vvaa - La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968

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Alumnos jovencísimos matriculados en octubre de 1968, en una Facultad creada de la noche a la mañana. Eran los tiempos de la dictadura franquista y de enormes cambios sociales en todas partes del mundo. Desde entonces, la práctica médica ha evolucinado como de la noche al día.
Tras ciencuenta años y ante la pregunta: ¿qué fue de aquellos jóvenes, hombres y mujeres que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao?, la primera generación de estudiantes nos describe, con la visión y estilo propios de cada cual, momentos políticos señalados, anécdotas hilarantes, estructuras sanitarias caídas, por fortuna, en el olvido y su propio papel en el origen de varias innovaciones médicas que hoy son de uso común.
Por estas páginas desfila parte del profesorado, colegas, pacientes, personal sanitario, algún que otro jefe, y sus familias. Observamos momentos fugaces y sorprendentes de sus vidas: médico de una expedición a los Andes, prisionero por error en Siria, encarcelamientos franquistas, médico de la Armada en los 70, cantante en salas de fiestas, fresador en la siderurgia de Bolueta, observadora de Rusia en Soria, especialización en Cuba, pediatra en México, cooperante en Mauritania, senador en Madrid, y otros varios según quién hable.
Nada de ello, sin embargo, supera en emoción y detalle, al relato del quehacer médico de cada cuál, a lo largo de sus vidas.
La imagen global que emerge del conunto es, sin duda, más valiosa que la mera suma de sus componentes.

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La Unidad de Grandes Quemados siempre ha permanecido adscrita al Servicio de Cirugía Plástica. En 1995, con ocasión de un atentado en Rentería en el que un ertzaina fue atacado con cócteles molotov y sufrió quemaduras profundas en la mayor parte de su superficie corporal, se decidió que los intensivistas nos hiciéramos cargo del tratamiento médico y los cirujanos plásticos del tratamiento quirúrgico.

Hubo que esperar hasta finales de los 90 para que los gestores decidieran que ya tocaba atacar con la piqueta para reformar el Servicio. Sorprendentemente, ya que no era en absoluto habitual, la Dirección del hospital requirió la opinión de la plantilla. El primer proyecto que se presentó era poco más que un lavado de cara a las instalaciones, que quedaban constreñidas en el mismo espacio. Hubo múltiples cartas, reuniones y contraste de opiniones que, en consonancia con el entorno, podríamos calificar como intensivos. La Dirección argüía, en sentido metafórico, que el metro cuadrado era muy caro, o sea que el espacio disponible era escaso. Nosotros blandíamos las guías europeas sobre los Minimal requirements for Intensive Care Departments publicadas en febrero de 1997, y las Guidelines on Intensive Care estadounidenses publicadas unos años antes, en las que se recomendaba que los boxes fueran individuales, con veinte o veinticinco metros cuadrados de superficie, a ser posible con luz natural, etc. Pablo López Arbeloa, que entonces era vicegerente, concluyó en que, si las guías decían lo que decían, habría que considerarlas, y así, al fin, se diseñó una nueva Unidad en la quinta planta, que duplicaba el espacio previo, y que estaba bastante en línea con las recomendaciones internacionales. A última hora, una mano negra modificó el espacio destinado a un área de seis camas que resultó algo canija y que años más tarde fue inutilizada. A principios del siglo XXI se inauguró la nueva Unidad. Los avances técnicos, con todo el aparataje que conllevan, han justificado con creces el diseño de una UCI con espacios más amplios. Solo Pseudomonas, Acinetobacters y demás huéspedes indeseables habrán lamentado el tener mayores dificultades para pasar de un paciente a otro.

Si he comentado tanto las cuestiones arquitectónicas, ha sido porque una seña de identidad de nuestra especialidad es la UCI, la Unidad en la que se atiende a los pacientes. Y no se puede prestar una asistencia avanzada si no se dispone de un espacio y un utillaje adecuado. En Europa se llama Intensive Care Medicine; en USA, Critical Care Medicine; en España, Medicina Intensiva.

Otro elemento fundamental es la intensidad de los cuidados, que dispensa una enfermería extraordinariamente dedicada y con alta cualificación que no solo cuidan a los pacientes, sino que también controlan y manejan todos los complicados aparatos que pueden precisarse.

Lo siguiente son los médicos intensivistas. Titulaciones aparte, el prototipo de paciente crítico puede ser un paciente con afectación multiorgánica (respiratoria, cardiaca, renal, hematológica, etc.) que desborda el ámbito de una sola especialidad convencional y que precisa una dedicación y un aparataje excepcional. En España, inicialmente internistas, cardiólogos, anestesistas, neumólogos, etc., se hicieron cargo de las UCI especializándose en el cuidado del paciente crítico. Desde mediados de los 70 se inició ya la formación específica que daría lugar a la creación de la especialidad de Medicina Intensiva.

