Impresionó lo último a todos los creyentes, mahometanos y cristianos, y aun a los no creyentes, por cuanto podían reinterpretarse evolucionistas sus últimas palabras, si a Dios lo intercambiamos por Vida, Inteligencia, Invención y Artificio.
Fijaron entonces los cristianos su mirada en el Sumo Pontífice de Roma, incluso los no católicos, y observándolo se vio obligado a decir:
―El Universo en su totalidad es creación del Sumo Hacedor, pues no en vano tuvo un principio en el reconocido Big Bang*, que sólo Dios pudo provocar y tras el que se desarrollaron las nebulosas, galaxias, estrellas, planetas y cuanto puebla el espacio universal, contando los seres animados surgidos en ellos, entre los que contamos; y sin duda también los espíritus angelicales que Le sirven y participaron en la Creación… bajo su Autoridad..., creados por Él anticipadamente. Y si todo es obra del Creador, al que unos llamamos Dios, otros Alá, Jehová, Brahma, etcétera, hemos de comprender que Él todo lo mueve o todo se mueve según Su Voluntad. De aquí, pues, hemos de entender que la llegada a nuestro planeta de seres extraños lo es por voluntad divina, y por esta misma actitud divina Dios nos permite elegir libremente nuestra decisión de respuesta al invasor, que lo es por la misma razón que siendo quien fuere no es de nuestra naturaleza terráquea. Mas: ¿no sería preferible buscar con ellos un entendimiento?
Asintieron con más o menos tolerancia los del Consejo de Seguridad, los que más cristianos y musulmanes, y fuera, en la gran sala de la Asamblea, la mayoría de las mismas confesiones y demás que, a través de los medios telemáticos les seguían, y aun los agnósticos; éstos y muchos de los demás entendiendo mayoritariamente que se volvía al dilema de defenderse o dejarse colonizar. De si estábamos ante el anuncio de intervención divina o frente a una amenaza alienígena profana.
Esta suspensión del ánimo la cortó el presidente chino diciendo:
―A estas alturas hemos de apartar la religión o estaremos vencidos de antemano. Recordemos cómo fue derrotado el imperio azteca por un puñado de españoles, por creer en una profecía de sus dioses…
―También por la crueldad de esos aztecas que llevó a otros indios a luchar al lado de los españoles capitaneados por Hernán Cortés―, puntualizó el español.
―Los españoles llevaban consigo una tecnología y civilización superiores en aquel tiempo ―observó el presidente estadounidense, que continuó―: Respetando todas las creencias en Dios y el Juicio Final, que yo comparto como creyente, creo que debemos fijarnos en el asunto que nos ha traído: el ultimátum… A causa de los robots, hemos de entender… Y de manera profana, sin Dios por medio.
―Pues dejémonos de especulaciones acerca de si son ángeles o alienígenas profanos los que nos amenazan y pongámonos de acuerdo a tomar una decisión común ante el peligro… Que, por cierto, aún tenemos en el lago Titicaca una cosmonave que no se es capaz de descubrir.― Dijo esto último el presidente ruso como señalando la ineficacia de los estadounidenses en la misión que se llevaba a cabo en ese lago.
―¿Se olvida el presidente ruso que estamos ante una tecnología muy superior, capaz de hacer invisible y hasta indetectable esa cosmonave?, que sin duda es lo que está llevando a cabo su desconocida tripulación para que no la descubramos ―le respondió el presidente norteamericano.
―No me olvido, que también nosotros estudiamos esas aplicaciones tecnológicas; y, como aliados frente a lo que resulta ser el origen del ultimátum, entiendo que debo ofrecer nuestros avances en esa tecnología a la búsqueda de la cosmonave alienígena… ―Cortó el presidente ruso con el ofrecimiento las aprensiones religiosas, afirmando, sin embargo―: Yo también represento a la religión cristiana que cultiva mi país, la gran Rusia, pero esa cosmonave nos enfrenta a un hecho material, ¿no?
―De momento así hay que entenderlo…
―Y entender también que en ella pueden estar, con los alienígenas, ocultos los Diez Insólitos, a los que debemos también rescatar, si es que no están invisibles en la plataforma ante la Asamblea General…
―Entonces podrían estar ahí también los extrasolares― observó alarmado el presidente francés.
Hubo una pausa causada por la impresión general ante lo último dicho, que como a través de los medios telemáticos abiertos alcanzó a oírse fuera del Consejo de Seguridad en la gran sala de la Asamblea donde en esos momentos los allí presentes les escuchaban con gran atención, se extendió en toda ella pese al revuelo que se producía con la misma o mayor intensidad; de modo que la mayoría miró a la plataforma de los discursos y hasta algunos de los guardias que la rodeaban se atrevieron, subidos en ella, a tantear si realmente allí estaban invisibles los diez enigmáticos insólitos terrícolas y los no menos enigmáticos diez alienígenas. Pero no estaban, o eran tan intocables como invisibles; y la escena ciertamente paranoica.
10 Dos decisiones contrapuestas
―Lo que ahora importa es si aceptamos o no las imposiciones de los extrasolares…―, dijo ahora el presidente japonés, pensando en los adelantos de su gran industria robótica en peligro, aun entendiendo que el problema, y muy serio, era otro.
―Exacto ―convino el presidente de los Estados Unidos―. Y aceptando de principio para tomar una decisión que son extrasolares… Entiendo que habremos de consultar a nuestras Cámaras...
―Pues aceptando efectivamente que son alienígenas ―le siguió el presidente francés―: Observemos que no debemos fiarnos acerca de cuáles son sus verdaderas intenciones; incluso si haciéndoles caso nos ponemos mano sobre mano a la construcción de la gigantesca obra que nos piden en todo el planeta; y si ésta puede llevarse a cabo sin la industria robótica.
―Será imposible ―afirmó el japonés.
―Entiendo que respecto a la industria robótica lo que se nos pide es el abandono de los robots inteligentes y los de apariencia humana―dijo el presidente brasileño.
―Y los soldados-robots, sin duda―, observó el presidente hindú, preocupado por la guerra en sus fronteras donde había tales robots defendiéndolas.
―Desde luego― manifestó también el presidente israelí, que había de acogerse igualmente a tales robots para defender su territorio de la multitud musulmana que le rodeaba.
―La industria robótica creando seres semejantes a nosotros, que somos obras del Creador―expresó el ayatolá―, es un desafío a Dios y una profanación de su Obra suprema, el ser humano: nosotros.
Hubo una general aceptación de sus palabras no ya sólo entre los musulmanes, sino también entre los cristianos, tanto más cuanto que el Pontífice Romano asintió con lo dicho por el jefe político y religioso iraní.
―La creación industrial de seres semejantes a nosotros―le apoyó el Papa―, es evidentemente un desafío a Dios y un paso más hacia la desintegración moral del ser humano, sobre todo cuando ciertos robots que se pueden confundir con seres humanos son utilizados para el desahogo concupiscente de ciertos individuos sin moral. Y el hecho mismo de que se nos exija su eliminación debe hacernos pensar si detrás de ello no está la advertencia divina.
Tras estas palabras del Papa ahora se generalizó en todos los presentes la tesis de la advertencia angelical, del aviso del Juicio Final, que volvía a llenar de angustia a los creyentes cristianos y musulmanes, e incluso al hindú y desde luego al judío. Y observándolos, así tan convencidos, también los pocos que no confesaban sus religiones parecieron titubear en sus convicciones ateas o de otras creencias, especialmente el chino y el japonés. Este último convenciéndose del peligro a su industria robótica; y el chino de terminar hallarse solo frente a la invasión alienígena.
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