―¿Y por qué no invocamos la mediación de los Diez Insólitos? ―Propuso el representante español.
Aquí parecieron todos estar de acuerdo.
Se abrió entonces la puerta y apareció con semblante preocupado el Secretario General, que dijo:
―Señores Gobernantes, por favor, si han tomado ya una decisión conjunta o mayoritaria a seguir, salgan a exponerla o debatirla ante la Asamblea General. Los ánimos están muy exaltados y hay quienes se marchan…
―Sugiero que salgamos con las últimas propuestas si se aceptan mayoritariamente ―dijo la presidenta de la reunión ―Y muy especialmente la de invocar la mediación de los Diez Insólitos, a la que espero no se oponga nadie.
Levantaron los Seis Grandes la mano resueltos a la mediación de los Diez Insólitos a la vez que aparentando oponer resistencia a las exigencias alienígenas, siguiéndoles los catorce no musulmanes de los congregados, reflejándose en todos los rostros la preocupación y el terror de lo que decidían mientras se levantaban de sus asientos; solamente los gobernantes musulmanes se mantuvieron sentados y sin levantar el brazo; de los cuales, dijo el árabe, respondiendo a la muda pregunta que les hacían con los ojos:
―Antes que aceptar un gobierno mundial al que entregar nuestras fuerzas armadas para enfrentarnos a los supuestos alienígenas extrasolares, habremos de consultar a nuestros ulemas, alfaquíes y muftíes, o, para que me entendáis, nuestros teólogos, jurisconsultos e intérpretes de las leyes; pero especialmente a los primeros, pues no tenemos claro si son seres materiales o ángeles los que nos advierten de su intervención contra la maldad de este mundo, como está profetizado para el fin de los tiempos, con la llegada del Mahdi o mesías último.
―El Estado que no se sume a cooperar en la defensa mundial frente a los extraterrestres habrá que considerarlo una nación traidora ―respondió con evidente disgusto y violencia en las palabras el presidente chino, mirando a los gobernantes musulmanes―; y defendiéndonos de un enemigo del calibre alienígena estelar no se admite la puerta de entrada para ellos que sería el territorio de una nación inmóvil… traidora a su especie.
Los gobernantes musulmanes palidecieron de rabia observando en los rostros de los otros Cinco Grandes asenso con lo dicho por el chino, mientras el Sumo Pontífice Romano bajaba la cabeza y los párpados.
―¿Nos amenazas? ―se escandalizó el ayatolá―: No somos traidores… Tenemos que convencernos de que son alienígenas estelares y no ángeles de Dios…
―Y no podemos aventurarnos ciegamente contra los ángeles de Alá―apoyó el Rey árabe.
―Pues despejad vuestras mentes y hacedlo antes de que nos movilicemos internacionalmente en la defensa de nuestro mundo y nuestra especie ―advirtió el chino, observando también la aquiescencia a sus palabras de los presidentes ruso y estadounidense.
―Paz, señores ―rogó la que presidía la reunión, desencajada como la mayoría, por las fuertes palabras y la situación que se les venía encima con la aparente decisión de los Seis Grandes de hacer frente común a los alienígenas… o ángeles―. Y salgamos a exponer lo aquí acordado mayoritariamente y a ver cómo lo reciben. Sin olvidarnos de los Diez Insólitos.
―Lo acordado ―rectificó el representante turco―: en disconformidad con el Islam.
Sin más discusiones, alterados, sombríos, pálidos ante la responsabilidad que les tocaba, levantándose todos para salir, expresó entonces una advertencia el presidente de los Estados Unidos:
―Antes de exponer lo aquí acordado ante la Asamblea General, es preciso que hablemos con los miembros de nuestros Gobiernos y cúpulas militares, así como a nuestros representantes del Alto Mando Militar Aliado Antialienígena del búnker más escondido. Aunque sean unos breves minutos, pues más no creo aguanten los demás representantes de las naciones; ni tenemos tiempo que perder.