Si en algún ámbito es imprescindible el trabajo de equipo es en Intensivos. Y no me refiero solo al trabajo conjunto de médicos y enfermeras del Servicio para mantener el nivel asistencial durante las 24 horas. Sin nuestros compañeros radiólogos, entre los que ha habido una nutrida representación de los “pioneros” de la Facultad, habríamos caminado en tinieblas o sencillamente a ciegas. Los espectaculares avances en la obtención de imágenes con la ecografía, TAC, RMN, etc., se han acompañado de lo que parecía más propio de la ciencia ficción: navegar por la vasculatura insertando stents, embolizando lesiones, resolviendo coágulos...

Los cirujanos, en especial los cardiacos o los cirujanos plásticos de Grandes Quemados, nos han confiado el postoperatorio de sus pacientes, y con ellos hemos departido a diario. Las especialidades médicas nos han enseñado a plantearnos y replantearnos el camino a seguir, contribuyendo además a establecer criterios para administrar unos recursos limitados. Para ingresar o dar de alta a los pacientes en el momento apropiado. Los hematólogos, bioquímicos, microbiólogos, el Servicio de Rehabilitación..., con pocas especialidades no hemos tenido relación y en todas hemos encontrado la cooperación que cada caso requería.

Los ingenieros, de las muchas veces denostadas empresas multinacionales, son los que han fabricado los prodigiosos aparatos que resultan decisivos en el soporte vital del paciente crítico. En el cien por cien de los pacientes se ha utilizado monitorización avanzada, aproximadamente un sesenta por cien ha precisado ventilación mecánica, cerca de un ocho o diez por cien diálisis continua con hemofiltro, porcentajes menores de enfermos han requerido asistencia mecánica circulatoria o ECMO.

Así mismo debemos a la industria farmacéutica la investigación y fabricación de medicamentos cada vez más potentes y eficaces.

En la siempre bien dotada biblioteca de Cruces (infatigable Mª Asun García) hemos podido consultar las revistas más prestigiosas, desde los tiempos del papel y de aquellos libracos del Index Medicus en donde buscar referencias, hasta la comodidad de poderlo hacer on-line en cualquier momento. Mucho debemos a la informática con la que empezamos a trabajar ya a mediados de los 80. El primer PC que tuvimos en la UCI era un XT con cuarenta megas de disco duro. Y aunque parezca mentira podíamos hacer los informes con un procesador de textos (WordStar, WordPerfect), tener una base de datos bastante completa (Dbase III), gráficos con Harvard Graphics, Lotus 123 (no confundir este 123 con el programa de Ibáñez Serrador). Luego vino el AT, el 286, el 386, el Pentium, ya con Windows. Y las aplicaciones que, con mayor o menor fortuna, han ayudado (o dificultado) nuestro trabajo.

Han sido los años en que se ha desarrollado el método científico en Medicina con grandes estudios a doble ciego, randomizados, multicéntricos, metaanálisis, etc., que nos han permitido basar nuestra actividad profesional en guidelines derivadas de lo que se ha llamado Medicina Basada en la Evidencia o MBE (que, contrariamente a lo que su nombre pudiera indicar, no es en absoluto evidente). En inglés, evidences (diccionario Collins-Noguer) hace referencia a pruebas, indicios, hechos, datos. Según la RAE, evidencia es “la certeza clara, manifiesta y tan perceptible que nadie puede racionalmente dudar de ella”. Algunos insignes profesionales (de la política, del periodismo, o de la medicina) confundieron una cosa con otra, y tomaron a la MBE como una especie de verdad revelada. No. Lo que se concluye en Medicina a través de la aplicación rigurosa del método científico es válido hasta que otros estudios de rango similar o superior cuestionen sus hallazgos. El método científico nos enseña que nunca está dicha la última palabra. Es lo bueno que tiene.

En Salvar al soldado Ryan la misión era rescatarlo con vida. En Intensivos hay que conseguir además que el paciente salga en las mejores condiciones posibles. Evitar las complicaciones, derivadas de la propia enfermedad o de las potentes drogas y procedimientos invasivos que utilizamos, puede ser tan importante o más que tratar con éxito la enfermedad que motivó el ingreso. El objetivo es restituir en lo posible la situación funcional. Mantener una nutrición adecuada, evitar la desorientación o el delirio que a menudo conlleva la estancia en UCI, rehabilitar. Ser capaz de transmitir al paciente y/o sus familiares que no solo está siendo atendido por un determinado médico, sino que todo el Servicio, y aún más, todo el hospital considera prioritario darle la mejor asistencia posible, y sobre todo conseguir que eso sea realmente así.

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