Y en general los musulmanes emigrados, voceando la llegada de Alá, se manifestaban tumultuaria y violentamente en todos los países euroamericanos después de sus visitas a las mezquitas, convencidos de que el fin no iba con ellos, siendo esa situación menor o faltando en Rusia y países colindantes de sus fronteras europeas, donde no hubo en estos, o fue muy minoritaria y controlada la inmigración islamista provocada en la Unión Europea por la guerra de Siria y la decisión del gobierno de Angela Merkel en Alemania, y tras la proclamación del Estado Islámico o Daesh, cuyos sobrevivientes finalmente se desperdigaron tras el fracaso y muerte de su líder y el final de ese Estado no reconocido y vencido años atrás. En cambio continuaron en África las acciones bélicas musulmanas, así como sus ataques guerrilleros en las islas occidentales filipinas y el Sureste asiático.
Mientras, en el búnker AMMAA, los generales de las Grandes Potencias pergeñaban una acción general decisiva contra el mundo islámico, decididos a evitar en la Tierra países que pudieran cooperar con los extrasolares invasores.
Es de notar que, en esta tesitura, el ánimo de los militares en general comenzó por apartar de los puestos clave de mando al sexo femenino ―salvo muy pocas excepciones―, designándose su contribución a un segundo y tercer planos, que las mujeres llevaron a cabo con entrega responsable, salvo algunos grupos de feministas, entre los que se encuadraban con fuerza las denominadas por algunos “hembristas”* y por otros feminazis*, dado su enfrentamiento directo al sexo masculino generalizándolo machista. Solamente en las comunicaciones, la sanidad y otros servicios de oficinas y de índole cuartelaria se les asignarían por propia valía los mandos y puestos requeridos, aunque bajo la influencia de la importancia de sus países de origen. Si esto sucedía en las naciones euroamericanas y extremorientales asiáticas, en los islámicos aún lo fue más drástico, perdiéndose en la mujer lo conseguido en las últimas décadas.
14 Guerras y Amores
El alocado terror que sembraba tales efectos descritos no era tanto a causa de la expectativa de esa Tercera Guerra Mundial Nuclear del Norte y Occidente terrestres contra el mundo musulmán, ya empezada guerra convencional en África, pues en la Nuclear o Atómica el Islam estaba todavía lejos de dañar a los países septentrionales tanto como éstos a ellos. El alocado terror se debía en los países más avanzados sobre todo al convencimiento de que después o sobre esa Tercera Guerra Mundial Nuclear, con todo su espanto caería sobre la Tierra el infierno de la potencia destructiva extrasolar: el Apocalipsis del Holocausto humano.
Esto era lo que principalmente desquiciaba a la población del otrora llamado Primer Mundo y sus asociados; donde entre los que se decidían por el suicidio para no sufrir el infierno esperado, muchos asesinaban por delante a hijos, cónyuges y demás familiares cercanos, de común acuerdo o no, e incluso a mascotas como perros y gatos para evitarse todos los terrores y sufrimientos sin solución de lo que se avecinaba.
Porque se hizo convencimiento general que los Extrasolares, tras su ultimátum condicionado, lo que realmente pretendían era dominar nuestro planeta y para ello había que destruir nuestra Geocivilización*; y seguramente esclavizar a la humanidad que quedase confinándola previamente en los refugios que se exhortó a construir. Y a tal grado fue este el convencimiento más generalizado que no se escuchaban las voces de los que entre las élites humanas pedían se intentara diálogos de entendimiento con los alienígenas, buscándose entonces la intermediación de los Diez Insólitos.
Pero: ¿Dónde estaban éstos?
