Parecería que Freud agrega que el carácter no sólo contiene algo de la pulsión sino algo de la instancia sofocante que lleva a reprimir. Por lo tanto, el rasgo de carácter contiene aspectos superyoicos y pulsionales.
Aquello que fue primero realidad luego pasa a ser superyó. Primero es la realidad la que lleva a denegar una satisfacción pulsional, luego será el superyó el que asuma ese rol de representante de la realidad. En consecuencia, el superyó aparece como la forma de imponer la compulsión a la repetición de los traumas, pero que también da origen a alteraciones en el yo como los rasgos de carácter, en los cuales también queda condensado un tipo de satisfacción pulsional sustitutiva vía formación reactiva. Por lo tanto, podría haber un enlace entre formación reactiva y trauma, así como también una formación reactiva ante la pulsión; este último caso se puntualizará en un apartado posterior.
Habría un área posible de investigación en la diferencia de una formación reactiva ante la pulsión o una formación reactiva ante el trauma. Podrían agregarse aquellos rasgos de carácter que son expresión directa de la pulsión, como por ejemplo la ambición, el histrionismo, la crueldad moral y demás. ¿Cuáles serían los mecanismos predominantes en estos casos? ¿Cuál sería el lugar de la represión? Al parecer habría un fracaso de la represión, retorno de lo reprimido, y no habría una formación reactiva en el sentido convencional pero se produciría un rasgo de carácter. Podría ser que se agreguen dos mecanismos: uno la formación reactiva ante el trauma, es decir el pasaje de la pasividad a la actividad (aun este pasaje estaría sin explicación), y el segundo mecanismo, una desmentida exitosa secundaria ante un duelo o ante una herida narcisista.
En los apartados anteriores, me referí al yo real definitivo como la instancia que participa activamente en la formación del carácter, poniendo en marcha defensas ante la irrupción de lo pulsional. El superyó heredero del complejo de Edipo aparece como la forma de imponer la compulsión a la repetición de los traumas, pero que también da origen a alteraciones en el yo como los rasgos de carácter, en los cuales también queda condensado un tipo de satisfacción pulsional sustitutiva vía formación reactiva. La inclusión del trauma deja una marca como parte del carácter.
A continuación me referiré a diferentes mecanismos que aportan al yo la formación de su carácter. Estos procesos son la represión, las formaciones sustitutivas en calidad de formaciones reactivas, la sublimación y la creatividad.
La represión es realizada por el yo a instancias del superyó.
En “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (1914), Freud afirma que la doctrina de la represión es el pilar fundamental sobre el que descansa el edificio psicoanalítico. En una observación hecha en su “Introducción al simposio sobre la neurosis de guerra” (1919), resalta lo siguiente: “No parecen insuperables las dificultades teóricas que cierran el paso a esa concepción unificadora: en efecto es posible, con buen derecho, caracterizar a la represión que está en la base de toda neurosis, como reacción frente a un trauma, como neurosis traumática elemental.” (p. 208).
En la consideración de que la represión sea como una “neurosis traumática elemental, se está incluyendo el factor cuantitativo y se enfatiza el trauma. Es de especial interés en este apartado destacar el concepto de trauma y la formación sustitutiva como el fracaso del proceso represivo, y por lo tanto relevante en la clínica. Pero también el retorno de lo reprimido puede expresar un síntoma del que el yo se enajena, o puede en otros casos contribuir a ser parte del yo, es decir un síntoma egosintónico, y participar del carácter o mejor dicho de un trastorno de carácter (caracteropatía), que a la mirada del otro es sintomático. En el caso de que lo sintomático se vuelva familiar para el yo, intervendría la desmentida secundaria que desconoce el síntoma. También el yo, en estos casos, puede desoir los juicios del superyó.
La represión exige un gasto de energía constante para poder ser mantenida, debido a que lo reprimido ejerce una presión continua hacia lo conciente, en su intento de emerger. Por ello será necesaria una fuerza contraria que mantenga a raya, frenando su emergencia: “El mantenimiento de una represión supone, por tanto, un dispendio continuo de fuerza, y en términos económicos su cancelación implicaría un ahorro.” (cf. “La represión”, 1915, p. 146).
Cuando Freud se refiere a la represión primordial y a su origen, menciona factores cuantitativos de una intensidad exacerbada, que explicarían lo traumático. Es decir que las exigencias sexuales infantiles son tratadas como peligros por el yo y, por lo tanto, obran como un factor traumático, por la consecuente invasión de cantidad (excitación) imposible de ser tramitada.
Pero también el factor cuantitativo se privilegiará en las posrepresiones. Freud señala esa condición como elemento que mantiene actualizadas las antiguas situaciones de peligro para el yo.
En 1915, aludiendo a la represión primordial, Freud señala: “…la represión primordial, una primera fase de la represión que consiste en que a la agencia representante psíquica (agencia representante representación) de la pulsión se le deniega la admisión en lo conciente. Así se establece una fijación; a partir de ese momento la agencia representante en cuestión persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a ella” (cf. “La represión”, 1915, p. 143). El factor que interviene para que lo reprimido se constituya en polo de atracción de ramificaciones que sucumben a la represión es la fijación, que supone también la compulsión de repetición. En efecto, la compulsión de repetición es el factor fijador a la represión (p. 144).
Por lo tanto, podría definirse la represión primaria como una fijación que se constituye como un polo de atracción de ramificaciones que sucumben a la represión propiamente dicha y llevan a la libido a la regresión a dichos puntos de fijación, que se hace evidente a través del retorno de lo reprimido sintomático, satisfaciendo un impulso parcial pregenital. Pero también la regresión libidinal a diversos puntos de fijación pueden tener otro destino al constituir rasgos de carácter con la coloratura de las diferentes etapas libidinales, ya que uno de los destinos para la formación de rasgo de carácter es la continuación directa de la pulsión. En estos casos el yo se altera y el rasgo de carácter evade la represión.
Al quedar la libido ligada a una representación (fijación de la represión primordial) ya no se puede desplazar y, además, su posibilidad de descarga mediante el auxilio de otra representación o pulsión parcial se vería impedida a partir de la represión edípica.
Destaco entonces este proceso en que remanentes de pulsiones parciales quedan adheridas a las diversas etapas del desarrollo libidinal en esos primeros años, marcando los matices en la formación del carácter confluyendo luego del Edipo y formación del superyó. En la medida en que este conjunto de representaciones se cristaliza y se reprime, se convierte en polo de atracción de nuevas representaciones, que van a ser objeto de la represión propiamente dicha. Y es este tramado libidinal lo que va a determinar la disposición a la neurosis en la culminación del complejo de Edipo.
A partir de la introversión de la libido, ésta retrocede hacia los puntos de fijación. Estos puntos cobran así un nuevo vigor, la represión actúa sobre esa expresión de deseos pregenitales que buscan satisfacción, e impide la satisfacción directa de los mismos. La producción de una satisfacción sintomática o transaccional emerge como reemplazo, cuando la represión no ha sido del todo exitosa. Si la represión es exitosa no da muestras de su actividad, y el éxito de la misma estaría determinado en tanto ahorre a la conciencia displacer. El fracaso de la represión implica el retorno de lo reprimido sintomático, que satisface un impulso parcial pregenital a modo de transacción; aunque, cabe señalar, el retorno de lo reprimido no siempre conlleva a la formación de síntoma, como por ejemplo, en el caso del sueño. La condición, para que haya represión, estaría determinada porque el peligro del advenimiento de displacer sea mayor que el deseo de satisfacción.
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