mucho, pero es que no sabía qué hacer.
—Has hecho muy bien, pero no se lo digas a nadie más ¿de acuerdo? Olvídate del tema. Seguro que no tiene tanta importancia.
—Pero no le diga a nadie que yo se lo he contado.
—No te preocupes Alicia, ya verás como todo se resuelve.
No sé si doña Elena habló con alguien, si se lo contó al padre o a la madre de Mari Puri. Un día Mari Puri me dijo:
—¿Te acuerdas de aquello que te conté sobre mi hermano? Pues no era verdad.
No podía creer que mi amiga me hubiese contado una mentira tan gorda. Ese mismo día se lo dije a doña Elena. Ella me sonrió y dijo:
—Lo importante, Alicia, es que todo está bien ahora ¿no? Tú actuaste bien, querías ayudar a tu amiga. Puedes quedarte tranquila, porque la has ayudado.
—Entonces... ¿lo que me dijo Mari Puri era verdad o era mentira?
—Deja de pensar en ese tema, Alicia, no te preocupes más.
No puedo dejar de preocuparme, Mari Puri está muy rara conmigo últimamente. Yo creo que sabe que conté a la maestra lo que ella me contó en secreto. Y no sé qué hacer, no quiero dejar de ser su amiga.
—Mari Puri, quiero pedirte perdón.
—¿Por qué?
—Le conté a la maestra la mentira que me contaste sobre tu hermano.
—¿Fuiste tú? No tienes que pedirme perdón, gracias a la maestra mi hermano ya no me hace esas cosas.
—Entonces... ¿Era verdad o era mentira?
—Era verdad, Alicia, pero ahora no quiero pensar en ello. Mi hermano está en Galicia, no vendrá en mucho tiempo y cuando vuelva será distinto. Dice mi padre que necesita jarabe de palo, y que donde está lo meterán en cintura. Allí sabrá lo que es bueno.
Los hermanos mayores, a veces, no saben cuánto nos hacen sufrir a sus hermanas pequeñas.
Mari Loli dice que las niñas sufrimos más que los niños. Creo que tiene razón. Dice, por ejemplo, que su hermana mayor ¡sangra todo los meses! Y que a todas las mujeres les pasa lo mismo. Como no me lo puedo creer, se lo he preguntado a mi hermana. Dice que es verdad, que a ella también le pasa, y que a mí me pasará algún día. He querido saber más.
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