Yamilet García Zamora - Isla en negro

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Isla en negro recopila bajo el rubro «Historias de crimen y enigma» un conjunto de narraciones cortas escritas por autores cubanos contemporáneos que, desde una multiplicidad de variantes formales y argumentales, se acercan a tópicos de la narrativa policial y sus corrientes más modernas.En este volumen encontrarán relatos de figuras conocidas del género (Rodolfo Pérez Valero y Lorenzo Lunar), otros más recientes (Yamilet García Zamora, Rebeca Murga y Reinaldo Cañizares), junto a creadores reconocidos por su obra en otros géneros literarios como Emerio Medina, Jorge Enrique Lage, Ahmel Echeverría, Marcial Gala, Eduardo del Llano y Leonardo Gala.La antología estuvo a cargo de los escritores Rafael Grillo y Leopoldo Luis García.

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Elemento fundamental para dar respuesta a la pregunta anterior es descubrir una nueva superposición de categorías en el texto. Autor, narrador y personaje protagónico son una misma voz. Eusebio se convierte en una triple entelequia. Una triple angustia lo conduce a escribir el nombre de María en la pared en el momento de su muerte.

A los pocos minutos de encontrar el cadáver, ya una historia andaba en las bocas de las viejas de La Ciudad. “Pobre muchacho, en el momento de la muerte escribió el nombre de su novia en la pared, ¡cuánto la quería!”. Las viejas de barrio son así, su formación estética no pasa más allá de las novelas que trasmiten a las diez de la mañana por la emisora provincial, sus mentes no pueden generar otro tipo de historia. Tampoco pueden tener lucidez para hacerse las preguntas siguientes: ¿si amaba tanto a su novia, por qué no estaba con ella en la noche de carnaval? ¿Por qué andaba borracho y perdido por una calle oscura y solitaria? Contestarlas les podría causar un gran desencanto, además de un derrame cerebral.

Lo cierto es que quienes conocían a Eusebio, y a María, sabían que ése no podía ser el mensaje. Algunos se preocuparon durante un rato. ¿Sería una acusación? ¿El nuevo novio de María sería el acuchillador de Eusebio? Todavía estaba fresco en la memoria de la gente el escándalo de Eusebio frente a la Casa de la Cultura el día que María le dijo que no podía seguir con él, que no aguantaba más sus bebederas con el grupo en la esquina, hablando basura, y mucho menos las broncas con cualquiera y por cualquier motivo. Que ella lo que quería era tranquilidad.

Inolvidables las borracheras depresivas de Eusebio y la golpiza que le dio a María cuando se enteró de que ella andaba con Yoelito, el instructor de teatro. La gente estuvo esperando la bronca de los dos, pero se sabe que María le pidió a Yoelito que no le hiciera caso a Eusebio. Por el bien de los tres.

Pero Eusebio continuaba, y aquella ofensa se convertía en un lugar común: ¡María, puta! Al pasar frente a la casa de ella: ¡María, puta! Cruzándose en la calle: ¡María, puta! De un extremo a otro del parque de La Ciudad: ¡María, puta! Interrumpiendo el programa de la radio base de la Casa de la Cultura: ¡María, puta! Y el comentario permanente en cada tertulia: ¡Esa puta me pegó los tarros...! ¡María, puta! ¡María puta! Y la primera noche de carnaval, gritándole por toda la Calle Central junto a la carroza donde ella bailaba: ¡María, puta! ¡María, puta! Como una idea fija. Un motivo permanente. ¡María, puta!

Por eso en los primeros instantes la gente relacionó la muerte de Eusebio con María. Pero cuando el asesino se entregó y explicó todo, pocos continuaron haciéndose la pregunta: ¿por qué su nombre escrito en la pared? ¿Cuál sería, entonces, el mensaje?

Es que la gente sólo tiene ojos para ver las relaciones directas, las vías amplias y despejadas. ¿Pero son çstas las que pueden conducirnos a la luz?

Tema, argumento, personajes, acción, conflicto, ambiente y contexto. De cierta manera he ido vinculando estas categorías que, al decir de Grove y Bauer, son las que definen al cuento moderno y gracias a ello se han descorrido algunos de los múltiples velos que envuelven en el misterio a éste, como a todo cuento que se respete. (Un cuento sin esos velos simplemente no es un cuento).

Pero decía al inicio que este tipo de análisis se me antoja semejante a una investigación policial. Entonces uno vuelve al principio: el nombre de María escrito en la pared. Y aunque el investigador va teniendo alguna luz sabe que algo falta por analizar.