Donde estuvieran, a los Diez Insólitos no se les escapaba nada de cuanto se decía y sucedía en la Tierra, sufriéndolo y comprendiéndolo. No estaban ya, desde luego, sobre la plataforma desde la que se dirigieron a la Asamblea General de las Naciones Unidas, sólo sabemos que se hallaban en algún lugar desconocido adonde les habían teletransportado los Diez Extrasolares, desde el cual, y muy seguramente también por la intermediación de estos más sus obtenidos poderes superiores de los sentidos telecaptaron*, perfectamente, cuanto se dijo y produjo entre los miembros del Consejo de Seguridad en el despacho del Secretario de las Naciones Unidas, y luego ante la Asamblea General, igual que ahora estaban captando lo que sucedía en todo el orbe humano.
Veían, oían y sentían cuanto acontecía multitudinariamente, pero a veces se fijaban en su atención escenas más personales con todo su dramatismo, resultado de sus nuevas poderosas capacidades, seguramente frutos de los elixires que seguían tomando.
Fueron algunas tan dolorosas que, huyendo de ellas buscando un respiro emocional, recorriendo los Diez la geografía esférica acertaron a coincidir en un hermoso paisaje californiano desde el que descubrían al fondo el océano Pacífico; y he aquí que se toparon con la visión que siguieron de un automóvil que, abandonando el asfalto de una carretera no muy frecuentada entonces precisamente, se desvió por un carril terrizo a su derecha que acababa en un rellano sombreado por unos altos pinos de gruesos troncos y amplias copas.
Temieron entonces con fatalismo los Diez tener al otro lado del rellano, aunque la distancia fuese kilométrica, la temible hendidura de la falla de San Andrés, y en tales circunstancias estar en inmediato grave peligro los ocupantes del coche, igual que la población entre ella y el océano si en breve se produjese el desencadenamiento del conflicto bélico entre la Tierra y los extrasolares, pues las temibles armas que se podían temer de una tan avanzada exocivilización podrían directa o indirectamente abrir la falla al extremo de desplazar desde ella a una buena parte de territorio separándolo del continente o sumergiéndolo en el océano, si no acaso a todo lo largo de esa falla en paralelo a la costa; y máxime podía ocurrir cuando no era la única falla en el territorio de California.
Era el temor que de pronto sentían los Diez Insólitos podía suceder de un momento a otro en aquel paisaje, incluso imaginándolo antes de como por la extensión del ataque bélico extrasolar sucedería en toda la superficie terráquea, según parecía iba a resultar del ultimátum dado inopinadamente por ellos mismos a la Humanidad al final de un mensaje que en principio les pareció bueno de aconsejar, y ahora, por la respuesta al mismo de las principales potencias militares terrestres, sospechaban que podrían ingenuamente haberse dejado manipular por lo que les pareció buenas intenciones de los Diez Extrasolares, a pesar de no olvidar que les salvaron y les hicieron humanos superiores a sus congéneres. A los cuales habían acabado dando el mensaje con el final más amenazador.
Sus inteligencias más desarrolladas empezaron a desconfiar de aquellos en los que habían puesto con razón toda su confianza y agradecimiento por los beneficios que de ellos obtuvieron, desde continuar sus vidas, obtener salud, rejuvenecer, crecer y hasta estas superiores inteligencias que les hacían dudar… ahora.., ante el holocausto humano que parecía avecinarse causado por la exigencia final planteada en ese mensaje de aquellos a los que, desde que los conocieron, jamás se imaginaron los llevaran a esta situación mundial. Por ello no dudaron en su momento de ser los portavoces del tal mensaje y su colofón.
Pero ahora, ante la resistencia humana a consentir, sin más, cumplir todo ese mensaje extrasolar bajo la amenaza de su final, sentíanse ellos mismos atónitos… ¿Por qué esa amenaza tras unos consejos en los que se podía sentir la protección de una exocivilización superior? ¿Entendían los extrasolares que tanto nos iban a importar la conservación de los robots por su utilidad que habían de conminarnos como se hace a un niño rebelde para que cumpla lo que se le dice por su bien? ¿Lo sospechaban acaso por experiencias acaecidas en otro u otros exoplanetas* habitados de otras estrellas?
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