Nos hemos quedado solos el mulato y yo, Vamos a terminar temprano hoy, esta pared se va fácil, ya sabes cómo es. Unos cuantos golpes y..., oh, milagro, una habitación oculta, Eso no está en el plano, aquí hay gato encerrado, Fantasma encerrado diría yo, Qué quieres decir, Nada, mejor vamos a buscar a los jefes, De jefes nada, esto es entre tú y yo. Lo dice con tanta fuerza que no se puede protestar, además del sólido argumento de la mandarria, Vamos a ver lo que hay aquí. No es gran cosa, sólo unos huesos organizados en forma de esqueleto, Éste debe de tener como doscientos años, Tú cómo lo sabes, Lo sé, dice el mulato, quieres el anillo o el crucifijo, No quiero nada, Espera, aquí hay un paquetico. Son papeles envueltos en cuero, el mulato me pone el paquete en el bolsillo, Llévate eso, aunque sea de recuerdo, ahora vamos a buscar a los jefes.
Otro muerto, dice Ninette, a ti te persiguen los fantasmas, Éste es de verdad, Dices que estaba en la iglesia, Sí, un cuarto secreto, Interesante eso. Ninette se mete en el asunto, tiene amistades entre los historiadores, El tipo que hallaste se llama don Alejandro de Alvarado, se desconocía su paradero, murió en 1820, pero no es el que se te aparece dondequiera, Ah, no, cómo lo sabes, Porque el muerto tuyo es joven, y éste murió de setenta años, No veo que tengan relación, Ni yo, vamos a comer que ya es tarde.
En la Habana Vieja a Ninette se le ocurre entrar a un museo, Anda, chico, vamos, No estoy para museos hoy. Ella puede ser muy convincente cuando quiere algo, me arrastra hacia el edificio colonial, Ves cuántas cosas, A éste yo lo conozco. Ninette se acerca al cuadro, Seguro es algún vecino tuyo, No, en serio, yo he visto antes esos ojos, Si es un cuadro desconocido, dónde puedes haber visto a este hombre, Lo vi en el tren, Dices que este caballero español venía contigo en el tren, no fastidies, Ignacio, Te digo que lo vi en el tren, cuando venía me quedé dormido, vi al fantasma y vi este mismo cuadro. Ninette está perdiendo la paciencia, Voy a buscar ayuda. Al rato vuelve, Vaya, Ignacio, algo aquí está muy raro, Qué pasó, Este hombre del cuadro es don Alejandro de Alvarado, el mismo que encontraste en la iglesia, y otra cosa, Qué cosa, El cuadro lo hizo un primo tuyo, Rubén Villafruela Reyes, Qué dices, yo no tengo ningún primo pintor, ningún primo Rubén, No lo tienes, pero lo tuviste, Cómo es eso, El cuadro fue hecho hace doscientos años, pero no entiendo por qué lo viste en el tren, Yo sí, digo para mí mismo, y saco a Ninette del museo.
Ahora está clara la intención del fantasma, todo se relaciona. No es tan casual el hallazgo de los huesos de don Alejandro, hay algo en el pasado de ese hombre que lo vincula con la muerte del fantasma, Es el fantasma del pintor, y por tanto, de mi primo. Tengo que hallar la relación entre ellos, así sabré lo que se espera de mí, Doy vueltas a las ideas en la cabeza, pero es Ninette la que da con la clave, Qué es esto, Ignacio, me muestra el paquetico de cuero con los papeles, yo lo había puesto en la gaveta, Caramba, se me había olvidado eso, lo encontré en la tumba de don Alejandro, son papeles, No son papeles, Ignacio, son cartas, Cartas, Sí, cartas fechadas en Madrid y en La Habana, en 1814, enero, abril, mayo, lo ves, toda una historia policial.
