Antonio Fuentes García - Ultimatum extrasolar

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Acabado el mensaje extrasolar en la Asamblea de las Naciones Unidas efectuado por uno de los presentes Diez Insólitos terrestres, en nombre de los Diez Extrasolares que les cambiaron sus vidas (Véase «El Enigma Insólito»), después de todas las recomendaciones para preservar la Tierra, e incluso salvarla de un asteroide asesino y prevenirla de otros futuros peligros venidos del espacio, como asimismo prevenir sobre el vulcanismo, recomendando búnkeres y otros refugios, quedó al final la amenaza de un ultimátum dado en nombre de una Federación Galáctica y Universal, que expresamente obligaba a desprenderse los Gobiernos de la Tierra de los robots, especialmente de los superrobots humanoides y de inteligencia artificial superior, a que se encaminan las ciencias tecnológicas.
Cuando terminado el mensaje todos los asistentes políticos en la Asamblea de la ONU, y fuera de ella por los medios audiovisuales en todas las naciones sus habitantes comprenden el alcance del ultimátum extrasolar recibido, la población terrestre se estremece de terror: el Apocalipsis y el Juicio Final parecen haber llegado. El poder de los alienígenas acabará con toda la geocivilización humana.
Los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU debaten sobre la situación ante el desmantelamiento general de la tecnología máxima exigido, y la amenaza de una exocivilización tecnológicamente muy superior. Y entonces los gobiernos de la Tierra se unifican para dividirse en dos frentes antagónicos: los que están dispuestos a defenderse frente a la imposición extrasolar y los que pertenecen al ámbito islámico, que consideran a los extrasolares ángeles enviados por Dios; produciéndose un conflicto bélico cuyo principal escenario es África, las naciones del antiguo Indostán y los territorios de Palestina e Israel, aunque la emigración musulmana anterior la extienden a Europa y Norteamérica principalmente.
Los descubrimientos extraordinarios a que se llega en un simposio para investigar si los extraterrestres extrasolares ya estuvieron anteriormente en la Tierra, revoluciona todas las ideas sobre los orígenes del ser humano y hacen temblar los conocimientos y creencias en el mundo euroamericano. Mientras a la vez las grandes potencias, preparándose para defenderse frente a los extrasolares, disponen una emigración de supervivencia humana fuera del Sistema Solar, intentando conseguirlo burlando la vigilancia sideral de los extrasolares.
Y hacen bien, porque… En la Tierra se desencadena el Apocalipse…

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El futuro apocalíptico a temer parecía iba a ser anunciado AHORA por las VEINTE autoridades estatales representativas.

12 Declaración de Resistencia y Ultimátum al Islam

Ya en el gran auditorio de la Asamblea General, acabadas sus cortas conferencias telefónicas de los Presidentes en el Consejo de Seguridad con sus Gobiernos, presentándose los Veinte Gobernantes ante aquélla y observando el tumulto que producían los islamistas retirándose y provocando a seguirles a sus correligionarios igual que a los más dubitativos de otros representantes nacionales no islamistas, fue el presidente chino el que tomando el altavoz que se les había acercado para pronunciarse, les reprendió airado en inglés, para que todos le entendiesen:

―¿Adónde van. Acaso creen escaparse de la tormenta y de sus rayos mortíferos que caerán sobre los traidores que huyen? Si no los electrocutan los rayos extrasolares los electrocutaremos nosotros…

―¡Habrá que hacerlo! ―le apoyó el ruso.

Ambas amenazas y la rigidez severa mayoritaria, especialmente la de los Seis representantes de las Grandes Potencias, hicieron palidecer y temblar más si cabía a los indecisos que ya se habían levantado para huir, volviendo la mayoría de ellos a sentarse por temor a los Seis Grandes y vergüenza ante el resto de asambleístas; siendo únicamente los islamistas y algún que otro representante de Estado menor los que persistieron en su retirada cuando no huida, sin convicción alguna la mayoría de los no islamistas de hacer lo conveniente, máxime escuchando aterrados los trallazos verbales procedentes de los persistentes del Consejo de Seguridad:

―¡Sí, huid: ¿Adónde?!

―¿Acaso vais a salir del planeta? ¿O del espacio alrededor?

―Creeréis escapar de las furias extrasolares, pero no escaparéis de nuestras furias por traidores y cobardes.

A contradecirles se oyó, alejándose, una voz islamista:

―No huimos. Sólo esperamos una revelación de Alá.

―¿Desde cuándo se entiende que los ángeles se presenten en cosmonaves? ¿No son espíritus?

―Dios decide.

Lo último apenas fue oído y no le hubo respuesta.

Lo que no sabía nadie es que los Diez Insólitos aun tan alejados como pudiera suponerse que estuvieran ―si acaso no estaban invisibles en la misma Asamblea o sus cercanías como todavía persistían algunos en creer―, oían cuanto se decía en ella, porque entre sus aumentadas capacidades físicas estaba también la de unos oídos sumamente sensibles a la audición; y por si fuera poco no les faltaba capacidad telepática, aun en distancias inconcebibles. Facultades ignoradas o que se ignoraron y que les permitían estar al corriente de cuanto se dijo en el departamento al que se apartaron los 25 miembros del Consejo de Seguridad y lo que se decidía ahora en la Asamblea General. Oyéndolo todo tal si fuesen dioses.