Estilo. Ahí está la clave. Usted podrá pensar que me contradigo. Si ahorita explicaba que el texto póstumo de Eusebio tenía el super objetivo de dejar un testimonio y que en el momento de la muerte es bastante improbable que alguien se esté ocupando de cuestiones estilísticas, ¿cómo voy ahora a apoyarme en el estilo como la categoría que me abrirá las puertas al análisis final? Es que yo también tengo mi estilo y la literatura policial me atrae como una tentación. Aquella pista falsa, o insignificante, es la que generalmente en las buenas novelas policiales conduce a la verdad. Sin engañar al lector. Le garantizo, profe, que yo tampoco lo haré con usted.

Eusebio no tenía tiempo para ocuparse del estilo, pero el estilo es circunstancial. María fue un texto circunstancial. Eusebio tenía que dejar un mensaje. Escribió el nombre del destinatario. En estos tiempos es muy común sustituir las palabras por signos más rudimentarios: Eusebio podía haber dibujado en la pared un corazón en lugar del nombre de María. No lo hizo, sabemos que ése no era su mensaje. También pudo haber dibujado otra cosa, escrito otra cosa. Pudo no haber escrito nada y hubiese sido lo más normal. Pero Eusebio quería dejar un mensaje escrito, nunca pensó en dejar un enigma. De haberlo pensado entonces hubiese escrito: MARÍA... (con esos tres puntos). Por lo tanto es evidente que Eusebio iba a continuar escribiendo, pero... ¿No cree usted, profe, que ya es bastante?

La filóloga sonrió mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero. El tocadiscos sonaba con música brasileña; ella había regresado unos meses antes de Río Grande do Sul donde trabajara como cooperante. Garabateó un cinco en la portada de mi cuadernillo y comenzó a cantar con el tocadiscos Mañana de carnaval .

—¿Y entonces, qué era lo que iba a escribir Eusebio? —me preguntó Alexis.

—Ustedes los policías no saben nada de análisis de texto, negro —le contesté.

UN CASO DE RODRÍGUEZ EDUARDO DEL LLANO Vinieron a buscarlo al tercer día - фото 10 UN CASO DE RODRÍGUEZ EDUARDO DEL LLANO Vinieron a buscarlo al tercer día - фото 11

UN CASO DE RODRÍGUEZ

– EDUARDO DEL LLANO –

Vinieron a buscarlo al tercer día. Una señora del CDR lo había visto entrar y avisó a las autoridades. No lo denunció antes porque primero tenía que resolver unos trámites en la embajada de España.

Lo atendió el mayor Rodríguez, un tipo alto y achinado con cara de buena gente que lo miró diez largos minutos en mudo reproche.

—Que no seas revolucionario, va y pase —dijo al fin—, pero ¿tú no eres patriota?

—Me considero bastante patriota, sí.

—Entonces explícame por qué hiciste lo que hiciste.

Nicanor suspiró.

—Creo que se explica por sí solo.

—No, no se explica para nada —gruñó el oficial—. Si el porqué de robarse una pieza del camión de Fast Delivery que usaron los estudiantes el 13 de marzo del 57 para asaltar el Palacio Presidencial es algo tan obvio y no está en abierta contradicción con el patriotismo, entonces yo debo ser un imbécil. ¿Me estás llamando imbécil?

—No —dijo Nicanor con suavidad.

El mayor hizo una mueca y siguió mirándolo sin hablar. El detenido le sostuvo la mirada hasta que se aburrió. El otro sonrió, satisfecho de su victoria.

—Tengo que admitir que tienes cojones. Ni siquiera te esfuerzas en negarlo.

—¿Y por qué lo negaría? Me vio Georgina, la del CDR. Es una señora seria. La conozco bien, incluso he estado en su casa. El nieto me vendió langosta un par de veces.

Rodríguez tomó nota. Mental.

—¿Y para qué lo hiciste?

—Tengo un Ford del 54. Se me rompió hace dos semanas. Con una pequeña adaptación, el alternador que me robé le sirve.

—O sea, que antepones los intereses personales a la salvaguarda de la honra y la gloria de la nación.

—No sé si hago eso. Pero el carro apenas lo uso para mí. Vaya, en los últimos cinco años sólo lo he usado para llevar a la vieja al médico. Tiene el sistema inmunológico muy bajo y coge infecciones de na. Como está la gasolina, no puedo permitirme sacar el carro pa otra cosa.

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