Todo bien sencillo, desde Madrid alguien avisaba a don Alejandro, ... se sospecha de usted por el robo de las joyas, cuidado con la policía en La Habana , y cosas así, el ilustre señor era un vulgar ladrón. Seguían las cartas del pintor, ... atentamente, Rubén Villafruela, sobre las pinturas encargadas, acuerdos sobre el precio y plazo de los trabajos, absoluta discreción garantizad a , el pobre Rubén, sólo estaba haciendo su trabajo, los pintores viven de lo que pintan. Por último, un personaje macabro, Vicente Sartorio, asesino a sueldo, cartas en relación con la eliminación del pintor, ... pro ceder o no proceder, espero confirmación , el precio acordado. Todo está claro, Alejandro encargó las pinturas de las joyas que él mismo había robado, se supo descubierto, o bajo sospecha, y decidió eliminar al pintor, un posible testigo. Tienes una buena historia ahí, Ignacio, Qué voy a hacer yo con todo esto, Qué vas a hacer, pues proceder, claro, Estás loca, eso pasó hace doscientos años, no voy a revolver ninguna investigación, Tienes que hacerlo, Ignacio, era tu primo, y lo mataron, Lo mataron, sí, qué puedo hacer yo, No lo entiendes, Ignacio, tu pobre primo se te aparece después de doscientos años y te pide ayuda, Estás loca, qué crees que soy, Eres lo que eres, un abogado, el primer abogado de los Villafruela, tu primo esperó todo este tiempo porque no pudo acudir a nadie más, es... un asunto familiar, eso.
He dicho que Ninette puede ser muy persuasiva, o quizás es realmente un asunto familiar, o tengo miedo de que Rubén no me deje en paz. Se abre la sesión del juicio, Nunca pensé tener un primo pintor, en La Habana todo es posible, hasta el proceso contra don Alejandro de Alvarado, La causa número sesenta del año dos mil, sala de lo penal, Se lo merece, Tribunal Popular de Ciudad de La Habana, por el delito de homicidio premeditado, asesinato, entiéndase, en la persona de Rubén Villafruela Reyes, de profesión pintor, abogados, acérquense.
Te vas, Ignacio, Me voy, A Holguín, A Holguín, Volverás un día, Volveré. Pero no será tan pronto, encuentro a Mayelín en mi casa, me está esperando, Qué pasó, mi amor, me vas a perdonar, Perdonar, claro, todo se perdona, Y tu fantasma, Mi fantasma bien, qué bonita te ves con esa barriga, Qué dices, Ignacio, todas las mujeres se ven así, Todas no.
HISTORIA SIN VENTANAS
– YONNIER TORRES –
Empujé la puerta del baño. Puse las manos sobre la pared. Me miré al espejo. Quise descifrar la expresión de mi rostro. Siempre he sido malo para establecer definiciones:
Si me circunscribiera a los ojos podría haberme decidido por la tristeza.
Si me fijara en los labios la elección habría sido el abatimiento.
Mirando todo el conjunto decidí que lo más cercano era el de samparo.
Recosté mi frente a la frialdad del cristal durante unos segundos y luego abrí la llave del grifo. El agua cayó sobre la fina hoja de metal y el olor a sangre comenzó a desaparecer. Regresaron los olores habituales que sostiene todo baño de una gasolinera. Miré hacia las paredes en busca de una ventana por la cual pudiera escapar en el caso de ser descubierto, como sucede en toda historia donde hay un cuchillo, un lavamanos para escurrir la sangre, un baño que colinda con el patio y un bosque de pinos adornado por el vaho caliente de la luna llena.
Pero justo dos horas antes, cuando Salvador Fleján se quitó la cha queta de cuero negro, o de algo parecido al cuero negro y la puso encima de la mesa, quedé convencido de que ésta no sería una historia convencional. No habrían ventanas, no habría vencidos o vencedores, ni siquiera créditos finales.
Salí del baño. Saqué del bolsillo un billete de veinte pesos y le dije al dependiente que me alcanzara una botella de ron.
Su auto está listo, dijo el hombre mientras se limpiaba las manos con un paño mugriento, revisé el aceite y le dejé el tanque lleno.
¿Cuántos kilómetros faltan para llegar al próximo pueblo?, pregunté.
Читать дальше