―Estoy de acuerdo ―aprobó el presidente ruso.
Y seguidamente lo hicieron todos los demás, incluyendo los disconformes islamistas conforme a su decisión para asegurarse la disposición creyente y leal de sus respectivos gobiernos; preguntándoles entonces el presidente hindú:
―¿Acabaremos al menos con nuestro enfrentamiento bélico?
―¿El del Indostán*?
―¿El que nos enfrenta en todo el orbe?―, propuso en su pregunta el presidente de Estados Unidos, pensando en la lucha que se desarrollaba en África y en los atentados yijadistas.
Tras una breve pausa, respondieron al unísono los jefes islamistas iraní y árabe, después que se miraron:
―Alá decidirá.
―Alá luchará por nosotros en los frentes que tenemos abiertos ―concluyó el presidente turco.
Después de esto salieron uno tras otro a enfrentarse a la Asamblea General, decididos a la vez que imponiéndose los Seis Grandes a concluir una defensa de la especie humana toda y el planeta terráqueo todo frente a la intervención extraterrestre que se imponían a creer, contando con el poder militar conjunto pero, sobre todo, por el que les confería su poderío nuclear y la concesión de los misiles, a pesar de no tenerlas todas consigo. Pero es que temían profundamente ser colonizados o tal vez esclavizados si no masacrados o destruidos sin más por una especie alienígena que no había querido dar la cara, manifestándose a través de diez individuos humanos absolutamente manipulados por ellos, según entendían.
En realidad estaban aterrados con la decisión tomada, pero no sabían qué otra tomar. Y siendo la mayoría más o menos creyentes, las voces y convicciones oídas y conocidas del Juicio Final, el Armagedón y el Apocalipsis les conturbaba también, aunque a unos más que a otros, incluyéndose el hindú pensando en el destructor Shiva de la Trimurti* de su religión. Sólo el presidente chino parecía el más entero, aunque la procesión le iba por dentro, pero siendo su faz amarilla no se le apreciaba en el rostro como a los demás, a excepción hecha del japonés.
11 Regreso a la Asamblea General
Era, sin embargo, ineludible plantear este acuerdo en la Asamblea General, decidido por los veinte comprometidos con mayor o menor convicción, que habían de convencer en ella, por lo menos a la mayoría, de la puesta en marcha de esa decisión tomada en realidad por los Seis Grandes, aunque de éstos dudara para sus adentros el indio, al que se le venía a la memoria las epopeyas contadas en los dos libros épicos Majhabarata* y Ramayana*, que ahora muchos, buscando rastros de visitas alienígenas en el pasado, las interpretaban en sus historias.
Pero se temía, dada la postura de los gobernantes musulmanes, que fuera ésta ejemplo a seguir por los demás representantes gubernamentales de los países islámicos en la Asamblea como lo era en este Consejo de Seguridad, y que a su vez les siguieran otras poblaciones minoritarias de musulmanes euroamericanos que, aunque no fueran la mayoría en las naciones de acogida, influyeran por su número en ellas, o se rebelasen siguiendo a los gobiernos islámicos, teniendo en cuenta el continuo aumento millonario demográfico que alcanzaban en algunas naciones importantes de Europa y la influencia que ejercían, incluso superando ésta en algunos Estados a los cristianos de su propia identidad cultural.
Así cabía esperar que algún representante de religión cristiana se resistiera igualmente a secundar la decisión de los Seis Grandes, después de haber oído al Papa conectándose subrepticiamente por internet; e incluso se dudaba de la India, a causa de su multiculturalismo y su multirreligiosismo, con una importante población musulmana en rebeldía a causa de la guerra indostánica*. Eran temores éstos que se planteaban para sus adentros parte de los veinte no musulmanes; incluso algunos pensando si lo de “los ángeles” podría ser cierto, porque: ¿acaso no habían obrado milagros en los Diez Insólitos?
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