En realidad, el posgrado es un vacilón porque lo imparte una filóloga que, para hacerle honor a su título, es rubia y tiene buenas nalgas. Son apenas dos horas de la mañana, el resto del tiempo queda libre incluso para escribir un cuento —quizás este cuento—. Y lo más importante, uno se pertrecha de cierto vocabulario técnico que permite luego sorprender a las profesoras de humanidades, impresionar a las estudiantes de Letras y deslumbrar a las chiquillas existencialistas que frecuentan el Club Paradiso.
El trabajo final que nos orientó la rubia completó la idea de este cuento: análisis narratológico de un texto. Agustín me dijo con su habitual picardía que su trabajo lo iba a titular “Breve disección de un textículo”. “Voy a hacer el análisis del cuento El dinosaurio , de Augusto Monterroso”. “Yo voy a analizar un texto más breve que ése”, le dije.
Teniendo en cuenta que durante los últimos tres años de su vida Eusebio tenía como norma emborracharse, hablar mal del Gobierno y visitar el taller literario de la Casa de la Cultura, podemos otorgarle el título —post mórtem— de escritor. Así pues, aquel nombre de mujer escrito con sangre en la pared puede considerarse su última obra literaria. (El asunto no es compartir o no una tesis, sino utilizarla para un fin determinado. En uno de sus últimos ensayos, el poeta Alberto Sicilia trata de explicar cómo la intención, la pose y hasta la impostura del autor son factores determinantes para demostrar la literaturidad de un texto). Sin dudas un texto brevísimo, más breve que el de Monterroso. Más breve que cualquier otro que haya intentado alguien escribir. Sin título, apenas una palabra, un nombre de mujer.
El trabajo que presento a continuación es, sencillamente, el análisis narratológico de un texto. Las razones por las cuales he seleccionado éste son estrictamente personales, explicarlas no debe aportar nada a quien tenga que emitir una evaluación sobre mis conocimientos. Sobre la cuestión de si es un cuento o no, vale la pena explicar que el texto está indisolublemente ligado al contexto. María , que así es como llamaremos a la obra objeto de análisis, es un cuento en el contexto en que se escribió, y conocer este es lo que nos permite analizarla como tal.
Esto podía leerse en la primera hoja de mi trabajo final del posgrado de Técnicas de la Narrativa. Cuando Alexis comenzó a hojearlo, sentado frente a mí en la sala de mi casa, intentó una sonrisa tímida. Yo imaginé a la profesora rubia acomodada en su sofá, preparándose para leer. Un cigarrillo en la mano derecha y la música saliendo del tocadiscos.
Para el estudio literario de cualquier texto narrativo es necesario hacer una serie de abstracciones que permitan el análisis por separado de todas y cada una de las categorías narratológicas que interactúan simultáneamente en el mismo. Es por esto que tomaré la licencia de dividir en dos partes el trabajo: primeramente, el plano ideotemático y, luego, el plano estructural.
El análisis del plano ideotemático de este texto, como el resto del estudio que de él se hará, tiene el encanto de una investigación policial, y no solamente porque la fábula que nos narra sea una historia negra, marginal, sino porque toda pesquisa científica siempre tiene este matiz.
María —sobre el título de la obra ya se profundizará cuando se analice el plano estructural— nos cuenta una historia ubicada en el cercano contexto de la Cuba actual, tan cercano que el escenario geográfico es nuestra ciudad (La Ciudad) durante una de las noches del último carnaval (1999).
Es importante destacar que el autor del texto, Eusebio Ramírez Portal (1964-1999), era natural de La Ciudad. Poeta y narrador, perteneció al taller literario Leopoldo Ávila y durante su carrera literaria fue galardonado con diversos premios a nivel municipal y provincial.
La historia de María es intensa y llena de sugerencias, con cientos de aristas ocultas que conforman un misterio descifrable sólo fuera de ella misma. Este cuento es una vigorosa fotografía que quiebra sus propios límites, que irradia una energía más allá del texto escrito, más allá de la apropiación que el lector haga del argumento.
Un hombre es apuñalado una noche de carnaval en una esquina de La Ciudad. Este hombre, en el momento de la muerte, escribe con su propia sangre un nombre en la pared: María.
María había sido su novia. ¿Es éste el centro de la fábula? Podría tenerse en cuenta también que el asesino, un conocido marginal con antecedentes penales por varias causas, se entregó casi inmediatamente. Que confesó haber matado al hombre porque un rato antes le había negado un cigarro en público. ¿Queda algo más de esta historia? Queda más, mucho más. Lo que ocurre es que la anécdota no está explícita en el texto. Pero puede suponerse la traición de María, el desencanto del hombre que busca la muerte como una bendición —como en los más tremendos boleros— y que la enfrenta, estoico, en una esquina oscura de La Ciudad, una noche de carnaval.
—Eso lo sabes tú porque vives en La Ciudad y conocías a Eusebio. ¿Tú crees que una persona de Camagüey, por ejemplo, pueda darse cuenta de todo eso con sólo leer el nombre de María escrito en la pared? —fue la reacción de Alexis.
—Un lector profano, no. Claro. Acuérdate de que estoy haciendo un análisis narratológico de un texto y lo que más abunda por las calles no son gentes que se preocupen por la narratología. De hecho, María es una obra para cierta élite, no es un cuento popular. A pesar de la violencia de la historia, por sus códigos interiores, es un cuento que podría inscribirse, según la división de Arturo Arango, entre los exquisitos: códigos enrevesados distantes del alcance de la media de los lectores, ausencia aparente de la anécdota y oscuridad del superobjetivo. Sin embargo, es posible, si ese lector de Camagüey tiene buena vista y conocimiento sobre análisis de un texto, que se apropie de alguna parte importante de la historia que le permita construir su propio cuento. Eso es la polisemia, ¿no? En definitiva, ¿cuántas cosas querría decir Cervantes en el Quijote que ahora nosotros nos estamos perdiendo simplemente por lo alejados que estamos de aquel contexto?
La filóloga garabateó algo sobre la página tres de mi evaluación final, colocó el cuadernillo sobre la mesita, se puso de pie y caminó hasta el tocadiscos. Nuevamente se hizo la música. Prendió otro cigarrillo y de vuelta al sofá continuó la lectura. Ahora sentada.
Tema, asunto y argumento; estas categorías generalmente definibles una de las otras, en el texto que nos ocupa se superponen ocultándose como la misma historia. ¿Es María un cuento que tiene como tema la traición? ¿El asunto es cómo puede morir alguien una noche cualquiera de carnaval? ¿Es el argumento ése que expuse anteriormente, o lo referido es sólo una parte de él?, ¿o simplemente no es ése?
La insuficiencia del análisis del plano ideotemático es evidente. Sobre todo cuando se trata de una obra literaria de estas características. Y es que un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal. El resultado es el cuento mismo. Resulta entonces imprescindible el estudio de las categorías internas del texto.
María es una obra sui géneris. Una sola palabra: MARÍA, escrita (en mayúsculas) sobre una pared. Sin título. Si nos atreviéramos a transcribir el texto sería solamente esto: MARÍA. Obviando, lógicamente, la caligrafía trémula. Sin punto final.
Hay una cosa cierta. Eusebio no tenía otra pretensión al escribir el nombre de María en la pared que no fuera dejar testimonio de algo. Resulta bastante difícil creer que en el momento de la muerte alguien esté preocupándose por cuestiones estilísticas. Además, su literatura siempre fue así. En los debates literarios generalmente se le criticaba su distanciamiento de lo formal en busca del mensaje. Sin embargo, ¿cuál es el mensaje del cartel?
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