Impacientábase el resto mayoritario de cuantos asistían a la Asamblea General por conocer la propuesta de los 20, que, para mayor alarma antes de exponerse se observó reducirse a 19, pues a los cinco musulmanes en retirada se sumó luego en solitario el representante israelí, si bien lo hizo remolonamente para no juntarse con los musulmanes, marchándose después que oyera cómo se iba a exponer la decisión tomada, y desde luego lo hacía tras ser aconsejado intelefónicamente por el Gran Rabinato de Israel*, reconocido por ley, diciéndole que según las Sagradas Escrituras nada se oponía a que los mensajeros de Adonai* (Jehová Dios) pudieran venir en carros de fuego, como el que se llevó a Elías; recordando entonces que el mismo versículo fue citado por el Cabeza de la Iglesia Católica. ¿Sería entonces que iban a tener razón los musulmanes oponiéndose a la alianza militar antialienígena? ¿Íbamos a tener que ponernos al lado de los islamistas, nuestros enemigos acérrimos? Pensaba el presidente israelí conforme se retiraba. Pero si los estelares vienen en cosmonaves ―le inquietaba pensarlo―, ¿hemos de entender, o no, que sean ángeles? ¿Qué podemos entender que fueran, o sean, los ángeles? ¿Iba a tener razón quien apuntó que el carro de fuego que se llevó a Elías sería una astronave? Pues: ¿Qué otra cosa iba a ser?. Entonces...: ¿Nos han visitado en el pasado… seres inteligentes de otro mundo?

Acosado por estos razonamientos el presidente israelí era en esos momentos el político más dubitativo en cuanto a la entidad de los ángeles, su misión y su origen; no muy lejos de las tribulaciones que en el mismo o parecido sentido angustiaban al Sumo Pontífice Romano y, generalizando, a los patriarcas ortodoxos y cabezas de las iglesias protestantes, incluyendo aunque con los máximos reparos a los testigos de Jehová que podían creer, ciertamente, que el ultimátum extrasolar era el preámbulo del Apocalipsis.

Y de otra índole religiosa también los pensamientos del presidente hindú oscilaban en la duda de si la profética destrucción que había de provocar Shiva* iba a ser próximamente por mano de extrasolares, o aún mantendría su reinado conservador Vishnú*; pero igualmente reflexionaba si un político de su categoría debía ajustar su actitud a unas creencias que hasta aquí superó por míticas, y en un momento que podía ser clave para la Humanidad de la que formaba parte importante por la razón de la importancia de su país, el segundo más poblado de la Tierra... o quizás ya el primero. Y cuando se le daba el rango de superpotencia en el Consejo de Seguridad.

Y mientras, con la inquietud general que producía la retirada del representante israelí sumándose, pero no juntándose, a la de los cinco miembros musulmanes del Consejo de Seguridad, a los que les seguían el resto de líderes de la misma confesión, sunnitas y chiítas, crecía también en el sentimiento creyente mayoritario de los cristianos que el ultimátum podía ser en realidad el aviso previo a los fieles del cumplimiento profetizado del Juicio Final; más cuando vieron volver al Papa meditabundo para sentarse al lado no sólo de sus cardenales sino también próximo a los patriarcas ortodoxos y demás cabezas del Cristianismo, con los que ahora debatía en un aparte; por lo que tanto en la Asamblea como allá donde contemplaban la actividad en ésta a través de los medios informativos, la expectación resultaba opresiva, e igual que creían los musulmanes en el advenimiento del Mahdi y los judíos en el de su Mesías, para los cristianos podía ser el advenimiento de Jesús en toda su gloria, pero tras las furias apocalípticas. Y aun se podía temer que el presidente hindú, que se mantenía entre los 19 ―ahora convirtiéndose éste en el número fatídico―, en sus adentros prefiriera abandonar esta posición pensando en su religión abandonada, renovando su creencia en la Trimurti*, según le observaban como viniéndole a la mente que ahora podría ser el tiempo de Shiva, el destructor…que podría serlo del mundo actual… terrestre; pensamiento que se hermanaba en la India con el conjunto de religiones en ésta, que a los budistas los hacía mejores imaginándose en qué ser animal o humano se reencarnarían sus almas. Y así en todos los países y en todos sus lugares los seres humanos, mayoritariamente, se acogían como nunca espiritualmente a sus fes en la consciencia del fin del mundo y su renovación, que se temía sobrevenir.

La retirada de los representantes religiosos chiíta y sunnita, habiendo sido este último aliado de los Estados Unidos, reforzaba en los estadistas musulmanes la decisión a tomar de abandonar la alianza, o cualquiera posición favorable con los estadounidenses, rusos, chinos o de otro país europeo y extremoriental si la tuvieren, sobre todo si se les pedía una actitud frontal al ultimátum, es decir, a los venidos de los cielos.

Entretanto se acababan las últimas conversaciones telefónicas, las del resto de los 19 presidentes no permanentes con sus cámaras legislativas. En realidad éstas ―como también los representantes políticos de Israel a través de una línea excepcional intelefónica mientras se retiraba su Presidente de la presencia en el Consejo de Seguridad, y lo mismo a los Jefes Políticos de los Seis miembros permanentes― pedían la autorización de medidas a tomar, principalmente de orden público y de defensa militar, a más de mensajes públicos que tranquilizasen a la población de sus Estados. Y, desde luego, si se había tomado o se iba a tomar alguna decisión internacional; y si había que creer en Dios y los ángeles en todo aquello.

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